LAS VIRTUDES DE MARÍA SANTÍSIMA

 San Alfonso María de Ligorio


"...El Concilio ofrece a los creyentes algunos criterios para vivir de manera auténtica su relación filial con María: «Los fieles, además, deben recordar que la verdadera devoción no consiste ni en un sentimiento pasajero y sin frutos ni en una credulidad vacía. Al contrario, procede de la verdadera fe, que nos lleva a reconocer la grandeza de la Madre de Dios y nos anima a amar como hijos a nuestra Madre y a imitar sus virtudes» (Lumen Gentium, 67).

Con estas palabras los padres conciliares ponen en guardia contra la «credulidad vacía» y el predomino del sentimiento. Y sobre todo quieren reafirmar que la devoción mariana auténtica, al proceder de la fe y del amoroso reconocimiento de la dignidad de María, impulsa al afecto filial hacia Ella y suscita el firme propósito de imitar sus virtudes..."

Beato Juan Pablo II. Audiencia 29 de octubre de 1997

 

 

 

¡DIOS TE SALVE, MARÍA!
 
Te saludamos con el Ángel: ¡Llena de gracia. El Señor está contigo!.
 
Te saludamos con Isabel: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¡Feliz porque has creído a las promesas divinas!

Te saludamos con las palabras del Evangelio: Feliz porque has escuchado la Palabra de Dios y la has cumplido.

¡Tú eres la llena de gracia!

Te alabamos, Hija predilecta del Padre.
Te bendecimos, Madre del Verbo Divino.
Te veneramos, Sagrario del Espíritu Santo.
Te invocamos; Madre y Modelo de toda la Iglesia.
Te contemplamos, imagen realizada de las esperanzas de toda la humanidad.

¡El Señor está contigo!

Tú eres la Virgen de la Anunciación, el Sí de la humanidad al misterio de la salvación.
Tú eres la Hija de Sión y el Arca de la nueva Alianza en el misterio de la Visitación.
Tú eres la Madre de Jesús, la que lo mostraste a los pastores y a los sabios de Oriente.
Tú eres la Madre que ofrece a su Hijo en el templo, lo acompaña hasta Egipto y lo conduce a Nazaret.
Tú eres la Virgen de los caminos de Jesús, de la vida oculta y del milagro de Caná.
Tú eres la Madre Dolorosa del Calvario y Virgen gozosa de la Resurrección.
Tú eres la Madre de los discípulos de Jesús en la espera y en el gozo de Pentecostés.

¡Bendita Tú eres ...!

Porque creíste en la Palabra del Señor,
Porque esperaste en sus promesas,
Porque fuiste perfecta en el amor.
Por tu caridad premurosa con Isabel,
Por tu bondad materna en Belén,
Por tu fortaleza en la persecución,
Por tu perseverancia en la búsqueda de Jesús en el templo,
Por tu vida sencilla en Nazaret,
Por tu intercesión en Caná,
Por tu presencia maternal junto a la Cruz,
Por tu fidelidad en la espera de la Resurrección,
Por tu oración asidua en Pentecostés.
Por la gloria de tu Asunción a los cielos,
Por tu maternal protección sobre la Iglesia,
Por tu constante intercesión por toda la humanidad.

¡Santa María, Madre de Dios!   Queremos consagrarnos a Ti.

Porque eres Madre de Dios y Madre nuestra.
Porque tu Hijo Jesús nos confió a Ti.
Porque has querido ser Madre de la Iglesia.

¡Santa María, Madre de Dios!  Nos consagramos a Ti:

Los obispos, que a imitación del Buen Pastor velan por el Pueblo de Dios.
Los sacerdotes, que han sido ungidos por el Espíritu.
Los religiosos y religiosas, que ofrendan su vida por el Reino de Cristo.
Los seminaristas, que han acogido la llamada del Señor.
Los esposos cristianos en la unidad e indisolubilidad de su amor con sus familias.
Los seglares comprometidos en el apostolado.
Los jóvenes que anhelan una sociedad nueva.
Los niños que merecen un mundo más pacífico y humano.
Los enfermos, los pobres, los encarcelados, los perseguidos, los huérfanos, los desesperados, los moribundos.

