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María, Madre
del sí.
Tú
escuchaste a
Jesús
y conoces el
timbre de su
Voz
y el latido
de su
Corazón.
Estrella de
la mañana,
háblanos de
Él
y
descríbenos
tu camino
para
seguirlo por
la senda de
la fe.
María, que
en Nazaret
habitaste
con Jesús,
imprime en
nuestra vida
tus
sentimientos,
tu
docilidad,
tu silencio
que escucha
y hace
florecer
la Palabra
en opciones
de auténtica
libertad.
María,
háblanos de
Jesús, para
que el
frescor
de nuestra
fe brille en
nuestros
ojos
y caliente
el corazón
de aquellos
con quienes
nos
encontremos,
como Tú
hiciste al
visitar a
Isabel,
que en su
vejez se
alegró
Contigo
por el don
de la vida.
María,
Virgen del
Magníficat
ayúdanos a
llevar la
alegría al
mundo
y, como en
Caná,
impulsa a
todos los
jóvenes
comprometidos
en el
servicio a
los hermanos
a hacer sólo
lo que Jesús
les diga.
María,
dirige tu
mirada al
ágora de los
jóvenes,
para que sea
el terreno
fecundo de
la Iglesia.
Ora para que
Jesús,
muerto y
resucitado,
renazca en
nosotros
y nos
transforme
en una noche
llena de
luz,
llena de Él.
María,
Virgen de
Loreto,
Puerta del
Cielo,
ayúdanos a
elevar
nuestra
mirada a las
alturas.
Queremos ver
a Jesús,
hablar con
Él
y anunciar a
todos su
Amor.
BENEDICTO
XVI .
ORACIÓN A LA
VIRGEN DE
LORETO.1 DE
SEPTIEMBRE
DE 2007
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Estimado(a)
suscriptor/a de EL CAMINO DE MARÍA.
En el séptimo capítulo de este e-Curso meditaremos sobre la la virtud de
la obediencia de la fe de María. San Alfonso
María de Ligorio expresa:
Por el amor que
María tenía a la virtud de la obediencia, cuando recibió la
Anunciación del ángel san Gabriel no quiso llamarse con otro
nombre más que con el de esclava: "He aquí la esclava
del Señor". Sí, dice santo Tomás de Villanueva,
porque esta esclava fiel ni en obras ni en pensamiento
contradijo jamás al Señor, sino que, desprendida de su
voluntad propia, siempre y en todo vivió obediente al divino
querer. Ella misma declaró que Dios se había complacido en
esta su obediencia cuando dijo: "Miró la humildad de
su esclava" (Lc 1,48), pues la humildad de una
sierva se manifiesta en estar pronta a obedecer. Dice san
Agustín que la Madre de Dios, con su obediencia, remedió el
daño que hizo Eva con su desobediencia. La obediencia de
María fue mucho más perfecta que la de todos los demás
santos, porque todos ellos, estando inclinados al mal por la
culpa original, tienen dificultad para obrar el bien, pero
no así la Virgen. Escribe san Bernardino: María, porque fue
inmune al pecado original, no tenía impedimentos para
obedecer a Dios, sino que fue como una rueda que giraba con
prontitud ante cualquier inspiración divina. De modo que,
como dice el mismo santo, siempre estaba contemplando la
Voluntad de Dios para ejecutarla. El alma de María era, como
oro derretido, pronta a recibir la forma que el Señor
quisiera.
Bien demostró
Maria lo pronto de su obediencia cuando por agradar a Dios
quiso obedecer hasta al emperador romano, emprendiendo el
viaje a Belén estando en estado y en pobreza, de modo que se
vio constreñida a dar a luz en un establo. También, ante el
aviso de san José, al punto, la misma noche, se puso en
camino hacia Egipto, en un viaje largo y difícil. ¿Por qué
se reveló a José que había que huir a Egipto y no a la
Virgen que había de experimentar en el viaje más trabajos?
Para darle ocasión de ejercitar la obediencia, para la cual
estaba muy preparada. Pero, sobre todo, demostró su
obediencia heroica cuando por obedecer a la divina voluntad
consintió la muerte de su Hijo con tanta constancia. Por
eso, a lo que dijo una mujer en el Evangelio:
"Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te
amamantaron", Jesús respondió: "Más
bienaventurados los que oyen la Palabra de Dios y la
cumplen" (Lc 11,28). En consecuencia María fue más
feliz por la obediencia al querer de Dios que por haber sido
hecha la Madre del mismo Dios.
Por esto agradan
muchísimo a la Virgen los amantes de la obediencia...
