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LAS
VIRTUDES DE MARÍA SANTÍSIMA
San
Alfonso María de Ligorio
"...El
Concilio ofrece a los
creyentes algunos criterios para vivir
de manera auténtica su relación filial
con María: «Los fieles, además, deben
recordar que la verdadera devoción no
consiste ni en un sentimiento pasajero y
sin frutos ni en una credulidad vacía.
Al contrario, procede de la verdadera
fe, que nos lleva a reconocer la
grandeza de la Madre de Dios y nos anima
a amar como hijos a nuestra Madre y a
imitar sus virtudes» (Lumen
Gentium, 67).
Con estas palabras los padres
conciliares ponen en guardia contra la
«credulidad vacía» y el predomino del
sentimiento. Y sobre todo quieren
reafirmar que la devoción mariana
auténtica, al proceder de la fe y del
amoroso reconocimiento de la dignidad de
María, impulsa al afecto filial hacia
Ella y suscita el firme propósito de
imitar sus virtudes..."
Beato Juan Pablo II. Audiencia 29 de
octubre de 1997
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¡DIOS TE SALVE, MARÍA!
Te
saludamos con el Ángel: ¡Llena
de gracia. El Señor está contigo!.
Te
saludamos con Isabel: ¡Bendita
tú entre las mujeres y bendito el
fruto de tu vientre! ¡Feliz porque
has creído a las promesas divinas!
Te
saludamos con las palabras del Evangelio:
Feliz
porque has escuchado la Palabra de Dios
y la has cumplido.
¡Tú
eres la llena de gracia!
Te
alabamos, Hija predilecta del Padre.
Te bendecimos, Madre del Verbo Divino.
Te veneramos, Sagrario del Espíritu
Santo.
Te invocamos; Madre y Modelo de toda
la Iglesia.
Te contemplamos, imagen realizada de las
esperanzas de toda la humanidad.
¡El
Señor está contigo!
Tú eres la
Virgen de la Anunciación, el Sí de
la humanidad al misterio de la salvación.
Tú eres la Hija de Sión y el Arca de la
nueva Alianza en el misterio de la
Visitación.
Tú eres la Madre de Jesús, la que
lo mostraste a los pastores y a los sabios
de Oriente.
Tú eres la Madre que ofrece a su Hijo
en el templo, lo acompaña hasta Egipto
y lo conduce a Nazaret.
Tú eres la Virgen de los caminos de
Jesús, de la vida oculta y del milagro
de Caná.
Tú eres la Madre Dolorosa del Calvario
y Virgen gozosa de la Resurrección.
Tú eres la Madre de los discípulos de
Jesús en la espera y en el gozo de
Pentecostés.
¡Bendita
Tú eres ...!
Porque creíste en la Palabra del Señor,
Porque esperaste en sus promesas,
Porque fuiste perfecta en el amor.
Por tu caridad premurosa con Isabel,
Por tu bondad materna en Belén,
Por tu fortaleza en la persecución,
Por tu perseverancia en la búsqueda de
Jesús en el templo,
Por tu vida sencilla en Nazaret,
Por tu intercesión en Caná,
Por tu presencia maternal junto a la Cruz,
Por tu fidelidad en la espera de la
Resurrección,
Por tu oración asidua en Pentecostés.
Por la gloria de tu Asunción a los cielos,
Por tu maternal protección sobre la
Iglesia,
Por tu constante intercesión por toda la
humanidad.
¡Santa
María, Madre de Dios! Queremos consagrarnos a Ti.
Porque
eres Madre de Dios y Madre nuestra.
Porque tu Hijo Jesús nos confió a Ti.
Porque has querido ser Madre de la
Iglesia.
¡Santa María,
Madre de Dios!
Nos
consagramos a Ti:
Los
obispos, que a imitación del Buen Pastor
velan por el Pueblo de Dios.
Los sacerdotes, que han sido ungidos por
el Espíritu.
Los religiosos y religiosas, que ofrendan
su vida por el Reino de Cristo.
Los seminaristas, que han acogido la
llamada del Señor.
Los esposos cristianos en la unidad e
indisolubilidad de su amor con sus
familias.
Los seglares comprometidos en el
apostolado.
Los jóvenes que anhelan una sociedad
nueva.
Los niños que merecen un mundo más
pacífico y humano.
Los enfermos, los pobres, los
encarcelados, los perseguidos, los
huérfanos, los desesperados, los
moribundos.