¡Ruega por nosotros pecadores!

Madre de la Iglesia, bajo tu patrocinio nos acogemos y a tu inspiración nos encomendamos.

Te pedimos por la Iglesia, para que sea fiel en la pureza de la fe, en la firmeza de la esperanza, en el fuego de la caridad, en la disponibilidad apostólica y misionera, en el compromiso por promover la justicia y la paz entre los hijos de esta tierra bendita.

Te suplicamos que toda la Iglesia se mantenga siempre en perfecta comunión de fe y de amor, unida a la Sede de Pedro con estrechos vínculos de obediencia y de caridad.

Te encomendamos la fecundidad de la nueva evangelización, la fidelidad en el amor de preferencia por los pobres y la formación cristiana de los jóvenes, el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, la generosidad de los que se consagran a la misión, la unidad y la santidad de todas las familias.

¡Ahora y en la hora de nuestra muerte!

¡Virgen, Madre nuestra! Ruega por nosotros ahora. Concédenos el don inestimable de la paz, la superación de todos los odios y rencores, la reconciliación de todos los hermanos. Te lo pedimos a Ti, a quien invocamos como Reina de la Paz. Que cese la violencia y la guerrilla. Que progrese y se consolide el diálogo y se inaugure una convivencia pacífica. Que se abran nuevos caminos de justicia y de prosperidad.

Te encomendamos a todas las víctimas de la injusticia y de la violencia, a todos los que han muerto en las catástrofes naturales, a todos los que en la hora de la muerte acuden a Ti como Madre. Sé para todos nosotros Puerta del Cielo, vida, dulzura y esperanza, para que, juntos, podamos contigo glorificar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Amén!

 
ORACIÓN  EN EL SANTUARIO  DE CHIQUINQUIRÁ . COLOMBIA . 1986

Estimado(a) suscriptor/a de EL CAMINO DE MARÍA

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Bienvenido(a)/s al e-Curso "LAS VIRTUDES DE MARÍA SANTÍSIMA" que hemos terminado de diseñar el 8 de septiembre de 2011, festividad del NACIMIENTO DE LA INMACULADA VIRGEN MARÍA.

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Cada uno de los capítulos que contiene este e-Curso desarrolla una a una las Virtudes de María Santísima descriptas por San Alfonso María de Ligorio en su libro Las Glorias de María. Asimismo hemos incluído textos catequéticos y oraciones del Beato Juan Pablo II y del Santo Padre Benedicto XVI.

Las direcciones de nuestro sitio SantoRosario.info donde se encuentran los textos de cada virtud son las siguientes:

AMOR A DIOS

http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Amor.a.Dios.htm

AMOR AL PRÓJIMO

http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Amor.al.projimo.htm

CASTIDAD

http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Castidad.htm

ESPERANZA

http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Esperanza.htm

FE

http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Fe.htm

HUMILDAD

http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Humildad.htm

OBEDIENCIA

http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Obediencia.htm

ORACIÓN

http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Oracion.htm

PACIENCIA

http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Paciencia.htm

POBREZA

http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Pobreza.htm

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En la introducción a LAS VIRTUDES DE MARÍA,  San Alfonso María de Ligorio expresa:

