|
LA
CONTEMPLACIÓN
DEL "SI"
DE MARÍA
SANTÍSIMA
Queridos
peregrinos,
queridos
hermanos
y
hermanas
Cada
día, la
oración
del
Ángelus
nos
ofrece
la
posibilidad
de
meditar
unos
instantes,
en medio
de
nuestras
actividades,
en el
misterio
de la
Encarnación
del Hijo
de Dios.
A
mediodía,
cuando
las
primeras
horas
del día
comienzan
a hacer
sentir
el peso
de la
fatiga,
nuestra
disponibilidad
y
generosidad
se
renuevan
gracias
a la
contemplación
del
“Sí”
de María
Santísima.
Ese
“Sí”
limpio y
sin
reservas
se
enraíza
en el
misterio
de la
libertad
del
María,
libertad
plena y
total
ante
Dios,
sin
ninguna
complicidad
con el
pecado,
gracias
al
privilegio
de su
Inmaculada
Concepción.
Este
privilegio
concedido
a María,
que la
distingue
de
nuestra
condición
común,
no la
aleja,
más bien
al
contrario
la
acerca a
nosotros.
Mientras
que el
pecado
divide,
nos
separa
unos de
otros,
la
pureza
de María
la hace
infinitamente
cercana
a
nuestros
corazones,
atenta a
cada uno
de
nosotros
y
deseosa
de
nuestro
verdadero
bien.
Estáis
viendo,
aquí, en
Lourdes,
como en
todos
los
santuarios
marianos,
que
multitudes
inmensas
llegan a
los pies
de María
para
confiarle
lo que
cada uno
tiene de
más
íntimo,
lo que
lleva
especialmente
en su
corazón.
Lo que,
por
miramiento
o por
pudor,
muchos
no se
atreven
a veces
a
confiar
ni
siquiera
a los
que
tienen
más
cerca,
lo
confían
a
Aquella
que es
toda
pura, a
su
Corazón
Inmaculado:
con
sencillez,
sin
fingimiento,
con
verdad.
Ante
María,
precisamente
por su
pureza,
el
hombre
no
vacila a
mostrarse
en su
fragilidad,
a
plantear
sus
preguntas
y sus
dudas, a
formular
sus
esperanzas
y sus
deseos
más
secretos.
El Amor
maternal
de la
Virgen
María
desarma
cualquier
orgullo;
hace al
hombre
capaz de
verse
tal como
es y le
inspira
el deseo
de
convertirse
para dar
gloria a
Dios.
María
nos
muestra
de este
modo la
manera
adecuada
de
acercarnos
al Señor.
Ella nos
enseña a
acercarnos
a Él con
sinceridad
y
sencillez.
Gracias
a Ella,
descubrimos
que la
fe
cristiana
no es un
fardo,
sino que
es como
una ala
que nos
permite
volar
más alto
para
refugiarnos
en los
brazos
de Dios.
La vida
y la fe
del
pueblo
creyente
manifiestan
que la
gracia
de la
Inmaculada
Concepción
hecha a
María no
es sólo
una
gracia
personal,
sino
para
todos,
una
gracia
hecha al
entero
pueblo
de Dios.
En
María,
la
Iglesia
puede ya
contemplar
lo que
ella
está
llamada
a ser.
En Ella,
cada
creyente
puede
contemplar
desde
ahora la
realización
cumplida
de su
vocación
personal.
Que cada
uno de
nosotros
permanezca
siempre
en
acción
de
gracias
por lo
que el
Señor ha
querido
revelar
de su
designio
salvador
a través
del
misterio
de
María.
Misterio
en el
que
estamos
todos
implicados
de la
más
impresionante
de las
maneras,
ya que
desde lo
alto de
la Cruz,
que
celebramos
y
exaltamos
hoy,
Jesús
mismo
nos ha
revelado
que su
Madre es
Madre
nuestra.
