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Virgen
Inmaculada
Toda
santa,
digna de
todo
honor,
Tú eres
la mejor
ofrenda
que la
humanidad
puede
presentar
a Dios.
Virgen
madre,
Madre
siempre
virgen,
dirige
una
súplica
materna
a tu
Hijo.
Lleva
hasta el
puerto
la barca
de la
Iglesia,
evitando
los
escollos
y
venciendo
los
oleajes.
Protege
a esta
ciudad;
conforta
a
quienes
llegan a
ella,
sin
techo ni
defensa,
y
extiende
a todos
tu
apoyo.
Con fe
te
veneramos,
Madre de
Dios;
con amor
te
honramos;
con
esperanza
acudimos
a Ti,
y te
proclamamos
Bienaventurada.
Tú,
Señora
mía, mi
consuelo
de Dios,
ayuda de
mi
inexperiencia,
acoge la
súplica
que te
dirijo.
Tú, que
para
todos
eres
fuente
de
alegría,
hazme
digno de
exultar
juntamente
Contigo.
Mira a
la
asamblea
de los
creyentes,
Madre
del
Salvador;
aleja de
ellos
las
desgracias
y las
aflicciones;
líbralos
del mal
y del
maligno;
protégelos
con la
abundancia
de tu
Benevolencia.
Al
regreso
glorioso
de tu
Hijo,
nuestro
Dios,
defiende
con tu
materna
intercesión
nuestra
fragilidad
humana
y
acompáñanos
hasta la
vida
eterna
con tu
mano
afectuosa,
Tú que
eres
poderosa
por ser
Madre de
Dios.
BENEDICTO
XVI
ORACIÓN ANTE
EL ICONO DE
LA VIRGEN
"SALUS
POPULI
ROMANI"
. Basílica
de Santa
María la
Mayor
Sábado 7 de
mayo de 2005
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Estimado(a)
suscriptor/a de EL CAMINO DE MARÍA.
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En el noveno capítulo de este e-Curso meditaremos sobre la la virtud de
la paciencia de María. San Alfonso
María de Ligorio expresa:
Siendo esta
tierra lugar para merecer, con razón es llamada valle de
lágrimas, porque todos tenemos que sufrir y con la paciencia
conseguir la vida eterna, como dijo el Señor:
"Mediante vuestra paciencia salvaréis vuestras almas"
(Lc 21,19). Dios, que nos dio a la Virgen María como
modelo de todas las virtudes, nos la dio muy especialmente
como modelo de paciencia. Reflexiona san Francisco de Sales
que, entre otras razones, precisamente para eso le dio Jesús
a la Santísima Virgen en las bodas de Caná aquella respuesta
que pareciera no tener en cuenta su súplica: "Mujer,
¿qué nos va a Mí y a Ti?", precisamente para darnos
ejemplo de la paciencia de su Madre. Pero ¿qué andamos
buscando? Toda la vida de María fue un ejercicio continuo de
paciencia. Reveló el ángel a santa Brígida que la vida de la
Virgen transcurrió entre sufrimientos. Como suele crecer la
rosa entre las espinas, así la Santísima Virgen en este
mundo creció entre tribulaciones. La sola compasión ante las
penas del Redentor bastó para hacerla mártir de la
paciencia. Por eso dijo san Buenaventura: la Crucificada
concibió al Crucificado. Y cuánto sufrió en el viaje a
Egipto y en la estancia allí, como todo el tiempo que vivió
en la casita de Nazaret, sin contar sus dolores de los que
ya hemos hablado abundantemente. Bastaba la sola presencia
de María ante Jesús muriendo en el Calvario para darnos a
conocer cuán sublime y constante fue su paciencia.
"Estaba junto a la cruz de Jesús su Madre". Con el
mérito de esta paciencia, dice san Alberto Magno, se
convirtió en nuestra Madre y nos dio a luz a la vida de la
gracia.
Si deseamos ser
hijos de María es necesario que tratemos de imitarla en su
paciencia. Dice san Cipriano: ¿Qué cosa puede darse más
meritoria y que más nos enriquezca en esta vida y más gloria
eterna nos consiga que sufrir con paciencia las penas? Dice
Dios: "Cercaré su camino de espinas" (Os 2,8). Y comenta
san Gregorio: Los caminos de los elegidos están cercados de
espinas. Como la valla de espinas guarda la viña, así Dios
rodea de tribulaciones a sus siervos para que no se apeguen
a la tierra. De este modo, concluye san Cipriano, la
paciencia es la virtud que nos libra del pecado y del
infierno. Y la paciencia es la que hace a los santos. "La
paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas" (St 1,4),
soportando con paz las cruces que vienen directamente de
Dios, es decir, la enfermedad, la pobreza, etc., como las
que vienen de los hombres: persecuciones, injurias y otras.
San Juan vio a todos los santos con palmas en sus manos.
"Después de esto vi una gran muchedumbre..., y en sus manos,
palmas" (Ap 7,9). Con esto se demostraba que todos los que
se salvan han de ser mártires o por el derramamiento de la
sangre o por la paciencia. San Gregorio exclamaba jubiloso:
Nosotros podemos ser mártires sin necesidad de espadas;
basta que seamos pacientes si, como dice san Bernardo,
sufrimos las penas de esta vida aceptándolas con paciencia y
con alegría. ¡Como gozaremos en el cielo por todos los
sufrimientos soportados por amor de Dios! Por eso nos anima
el apóstol: "La leve tribulación de un momento nos
produce, sobre toda medida, un denso caudal de gloria
eterna" (2Co 4,17). Hermosos los avisos de santa Teresa
cuando decía: El que se abraza con la cruz no la siente.
Cuando uno se resuelve a padecer, se ha terminado el
sufrimiento.