Hablando la Virgen a santa Brígida de la seguridad que da el
obedecer al director espiritual, le dijo: La obediencia
es la que introduce a todos en la gloria. Porque, decía
san Felipe Neri, que Dios no nos pide cuenta de lo realizado
por obedecer, habiendo dicho él mismo: "El que a
vosotros oye, a Mí me oye; el que a vosotros desprecia, a Mí
me desprecia" (Lc 10,16). Reveló también la Madre de
Dios a santa Brígida que Ella, por los méritos de su
obediencia, obtuvo del Señor que todos los pecadores que a
Ella se encomiendan sean perdonados.
Reina y Madre
nuestra, ruega a Jesús por nosotros, consíguenos por los
méritos de tu obediencia ser fieles en obedecer a su
Voluntad y las órdenes del director espiritual. Amén.
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El Beato Juan
Pablo II ha escrito en la
Carta Encíclica Redemptoris Mater, 15-16
EL CAMINO DE LA OBEDIENCIA DE LA FE DE MARÍA
15.María, cuando en
la Anunciación siente hablar del Hijo del que será madre y al
que « pondrá por nombre Jesús » (Salvador), llega a conocer
también que a el mismo « el Señor Dios le dará el trono de
David, su padre » y que « reinará sobre la casa de Jacob por los
siglos y su reino no tendrá fin » (Lc 1, 32-33) En esta
dirección se encaminaba la esperanza de todo el pueblo de
Israel. EL Mesías prometido debe ser « grande », e incluso el
mensajero celestial anuncia que « será grande »,
grande tanto por el nombre de Hijo del Altísimo como por
asumir la herencia de David. Por lo tanto, debe ser rey,
debe reinar « en la casa de Jacob ». María ha crecido en medio
de esta expectativa de su pueblo, podía intuir, en el momento de
la anunciación ¿qué significado preciso tenían las palabras del
ángel? ¿Cómo conviene entender aquel « reino » que no « tendrá
fin »?
Aunque por medio de
la fe se haya sentido en aquel instante Madre del « Mesías-rey
», sin embargo responde: «He aquí la esclava del Señor;
hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38 ). Desde
el primer momento, María profesa sobre todo «la obediencia de
la fe », abandonándose al significado que, a las palabras de
la Anunciación, daba aquel del cual provenían: Dios mismo.
16.Siempre a través
de este camino de la «obediencia de la fe» María
oye algo más tarde otras palabras; las pronunciadas por
Simeón en el templo de Jerusalén. Cuarenta días después
del nacimiento de Jesús, según lo prescrito por la Ley de
Moisés, María y José « llevaron al Niño a Jerusalén para
presentarle al Señor » (Lc 2, 22) El nacimiento se había
dado en una situación de extrema pobreza. Sabemos, pues, por
Lucas que, con ocasión del censo de la población ordenado por
las autoridades romanas, María se dirigió con José a Belén; no
habiendo encontrado « sitio en el alojamiento », dio a luz a
su hijo en un establo y «le acostó en un pesebre » (cf.
Lc 2, 7).
Un hombre justo y
piadoso, llamado Simeón, aparece al comienzo del « itinerario »
de la fe de María. Sus palabras, sugeridas por el Espíritu Santo
(cf. Lc 2, 25-27), confirman la verdad de la Anunciación.
Leemos, en efecto, que « tomó en brazos » al Niño, al que —según
la orden del ángel— « se le dio el nombre de Jesús » (cf. Lc
2, 21). El discurso de Simeón es conforme al significado de este
nombre, que quiere decir Salvador: « Dios es la salvación ».
Vuelto al Señor, dice lo siguiente: « Porque han visto mis ojos
tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los
pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu
pueblo Israel » (Lc 2, 30-32). Al mismo tiempo, sin embargo,
Simeón se dirige a María con estas palabras: « Este está puesto
para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal
de contradicción ... a fin de que queden al descubierto las
intenciones de muchos corazones »; y añade con referencia
directa a María: "y a Ti misma una espada te atravesará el alma"
(Lc 2, 34-35). Las palabras de Simeón dan nueva luz al
anuncio que María ha oído del ángel: Jesús es el Salvador, es «
luz para iluminar » a los hombres. ¿No es Aquel que se
manifestó, en cierto modo, en la Nochebuena, cuando los
pastores fueron al establo? ¿No es Aquel que debía
manifestarse todavía más con la llegada de los Magos del
Oriente? (cf. Mt 2, 1-12). Al mismo tiempo,
sin embargo, ya al comienzo de su vida, el Hijo de María —y con
Él su Madre— experimentarán en Sí mismos la verdad de las
restantes palabras de Simeón: «Señal de contradicción»
(Lc 2, 34). El anuncio de Simeón parece como un segundo
anuncio a María, dado que le indica la concreta
dimensión histórica en la cual el Hijo cumplirá su misión, es
decir en la incomprensión y en el dolor. Si por un lado, este
anuncio confirma su fe en el cumplimiento de las promesas
divinas de la salvación, por otro, le revela también que deberá
vivir en el sufrimiento su obediencia de fe al lado del Salvador
que sufre, y que su maternidad será oscura y dolorosa. En
efecto, después de la visita de los Magos, después de su
homenaje (« postrándose le adoraron »), después de ofrecer unos
dones (cf. Mt 2, 11), María con el Niño debe huir a
Egipto bajo la protección diligente de José, porque «
Herodes buscaba al Niño para matarlo » (cf. Mt 2, 13). Y
hasta la muerte de Herodes tendrán que permanecer en Egipto (cf.