Como
hijos e
hijas de
María,
aprovechemos
todas
las
gracias
que le
han sido
concedidas,
y la
dignidad
incomparable
que le
procura
su
Concepción
Inmaculada
redunda
sobre
nosotros,
sus
hijos.
Aquí,
muy
cerca de
la
gruta, y
en
comunión
especial
con
todos
los
peregrinos
presentes
en los
santuarios
marianos
y con
todos
los
enfermos
de
cuerpo o
alma que
buscan
consuelo,
bendecimos
al Señor
por la
presencia
de María
en medio
de su
pueblo y
a Ella
dirigimos
con fe
nuestra
oración:
“Santa
María,
Tú que
te
apareciste
aquí,
hace
ciento
cincuenta
años, a
la joven
Bernadette,
‘Tú eres
la
verdadera
fuente
de
esperanza’
(Dante,
Par.,
XXXIII,12).
Como
peregrinos
confiados,
llegados
de todos
los
lugares,
venimos
una vez
más a
sacar de
tu
Inmaculado
Corazón
fe y
consuelo,
gozo y
amor,
seguridad
y paz.
‘Monstra
Te esse
Matrem’.
Muéstrate
como una
Madre
para
todos,
oh
María.
Danos a
Cristo,
esperanza
del
mundo.
Amén
BENEDICTO
XVI
Ángelus.
Domingo 14
de
septiembre
de
2008.Prairie,
Lourdes
|
Querido/a
suscriptor/a de EL CAMINO DE MARÍA.
%FullName%
%EmailAddress%
En el octavo capítulo de este e-Curso meditaremos sobre la la
oración de María. San Alfonso
María de Ligorio expresa:
Nadie en la
tierra ha practicado con tanta perfección como la Virgen la
gran enseñanza de nuestro Salvador: "Hay que rezar siempre y
no cansarse de rezar" (Lc 18,1). Nadie como María, dice san
Buenaventura, nos da ejemplo de cómo tenemos necesidad de
perseverar en la oración; es que, como atestigua san Alberto
Magno, la Madre de Dios, después de Jesucristo, fue el más
perfecto modelo de oración de cuantos han sido y serán.
Primero, porque su oración fue continua y perseverante.
Desde el primer momento en que con la vida gozó del uso
perfecto de la razón, como ya dijimos en el discurso de la
natividad de nuestra Señora, comenzó a rezar. Para meditar
mejor los sufrimientos de Cristo, dice Odilón, visitaba
frecuentemente los santos lugares de la natividad del Señor,
de la Pasión, de la sepultura. Su oración fue siempre de
sumo recogimiento, libre de cualquier distracción o de
sentimientos impropios. Escribe Dionisio Cartujano: Ningún
afecto desordenado ni distracción de la mente pudo apartar a
la Virgen de la luz de la contemplación, ni tampoco las
ocupaciones.
La Santísima
Virgen, por el amor que tenía a la oración, amó la soledad.
Comentando san Jerónimo las palabras del profeta: "He aquí
que la Virgen está encinta y va a dar a luz un hijo y le
pondrá el nombre de Emmanuel" (Is 7,14), dice que, en
hebreo, la palabra virgen significa propiamente virgen
retirada, de modo que el profeta predijo el amor de María
por la soledad. Dice Ricardo que el ángel le dijo las
palabras "el Señor está contigo" por el mérito de la soledad
que ella tanto amaba. Por eso afirma san Vicente Ferrer que
la Madre de Dios no salía de casa sino para ir al templo; y
entonces iba con toda modestia, con los ojos bajos. Por eso,
yendo a visitar a Isabel se fue con premura.