"Dice san Agustín que para obtener con seguridad y en abundancia los favores de los santos es necesario imitarlos para que viendo que practicamos las virtudes que ellos ejercitaron se sientan más movidos a interceder por nosotros. La Reina de los santos y nuestra primera Abogada María, en cuanto arranca a un alma de las garras de satanás y la une a Dios, quiere que se ponga a imitarla; de lo contrario no podrá enriquecerla de gracia como quisiera viéndola tan en contra de sus costumbres. Por eso María llama bienaventurados a los que imitan su vida con esmero: "Ahora, hijos, oídme: dichosos los que guardan mis caminos" (Pr 8,32). El que ama, o es semejante o trata de parecerse a la persona amada, conforme al célebre dicho: el amor, o los encuentra o los hace iguales. Por eso exhorta san Jerónimo a que si amamos a María tratemos de imitarla porque éste es el mayor obsequio que podemos ofrecerle... Procure, pues, el hijo, concluye san Bernardo, imitar a la Madre si desea sus favores, porque al verse honrada como madre lo tratará como verdadero hijo.

Al hablar de las virtudes de esta Madre, aunque pudiera parecer que son pocas las cosas que de Ella en particular, nos refieren los santos Evangelios, sin embargo, con decir que es la Llena de gracia es claro que Ella poseyó todas las virtudes, y todas en grado heroico. De tal manera, dice santo Tomás, que en aquella virtud en que ha sido extraordinario cualquier santo en particular, la Bienaventurada Virgen ha sido excelente, y en todas se nos presenta como ejemplar. De modo parecido dice san Ambrosio: Fue María de tal condición que su sola vida es modelo para la de todos. Por lo que después escribió: "Sea para vosotros la virginidad de María y su vida, como si se representara en un espejo en el que brilla todo modelo de toda virtud. Tomad de aquí ejemplos de vida..., lo que debáis corregir, aquello de lo que debáis huir, lo que tenéis que hacer".

Y porque, como nos enseñan los santos Padres, la humildad es el fundamento de todas las virtudes, por eso veremos en primer lugar lo grande que fue la humildad de la Madre de Dios."

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Le(s) sugerimos que Invite(n) a sus amigos y conocidos a inscribirse gratuitamente en el e-Curso LAS VIRTUDES DE MARÍA SANTÍSIMA. Deben llenar el formulario con su nombre y su correo electrónico desde la siguiente dirección:

http://www.SantoRosario.info/formulario6.htm

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Que María, «Mediadora de todas las gracias», nos ayude a meditar en nuestro corazón, comprender con nuestra inteligencia, y poner por obra las virtudes que forman parte de este e-Curso.

ORACIÓN DE SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO

Señora, que con tu Amor y tus beneficios
robas los corazones de tus hijos,
roba también mi pobre corazón
que tanto desea amarte
Con tu belleza has enamorado a Dios
y lo has atraído del Cielo a tu seno.
¿Viviré sin amarte, Madre mía?
No quiero descansar hasta estar cierto
de haber conseguido tu Amor,
pero un amor constante y tierno
hacia Ti, Madre mía,
que tan tiernamente me has amado
aun cuando yo era tan ingrato.
¿Qué sería de mí, Madre,
si Tú no me hubieras amado
e impetrado tantas misericordias?
Si tanto me has amado cuando no te amaba,
cuánto confío en tu bondad ahora que te amo.
Te amo, madre mía,
y quisiera un gran corazón que te amara
por todos quienes que no te aman.
Quisiera una lengua
que pudiera alabarte por mil,
y dar a conocer a todos tu grandeza,
tu santidad, tu misericordia
y el amor con que amas a los que te quieren.
Si tuviera riquezas,
todas quisiera gastarlas en honrarte.
Quisiera, en fin, si falta hiciera,
dar por Ti y por tu gloria hasta la vida.
Te amo, Madre mía, pero al tiempo
temo no amarte cual debiera
porque oigo decir que el amor
hace, a los que se aman, semejantes.
Y si yo soy de Ti tan diferente,
triste señal será de que no te amo.
¡Tú tan pura y yo tan impuro!
¡Tú tan humilde y yo tan soberbio!
¡Tú tan santa y yo tan pecador!
Pero esto Tú lo puedes remediar, María.
Hazme semejante a Ti pues que me amas.
Tú eres poderosa para cambiar corazones;
toma el mío y transfórmalo.
Que vea el mundo lo poderosa que eres
a favor de aquellos que te aman.
Hazme digno de tu Hijo, hazme santo.
Así lo espero, así sea.