Mt 2, 15).
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Que María,
"Esclava del Señor", nos ayude a meditar en nuestro corazón
y a comprender con nuestra inteligencia, los distintos textos que
forman parte de este e-Curso.
ORACIÓN DE SAN ALFONSO MARÍA DE
LIGORIO
¡Madre de Dios y Reina de los ángeles!
¡Esperanza de los hombres!
¡Mira al que te llama y a Ti recurre!
Me postro ante Ti, yo, pobre esclavo
me consagro por tu siervo para siempre
y me ofrezco a servirte y honrarte
cuanto pueda, toda la vida.
Poco puede honrarte
un esclavo tan rebelde
que tanto ha ofendido a mi Dios y
Redentor.
Pero si me aceptas, aunque sin
merecerlo,
y con tu intercesión me haces digno,
tu misma misericordia me hará santo
y te daré el honor que solo no puedo.
Acéptame y no me rechaces, Madre mía.
Estas ovejas perdidas
vino a rescatar el Verbo eterno,
y por salvarlas se hizo Hijo tuyo.
¿Despreciarás a esta oveja extraviada
que a Ti recurre para encontrar a Jesús?
Ya está entregado el rescate que me
salva;
mi Salvador ya derramó su Sangre
preciosa,
la que basta para salvar mil mundos.
Basta que esa Sangre se me aplique,
y esto en tus manos está, Virgen
bendita.
En tus manos está salvar al que quieres.
Ayúdame, mi Reina, y sálvame.
En Ti confío, a tu intercesión me
entrego.
Salud de los que te invocan, sálvame.
|
Marisa y Eduardo
CARTA APOSTÓLICA
SPIRITUS DOMINI
DEL SUMO PONTÍFICE
JUAN PABLO II
CON MOTIVO DEL II CENTENARIO DE LA MUERTE
DE SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
(...) La popularidad
del Santo debe su fascinación a la disponibilidad, a la claridad, a la
sencillez, al optimismo, a la afabilidad que llega a ser ternura. En la raíz de
este su sentido del pueblo está el ansia de la salvación. Salvarse y salvar. Una
salvación que va hasta la perfección, la santidad. El sistema de referencias de
su acción pastoral no excluye a nadie: escribe a todos, escribe para todos.
Impulsa a los Pastores del Pueblo de Dios: en particular, obispos, sacerdotes,
religiosos, al don de sí mismos en bien del pueblo a ellos confiado de una u
otra manera.
El mensaje de
Alfonso, incluso cuando él lo renueva, y precisamente entonces, emerge de la
conciencia plurisecular de la Iglesia. Tuvo, como pocos, el "sensus Ecclesiae":
un criterio que le acompañó en la búsqueda teológica y en la praxis pastoral
hasta llegar a ser, de algún modo, la voz de la Iglesia. Particularísima
veneración tuvo el Santo hacia el Sumo Pontífice, cuyo Primado e infalibilidad
defendió en tiempos difíciles y manifestó esta veneración incluso en el plano
personal, por encima de todas las pruebas.
Si como Santo,
obispo y doctor, San Alfonso pertenece a toda la Iglesia, como fundador
representa el punto de obligada referencia para su congregación.
A este respecto
deseo subrayar en particular tres aspectos de su "lección" de vida: la
cercanía al pueblo. Estando la Congregación del Santísimo Redentor difundida
por todo el mundo, la búsqueda de las "almas más abandonadas", que fue la
intuición del fundador, debe realizarse según las particulares exigencias de
lugar y de tiempo, en una fidelidad radical. En esta búsqueda, la preferencia
será para los más humildes y sencillos, que generalmente son también los más
pobres.
(Continúa en el capítulo siguiente)
"Oh Madre mía, a vuestro Corazón confío las
angustias de mi corazón,
y a él vengo a buscar ánimo y fortaleza ".
Santa Bernardita.
ORACIÓN PARA
IMPLORAR FAVORES POR INTERCESIÓN DEL
BEATO
JUAN PABLO II
Oh
Dios Padre Misericordioso,
que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de
su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción
del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II la
gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la
Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia
y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz
que yo sepa también responder con fidelidad a las
exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos
los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de
amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que
te dignes glorificar al Beato Juan Pablo II y que me
concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).
A Tí, Padre Omnipotente,
origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive,
Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo
que santifica el universo, alabanza, honor y gloria
ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria
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