De aquí, dice
san Gregorio, deben aprender las vírgenes a huir de andar en
público. Afirma san Bernardo que María, por el amor a la
oración y a la soledad evitaba las conversaciones con los
hombres. Así es que el Espíritu Santo la llamó tortolilla:
"Hermosas son tus mejillas como de paloma" (Ct 1,9). Comenta
Vergelio que la paloma es amiga de la soledad y símbolo de
la vida unitiva. La Virgen vivió siempre solitaria en este
mundo como en un desierto, que por eso se dijo de ella:
"¿Quién es ésta que sube por el desierto como columnita de
humo?" (Ct 3,6). Así sube por el desierto, comenta Ruperto
abad, el alma que vive en soledad.
Dios no habla al
alma sino en la soledad. Y Dios mismo lo declaró: "La
llevaré a la soledad y le hablaré al corazón" (Os 2,16).
Exclama san Jerónimo: ¡Oh soledad en la que Dios habla y
conversa familiarmente! Sí, dice san Bernardo, porque la
soledad y el silencio que en la soledad se goza fuerzan al
alma a dejar los pensamientos terrenos y a meditar en los
bienes del cielo.
Virgen
santísima, consíguenos el amor a la oración y a la soledad
para que desprendiéndonos del amor desordenado a las
criaturas podamos aspirar sólo a Dios y al paraíso en el que
esperamos vernos un día para siempre, alabando y amando
juntos contigo a tu Hijo Jesús por los siglos de los siglos.
Amén.
"Venid a mí
todos los que me deseáis y hartaos de mis frutos" (Ecclo
24,19). Los frutos de María son sus virtudes. No se ha visto
otra semejante a ti ni otra que se te iguale. Tú sola has
agradado a Dios más que todas las demás criaturas.
¯¯¯
El Beato Juan Pablo II en la la
catequesis del miércoles 6 de noviembre de 2006,titulada
LA ORACIÓN DE MARÍA EN EL MAGNIFICAT,
expresó:
1.María, inspirándose en la tradición
del Antiguo Testamento, celebra con el
cántico del Magníficat las
maravillas que Dios realizó en Ella. Ese
cántico es la respuesta de la Virgen al
misterio de la Anunciación: el ángel la
había invitado a alegrarse; ahora María
expresa el jubilo de su espíritu en
Dios, su Salvador. Su alegría nace de
haber experimentado personalmente la
mirada benévola que Dios le dirigió a
Ella, criatura pobre y sin influjo en la
historia.
Con la expresión
Magníficat, versión latina de una
palabra griega que tenía el mismo
significado, se celebra la grandeza de
Dios, que con el anuncio del ángel
revela su Omnipotencia, superando las
expectativas y las esperanzas del pueblo
de la alianza e incluso los más nobles
deseos del alma humana.
Frente al Señor
Misericordioso, María manifiesta el
sentimiento de su pequeñez:
"Proclama mi alma la grandeza del Señor;
se alegra mi espíritu en Dios, mi
Salvador, porque ha mirado la
humillación de su esclava" (Lc
1, 4648). Probablemente, el
término griego ταπείνωσς esta tomado del
cántico de Ana, la madre de Samuel. Con
él se señalan la "humillación" y la
"miseria" de una mujer estéril (cf. 1
S 1, 11), que encomienda su pena al
Señor. Con una expresión semejante,
María presenta su situación de pobreza y
la conciencia de su pequeñez ante Dios
que, con decisión gratuita, puso su
mirada en Ella, joven humilde de
Nazaret, llamándola a convertirse en la
Madre del Mesías.
2.Las palabras
"desde ahora me felicitaran todas las
generaciones" (Lc 1,
48) toman como punto de partida la
felicitación de Isabel, que fue la
primera en proclamar a María
"dichosa" (Lc 1, 45). El
cántico, con cierta audacia, predice que
esa proclamación se irá extendiendo y
ampliando con un dinamismo incontenible.
Al mismo tiempo, testimonia la
veneración especial que la comunidad
cristiana ha sentido hacia la Madre de
Jesús desde el siglo I. El Magníficat
constituye la primicia de las
diversas expresiones de culto,
transmitidas de generación en
generación, con las que la Iglesia
manifiesta su amor a la Virgen de
Nazaret.