¡Ruega
por nosotros pecadores!
Madre de
la Iglesia, bajo tu patrocinio nos
acogemos y a tu inspiración nos
encomendamos.
Te pedimos
por la Iglesia, para que sea fiel en la
pureza de la fe, en la firmeza de la
esperanza, en el fuego de la caridad, en
la disponibilidad apostólica y misionera,
en el compromiso por promover la justicia
y la paz entre los hijos de esta tierra
bendita.
Te
suplicamos que toda la Iglesia se mantenga
siempre en perfecta comunión de fe y de
amor, unida a la Sede de Pedro con
estrechos vínculos de obediencia y de
caridad.
Te
encomendamos la fecundidad de la nueva
evangelización, la fidelidad en el amor de
preferencia por los pobres y la formación
cristiana de los jóvenes, el aumento de
las vocaciones sacerdotales y religiosas,
la generosidad de los que se consagran a
la misión, la unidad y la santidad de
todas las familias.
¡Ahora y
en la hora de nuestra muerte!
¡Virgen,
Madre nuestra! Ruega por nosotros ahora.
Concédenos el don inestimable de la paz,
la superación de todos los odios y
rencores, la reconciliación de todos los
hermanos. Te lo pedimos a Ti, a quien
invocamos como Reina de la Paz. Que cese
la violencia y la guerrilla. Que progrese
y se consolide el diálogo y se inaugure
una convivencia pacífica. Que se abran
nuevos caminos de justicia y de
prosperidad.
Te
encomendamos a todas las víctimas de la
injusticia y de la violencia, a todos los
que han muerto en las catástrofes
naturales, a todos los que en la hora de
la muerte acuden a Ti como Madre. Sé para
todos nosotros Puerta del Cielo, vida,
dulzura y esperanza, para que, juntos,
podamos contigo glorificar al Padre, al
Hijo y al Espíritu Santo. Amén!
ORACIÓN EN EL SANTUARIO DE
CHIQUINQUIRÁ . COLOMBIA . 1986
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Estimado(a)
suscriptor/a de EL CAMINO DE MARÍA
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Bienvenido(a)/s
al e-Curso "LAS VIRTUDES DE MARÍA SANTÍSIMA"
que hemos terminado de diseñar el 8 de septiembre de 2011,
festividad del NACIMIENTO DE LA INMACULADA VIRGEN MARÍA.
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Cada uno de
los capítulos que contiene este e-Curso desarrolla una a una las
Virtudes de María Santísima descriptas por
San Alfonso María de Ligorio en su libro Las
Glorias de María. Asimismo hemos incluído textos catequéticos
y oraciones del Beato
Juan Pablo II y del Santo Padre Benedicto XVI.
Las
direcciones de nuestro sitio
SantoRosario.info donde se encuentran los textos de cada
virtud son las siguientes:
AMOR
A DIOS
http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Amor.a.Dios.htm
AMOR
AL PRÓJIMO
http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Amor.al.projimo.htm
CASTIDAD
http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Castidad.htm
ESPERANZA
http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Esperanza.htm
FE
http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Fe.htm
HUMILDAD
http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Humildad.htm
OBEDIENCIA
http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Obediencia.htm
ORACIÓN
http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Oracion.htm
PACIENCIA
http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Paciencia.htm
POBREZA
http://www.santorosario.info/Virtudes.de.Maria.Santisima/Pobreza.htm
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En la introducción
a LAS VIRTUDES DE MARÍA, San Alfonso
María de Ligorio expresa:
"Dice
san Agustín que para obtener con seguridad y
en abundancia los favores de los santos es
necesario imitarlos para que viendo que
practicamos las virtudes que ellos
ejercitaron se sientan más movidos a
interceder por nosotros. La Reina de los
santos y nuestra primera Abogada María, en
cuanto arranca a un alma de las garras de
satanás y la une a Dios, quiere que se ponga
a imitarla; de lo contrario no podrá
enriquecerla de gracia como quisiera
viéndola tan en contra de sus costumbres.
Por eso María llama bienaventurados a los
que imitan su vida con esmero: "Ahora,
hijos, oídme: dichosos los que guardan mis
caminos" (Pr 8,32). El que ama, o es
semejante o trata de parecerse a la persona
amada, conforme al célebre dicho: el amor, o
los encuentra o los hace iguales. Por eso
exhorta san Jerónimo a que si amamos a María
tratemos de imitarla porque éste es el mayor
obsequio que podemos ofrecerle... Procure, pues, el hijo,
concluye san Bernardo, imitar a la Madre si
desea sus favores, porque al verse honrada
como madre lo tratará como verdadero hijo.