Al sentirnos
oprimidos por el peso de la cruz recurramos a María, a la
que la Iglesia llama "Consoladora de los afligidos" y san
Juan Damasceno "medicina de todos los dolores del corazón".
Señora mía, Tú,
siendo inocente, lo soportaste todo con tanta paciencia, y
yo, reo del infierno, ¿me negaré a padecer? Madre mía, hoy
te pido esta gracia: no ya el verme libre de las cruces,
sino el sobrellevarlas con paciencia. Por amor de Jesucristo
te ruego me consigas de Dios esta gracia. De Ti lo espero.
¯¯¯
En la meditación antes
del rezo del Ángelus del Domingo 2 de junio de 1985,
expresaba lo siguiente el
Beato Juan Pablo II:
Hoy, con ocasión de la oración del
Ángelus, deseamos releer una vez más,
junto con María, el Evangelio; en cierto
sentido lo releemos todo entero, e
inmediatamente. En él subyace el
Corazón de Jesús, Paciente y
Misericordioso.
¿No es tal vez así el Corazón de Aquel
que "pasó haciendo bien" a todos
(Hch 10,38)? ¿De Aquel que hizo que los
ciegos adquiriesen la vista, los cojos
caminasen, los muertos resucitasen? ¿Que
a los pobres se les anunciara la Buena
Nueva (Lc 7,22)?
¿No es tal vez así el Corazón de Jesús,
que no tenia El mismo dónde reclinar la
cabeza mientras que los lobos tienen sus
guaridas y los pájaros sus nidos (Mt
8,20)?
¿No es tal vez así el Corazón de Jesús,
que defendió a la mujer adúltera de la
lapidación y luego le dijo: "Vete,
y de ahora en adelante no peques más"
(Jn 8,3-10.?
¿No es tal vez así el Corazón de Aquel
que fue llamado "amigo de publicanos
y pecadores" (Mt 11,19)?
¡Miremos, junto con María, el
interior de este Corazón! ¡Releámoslo a
lo largo del Evangelio! Más aún,
sobre todo releamos este Corazón en el
momento de la Crucifixión. Cuando ha
sido traspasado por la lanza. Cuando se
ha desvelado hasta el fondo el misterio
en El escrito.
¡El Corazón paciente porque está
abierto a todos los sufrimientos del
hombre!
¡El Corazón paciente, porque está
dispuesto El mismo a aceptar un
sufrimiento inconmensurable con metro
humano!
¡El Corazón paciente, porque es
inmensamente misericordioso!
¿Qué es la misericordia, sino esa
medida particular del amor, que se
expresa en el sufrimiento?
¿Qué es la misericordia, sino esa
medida definitiva del amor, que
desciende al centro mismo del mal para
vencerlo con el Bien?
¿Qué es la misericordia, sino el
amor que vence el pecado del mundo
mediante el sufrimiento y la muerte?
¡Corazón de Jesús, paciente y de
mucha misericordia!
¡Madre, que has mirado este Corazón
cuando estabas al pie de la
Cruz!
Madre que, por Voluntad de este Corazón,
te has hecho Madre nuestra.
¿Quién conoce como Tú el el
Corazón de Jesús en Belén, en Nazaret,
en el Calvario?
¿Quién como Tú sabe que es Paciente y
Misericordioso?
¿Quién como Tú da testimonio
incesantemente de ello?
¯¯¯
Que María,
"Paciente y humilde de corazón", nos ayude a meditar en nuestro corazón
y a comprender con nuestra inteligencia, los distintos textos que
forman parte de este e-Curso.
ORACIÓN DE SAN ALFONSO MARÍA DE
LIGORIO
Qué esperanza de salvación y vida eterna
me da el Señor
al haberme otorgado por su Misericordia
tal confianza en el auxilio de su Madre,
a pesar de que por mis pecados
he incurrido en su desgracia y he
merecido fatal condena.
Doy gracias a Dios y a mi protectora
María
que se ha dignado
acogerme bajo su manto,
como lo demuestran tantas gracias
como por su medio he recibido.
Sí que te agradezco, Madre mía,
tantos gracias como me has regalado.
Reina mía, ¡de cuántos peligros me has
librado!
¡Cuántas luces y misericordias
me has alcanzado de Dios!
¿Qué atenciones o qué beneficios
has recibido de mí
para que así te empeñes en favorecerme?
Sólo tu bondad es quien te mueve.
Aunque diera por ti mi sangre y mi vida,
sería muy poco para lo que te debo,
a Ti que me has librado de eterna muerte
y por Ti he recobrado la gracia de Dios,
como confío.
De Ti proviene toda mi dicha.
Mi Señora lo que tengo que hacer
es alabarte y amarte siempre.
Acepta el afecto de un pobre pecador
que está enamorado de tu bondad.
Si mi corazón es indigno de amarte
por estar lleno de afectos terrenales,
cámbiamelo, que en tu mano está el
hacerlo.
Y luego úneme a mi Dios de tal manera
que no pueda separarme de su Amor.
Amén.
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Marisa y Eduardo
"Oh Madre mía, a vuestro Corazón confío las
angustias de mi corazón,
y a él vengo a buscar ánimo y fortaleza ".
Santa Bernardita.
ORACIÓN PARA
IMPLORAR FAVORES POR INTERCESIÓN DEL
BEATO
JUAN PABLO II
Oh
Dios Padre Misericordioso,
que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de
su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción
del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II la
gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la
Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia
y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz
que yo sepa también responder con fidelidad a las
exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos
los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de
amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que
te dignes glorificar al Beato Juan Pablo II y que me
concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).
A Tí, Padre Omnipotente,
origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive,
Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo
que santifica el universo, alabanza, honor y gloria
ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria
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