Marisa y Eduardo


 

BENEDICTO XVI

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro . Miércoles 30 de marzo de 2011

 SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy quiero presentaros la figura de un santo doctor de la Iglesia al que debemos mucho, porque fue un insigne teólogo moralista y un maestro de vida espiritual para todos, sobre todo para la gente sencilla (...) .

Alfonso María de Ligorio nació en 1696 en el seno de una familia napolitana noble y rica. Dotado de notables cualidades intelectuales, con tan sólo 16 años obtuvo el doctorado en derecho civil y canónico. Era el abogado más brillante del foro de Nápoles: durante ocho años ganó todas las causas que defendió. Sin embargo, en su alma sedienta de Dios y deseosa de perfección el Señor lo llevó a comprender que lo llamaba a una vocación muy diferente. De hecho, en 1723, indignado por la corrupción y la injusticia que viciaban el ambiente del foro, abandonó su profesión —y con ella la riqueza y el éxito— y decidió hacerse sacerdote, a pesar de la oposición de su padre. Tuvo excelentes maestros, que lo introdujeron en el estudio de la Sagrada Escritura, de la historia de la Iglesia y de la mística. Adquirió una amplia cultura teológica, que comenzó a dar fruto cuando, algunos años después, emprendió su obra de escritor. Fue ordenado sacerdote en 1726 y se unió, para el ejercicio de su ministerio, a la Congregación diocesana de las Misiones Apostólicas. Alfonso inició una labor de evangelización y catequesis entre los estratos más bajos de la sociedad napolitana, a la que le gustaba predicar y a la que instruía en las verdades fundamentales de la fe. No pocas de estas personas, pobres y modestas, a las que se dirigía, a menudo se entregaban a los vicios y realizaban acciones criminales. Con paciencia les enseñaba a rezar, animándolas a mejorar su modo de vivir. Alfonso obtuvo resultados excelentes: en los barrios más miserables de la ciudad se multiplicaban los grupos de personas que, al caer la tarde, se reunían en las casas privadas y en los talleres, para rezar y meditar la Palabra de Dios, bajo la guía de algunos catequistas formados por Alfonso y por otros sacerdotes, que visitaban regularmente a estos grupos de fieles. Cuando, por deseo expreso del arzobispo de Nápoles, estas reuniones comenzaron a celebrarse en las capillas de la ciudad, tomaron el nombre de «capillas vespertinas». Estas capillas fueron una auténtica fuente de educación moral, de saneamiento social y de ayuda recíproca entre los pobres, con lo cual casi se acabaron los robos, los duelos y la prostitución.

Aunque el contexto social y religioso de la época de san Alfonso era muy distinto del nuestro, las «capillas vespertinas» son un modelo de acción misionera en el que nos podemos inspirar también hoy para una «nueva evangelización», especialmente de los más pobres, y para construir una convivencia humana más justa, fraterna y solidaria. A los sacerdotes se les ha confiado una tarea de ministerio espiritual, mientras que laicos bien formados pueden ser animadores cristianos eficaces, auténtica levadura evangélica en el seno de la sociedad.

Después de pensar en ir a evangelizar a los pueblos paganos, Alfonso, a la edad de 35 años, entró en contacto con los campesinos y los pastores de las regiones interiores del reino de Nápoles y, sorprendido por su ignorancia religiosa y por el estado de abandono en que se hallaban, decidió dejar la capital y dedicarse a estas personas, que eran pobres espiritual y materialmente. En 1732 fundó la Congregación religiosa del Santísimo Redentor, que puso bajo la protección del obispo Tommaso Falcoia, y de la que sucesivamente se convirtió en el superior. Estos religiosos, dirigidos por Alfonso, fueron auténticos misioneros itinerantes, que llegaban incluso a las aldeas más remotas, exhortando a la conversión y a la perseverancia en la vida cristiana sobre todo por medio de la oración. Todavía hoy, los redentoristas, esparcidos por numerosos países del mundo, con nuevas formas de apostolado, continúan esta misión de evangelización. Pienso en ellos con gratitud, exhortándolos a ser siempre fieles al ejemplo de su santo fundador.