3."El Poderoso
ha hecho obras grandes por mí; su Nombre
es santo y su Misericordia llega a sus
fieles de generación en generación"
(Lc 1, 4950).
¿Que son esas "obras
grandes" realizadas en María por el
Poderoso? La expresión aparece en el
Antiguo Testamento para indicar la
liberación del pueblo de Israel de
Egipto o de Babilonia. En el
Magníficat se refiere al
acontecimiento misterioso de la
concepción virginal de Jesús, acaecido
en Nazaret después del anuncio del
ángel.
En el Magníficat,
cántico verdaderamente teológico
porque revela la experiencia del Rostro
de Dios hecha por María, Dios no sólo es
el Poderoso, pare el que
nada es imposible, como había declarado
Gabriel (cf. Lc 1, 37), sino
también el Misericordioso,
capaz de ternura y fidelidad para con
todo ser humano.
4. "Él hace
proezas con su brazo; dispersa a los
soberbios de corazón; derriba del trono
a los poderosos y enaltece a los
humildes; a los hambrientos los colma de
bienes y a los ricos los despide vacíos"
(Lc 1, 5153).
Con su lectura
sapiencial de la historia, María nos
lleva a descubrir los criterios de la
misteriosa acción de Dios. El Señor,
trastrocando los juicios del mundo,
viene en auxilio de los pobres y los
pequeños, en perjuicio de los ricos y
los poderosos, y, de modo sorprendente,
colma de bienes a los humildes, que le
encomiendan su existencia (cf.
Redemptoris Mater,
37).
Estas palabras del
cántico, a la vez que nos muestran en
María un modelo concreto y sublime, nos
ayudan a comprender que lo que atrae
la benevolencia de Dios es sobre todo la
humildad del corazón.
5. Por ultimo, el
cántico exalta el cumplimiento de las
promesas y la fidelidad de Dios hacia el
pueblo elegido: "Auxilia a Israel,
su siervo, acordándose de la
Misericordia, como lo había prometido a
nuestros padres, en favor de Abraham y
su descendencia por siempre" (Lc
1, 5455).
María, colmada de
dones divinos, no se detiene a
contemplar solamente su caso personal,
sino que comprende que esos dones son
una manifestación de la Misericordia de
Dios hacia todo su pueblo. En Ella Dios
cumple sus promesas con una fidelidad y
generosidad sobreabundantes.
El Magníficat,
inspirado en el Antiguo Testamento y en
la espiritualidad de la hija de Sión,
supera los textos proféticos que están
en su origen, revelando en la
"llena de gracia" el inicio de
una intervención divina que va mas allá
de las esperanzas mesiánicas de Israel:
el misterio santo de la Encarnación del
Verbo.
¯¯¯
Que María,
"Maestra de oración", nos ayude a meditar en nuestro corazón
y a comprender con nuestra inteligencia, los distintos textos que
forman parte de este e-Curso.
ORACIÓN DE SAN ALFONSO MARÍA DE
LIGORIO
María, esperanza mía,
mira a tus pies a un pobre pecador
tantas veces por mi culpa esclavo del
mal.
Reconozco que me dejé vencer del enemigo
por no acudir a Ti, refugio mío.
Si a Ti hubiera siempre recurrido
y siempre te hubiera invocado,
jamás hubiera caído.
Espero, Señora y Madre,
haber salido por tu medio del mal
y que Dios me habrá perdonado.
Pero temo caer de nuevo en sus cadenas.
Sé que mis enemigos desean perderme
y me preparan nuevos asaltos y
tentaciones.
Ayúdame Tú, mi Reina y mi Refugio.
Tenme bajo tu protección;
no consientas que de nuevo
me vea esclavo del pecado.
Sé que siempre que te invoque
me ayudarás a salir victorioso.
Virgen Santísima,
que siempre de Ti me acuerde,
sobre todo al encontrarme en la batalla;
haz que no deje de invocarte
diciendo: “María, ayúdame; ayúdame,
María”.