Estimado por su bondad y por su celo pastoral, en 1762 Alfonso fue nombrado obispo de Sant’Agata dei Goti, ministerio que, por concesión del Papa Pío VI, abandonó en 1775 a causa de las enfermedades que sufría. El mismo Pontífice, en 1787, al recibir la noticia de su muerte, que se produjo en medio de muchos sufrimientos, exclamó: «¡Era un santo!». Y no se equivocó: Alfonso fue canonizado en 1839, y en 1871 fue declarado doctor de la Iglesia. Este título es muy apropiado por muchas razones. Ante todo, porque propuso una rica enseñanza de teología moral, que expresa adecuadamente la doctrina católica, hasta el punto de que fue proclamado por el Papa Pío XII «patrono de todos los confesores y los moralistas».

En su época se había difundido una interpretación muy rigorista de la vida moral, entre otras razones por la mentalidad jansenista que, en vez de alimentar la confianza y esperanza en la Misericordia de Dios, fomentaba el miedo y presentaba un Rostro de Dios adusto y severo, muy lejano del que nos reveló Jesús. San Alfonso, sobre todo en su obra principal, titulada Teología moral, propone una síntesis equilibrada y convincente entre las exigencias de la Ley de Dios, esculpida en nuestros corazones, revelada plenamente por Cristo e interpretada con autoridad por la Iglesia, y los dinamismos de la conciencia y de la libertad del hombre, que precisamente en la adhesión a la verdad y al bien permiten la maduración y la realización de la persona. A los pastores de almas y a los confesores Alfonso recomendaba ser fieles a la doctrina moral católica, asumiendo al mismo tiempo una actitud caritativa, comprensiva, dulce, para que los penitentes se sintieran acompañados, sostenidos y animados en su camino de fe y de vida cristiana. San Alfonso nunca se cansaba de repetir que los sacerdotes son un signo visible de la infinita Misericordia de Dios, que perdona e ilumina la mente y el corazón del pecador para que se convierta y cambie de vida. En nuestra época, en la que son claros los signos de pérdida de la conciencia moral y —es preciso reconocerlo— de cierta falta de estima hacia el sacramento de la Confesión, la enseñanza de san Alfonso sigue siendo de gran actualidad.

Junto a las obras de teología, san Alfonso compuso muchos otros escritos, destinados a la formación religiosa del pueblo. El estilo es sencillo y agradable. Las obras de san Alfonso, leídas y traducidas a numerosas lenguas, han contribuido a plasmar la espiritualidad popular de los últimos dos siglos. Algunas de ellas son textos que se leen con gran provecho también hoy, como Las máximas eternas, Las glorias de María, La práctica de amar a Jesucristo, obra —esta última— que representa la síntesis de su pensamiento y su obra maestra. Insiste mucho en la necesidad de la oración, que permite abrirse a la Gracia divina para cumplir diariamente la Voluntad de Dios y conseguir la propia santificación.

Con respecto a la oración escribe: «Dios no niega a nadie la gracia de la oración, con la que se obtiene la ayuda para vencer toda concupiscencia y toda tentación. Y digo, replico y replicaré siempre, mientras viva, que toda nuestra salvación está en el rezar». De aquí su famoso axioma: «Quien reza se salva» (Del gran mezzo della preghiera e opusculi affini. Opere Ascetiche II, Roma 1962, p. 171). Me viene a la mente, a este propósito, la exhortación de mi predecesor, el venerable siervo de Dios Juan Pablo II: «Nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas “escuelas de oración”... Hace falta, por tanto, que enseñar a orar se convierta de alguna manera en un punto determinante de toda programación pastoral» (Novo millennio ineunte, 33 y 34).

Entre las formas de oración aconsejadas encarecidamente por san Alfonso destaca la visita al Santísimo Sacramento o, como diríamos hoy, la adoración, breve o prolongada, personal o comunitaria, ante la Eucaristía. «Ciertamente —escribe Alfonso— entre todas las devociones esta de adorar a Jesús sacramentado es la primera después de los sacramentos, la más querida por Dios y la más útil para nosotros... ¡Oh, qué gran delicia estar ante un altar con fe... y presentarle nuestras necesidades, como hace un amigo a otro con el que se tiene total confianza!» (Visitas al Santísimo Sacramento y a María Santísima para cada día del mes. Introducción).

La espiritualidad alfonsiana es, de hecho, eminentemente cristológica, centrada en Cristo y en su Evangelio. La meditación del misterio de la Encarnación y de la Pasión del Señor son frecuentemente objeto de su predicación, pues en estos acontecimientos se ofrece «abundantemente» la Redención a todos los hombres. Y precisamente porque es cristológica, la piedad alfonsiana es también exquisitamente mariana.

Muy devoto de María, Alfonso ilustra su papel en la historia de la salvación: asociada a la Redención y Mediadora de gracia, Madre, Abogada y Reina. Además, san Alfonso afirma que la devoción a María nos confortará grandemente en el momento de nuestra muerte. Estaba convencido de que la meditación sobre nuestro destino eterno, sobre nuestra llamada a participar para siempre en la felicidad de Dios, así como sobre la trágica posibilidad de la condenación, contribuye a vivir con serenidad y compromiso, y a afrontar la realidad de la muerte conservando siempre la confianza en la bondad de Dios.

San Alfonso María de Ligorio es un ejemplo de pastor celoso, que conquistó las almas predicando el Evangelio y administrando los sacramentos, combinado con un modo de actuar basado en una bondad humilde y suave, que nacía de la intensa relación con Dios, que es la Bondad infinita. Tuvo una visión optimista, pero realista, de los recursos de bien que el Señor da a cada hombre y concedió importancia a los afectos y a los sentimientos del corazón, además de la mente, para poder amar a Dios y al prójimo.

En conclusión, quiero recordar que nuestro santo, análogamente a san Francisco de Sales —del que hablé hace algunas semanas— insiste en decir que la santidad es accesible a todos los cristianos: «El religioso como religioso, el seglar como seglar, el sacerdote como sacerdote, el casado como casado, el comerciante como comerciante, el soldado como soldado, y así sucesivamente en todos los estados» (Pratica di amare Gesù Cristo. Opere ascetiche I, Roma 1933, p. 79). Demos gracias al Señor porque, con su Providencia, suscita santos y doctores en lugares y tiempos diversos, que hablan el mismo lenguaje para invitarnos a crecer en la fe y a vivir con amor y con alegría nuestra vida cristiana en las sencillas acciones de cada día, para caminar por la senda de la santidad, por la senda que lleva a Dios y a la verdadera alegría. Gracias.


"Oh Madre mía, a vuestro Corazón confío las angustias de mi corazón,
y a él vengo a buscar ánimo y fortaleza ".

Santa Bernardita.


 

ORACIÓN PARA IMPLORAR FAVORES POR INTERCESIÓN DEL

BEATO JUAN PABLO II

Oh Dios Padre Misericordioso, que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II la gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz que yo sepa también responder con fidelidad a las exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que te dignes glorificar al Beato Juan Pablo II y que me concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase). 
 
A Tí, Padre Omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive, Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo que santifica el universo, alabanza, honor y gloria ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria
 

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