Y cuando llegue la hora de mi muerte,
Reina mía, asísteme entonces como nunca;
haz Tú misma que me acuerde de invocarte
con la boca y el corazón con más
frecuencia
para que, expirando
con tu dulce Nombre en los labios
y el de tu Hijo Jesús,
pueda ir a bendeciros y alabaros
para no separarme de vosotros
por toda la eternidad en el Cielo. Amén.
|
Marisa y Eduardo
CARTA APOSTÓLICA
SPIRITUS DOMINI
DEL SUMO PONTÍFICE
JUAN PABLO II
CON MOTIVO DEL II CENTENARIO DE LA MUERTE
DE SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
(...) Sin duda la
vida moderna plantea nuevos problemas que a menudo no es fácil resolver. Sin
embargo, deberá tenerse siempre presente, en la dirección de las almas y en el
ministerio de la enseñanza, que el criterio irrenunciable al que hay que
atenerse siempre sigue siendo la Palabra de Dios, tal como es auténticamente
interpretada por el Magisterio de la Iglesia. Además, hay que dejarse guiar
siempre por la benignidad pastoral, según la sabía advertencia del Papa Pablo
VI: "No disminuir en nada la saludable doctrina de Cristo es eminente forma de
caridad para con las almas. Pero ello debe acompañarse siempre con la paciencia
y la bondad de las que el Redentor mismo ha dado ejemplo al tratar con los
hombres"
La Carta que te
envío hoy, día del bicentenario de la muerte de San Alfonso, quiere expresar mis
convicciones y mis sentimientos referentes a un Santo que ha sido maestro de
sabiduría y padre en la fe.
Al dirigirme a
los hijos de San Alfonso esparcidos por todo el mundo, a los que dignamente
representas, quisiera recordar cuáles serían los deseos de tan gran Padre
respecto a su herencia que es la congregación por él fundada. Son los deseos que
San Alfonso, expresó en su vida, en su acción pastoral y en sus escritos: la
fidelidad a Cristo y a su Evangelio, la fidelidad a la Iglesia y a su misión en
el mundo, la fidelidad al hombre y a nuestro tiempo, la fidelidad al carisma de
vuestro instituto.
Sed siempre
en vuestra vida y en vuestra actividad, sin ceder jamás, los continuadores de la
obra del Redentor, del que lleváis el título y el nombre, según el fin de
vuestro instituto marcado por el Santo: "Seguir el ejemplo de Jesucristo,
predicando la Palabra de Dios a los pobres, como Él dijo de sí mismo: He sido
enviado a evangelizar a los pobres"
El ejemplo de San
Alfonso y de sus mejores hijos, reconocidos como Santos por la Iglesia, inspire
a todos vosotros el anhelo por la perfección en la santidad.
Gozoso por haber
participado con esta carta en las celebraciones de la Iglesia y de vuestro
instituto, imparto de corazón a ti, a todos los hijos de San Alfonso, a las
hermanas Redentoristas y a toda la familia alfonsiana una particular bendición
apostólica, prenda de gracias celestes.
Vaticano, 1 de
agosto de 1987, IX año de pontificado.
"Oh Madre mía, a vuestro Corazón confío las
angustias de mi corazón,
y a él vengo a buscar ánimo y fortaleza ".
Santa Bernardita.
ORACIÓN PARA
IMPLORAR FAVORES POR INTERCESIÓN DEL
BEATO
JUAN PABLO II
Oh
Dios Padre Misericordioso,
que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de
su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción
del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II la
gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la
Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia
y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz
que yo sepa también responder con fidelidad a las
exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos
los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de
amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que
te dignes glorificar al Beato Juan Pablo II y que me
concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).
A Tí, Padre Omnipotente,
origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive,
Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo
que santifica el universo, alabanza, honor y gloria
ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria
|
| |