Al
hablar de las virtudes de esta Madre, aunque
pudiera parecer que son pocas las cosas que
de Ella en particular, nos refieren los
santos Evangelios, sin embargo, con decir
que es la Llena de gracia es claro que Ella
poseyó todas las virtudes, y todas en grado
heroico. De tal manera, dice santo Tomás,
que en aquella virtud en que ha sido
extraordinario cualquier santo en
particular, la Bienaventurada Virgen ha sido
excelente, y en todas se nos presenta como
ejemplar. De modo parecido dice san
Ambrosio: Fue María de tal condición que su
sola vida es modelo para la de todos. Por lo
que después escribió: "Sea para vosotros la
virginidad de María y su vida, como si se
representara en un espejo en el que brilla
todo modelo de toda virtud. Tomad de aquí
ejemplos de vida..., lo que debáis corregir,
aquello de lo que debáis huir, lo que tenéis
que hacer".
Y
porque, como nos enseñan los santos Padres,
la humildad es el fundamento de todas las
virtudes, por eso veremos en primer
lugar lo grande que fue la humildad de la Madre de Dios."
¯¯¯
Le(s) sugerimos que Invite(n) a sus amigos y conocidos a
inscribirse gratuitamente en el e-Curso LAS VIRTUDES DE MARÍA
SANTÍSIMA. Deben llenar el formulario con su nombre y su
correo electrónico desde la siguiente dirección:
http://www.SantoRosario.info/formulario6.htm
¯¯¯
Que María,
«Mediadora de todas las gracias», nos ayude a meditar en nuestro corazón, comprender con nuestra inteligencia,
y poner por obra las virtudes que
forman parte de este e-Curso.
ORACIÓN DE SAN ALFONSO MARÍA DE
LIGORIO
Señora, que con tu Amor y tus beneficios robas los corazones de tus hijos, roba también mi pobre corazón que tanto desea amarte Con tu belleza has enamorado a Dios y lo has atraído del Cielo a tu seno. ¿Viviré sin amarte, Madre mía? No quiero descansar hasta estar cierto de haber conseguido tu Amor, pero un amor constante y tierno hacia Ti, Madre mía, que tan tiernamente me has amado aun cuando yo era tan ingrato. ¿Qué sería de mí, Madre, si Tú no me hubieras amado e impetrado tantas misericordias? Si tanto me has amado cuando no te
amaba, cuánto confío en tu bondad ahora que te
amo. Te amo, madre mía, y quisiera un gran corazón que te amara por todos quienes que no te aman. Quisiera una lengua que pudiera alabarte por mil, y dar a conocer a todos tu grandeza, tu santidad, tu misericordia y el amor con que amas a los que te
quieren. Si tuviera riquezas, todas quisiera gastarlas en honrarte. Quisiera, en fin, si falta hiciera, dar por Ti y por tu gloria hasta la
vida. Te amo, Madre mía, pero al tiempo temo no amarte cual debiera porque oigo decir que el amor hace, a los que se aman, semejantes. Y si yo soy de Ti tan diferente, triste señal será de que no te amo. ¡Tú tan pura y yo tan impuro! ¡Tú tan humilde y yo tan soberbio! ¡Tú tan santa y yo tan pecador! Pero esto Tú lo puedes remediar, María. Hazme semejante a Ti pues que me amas. Tú eres poderosa para cambiar corazones; toma el mío y transfórmalo. Que vea el mundo lo poderosa que eres a favor de aquellos que te aman. Hazme digno de tu Hijo, hazme santo. Así lo espero, así sea.
|
Marisa y Eduardo
BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Plaza de San Pedro . Miércoles 30 de
marzo de 2011
SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy quiero presentaros la figura de un
santo doctor de la Iglesia al que debemos mucho, porque fue un insigne teólogo
moralista y un maestro de vida espiritual para todos, sobre todo para la gente
sencilla (...) .
Alfonso María de Ligorio nació en 1696
en el seno de una familia napolitana noble y rica. Dotado de notables cualidades
intelectuales, con tan sólo 16 años obtuvo el doctorado en derecho civil y
canónico. Era el abogado más brillante del foro de Nápoles: durante ocho años
ganó todas las causas que defendió. Sin embargo, en su alma sedienta de Dios y
deseosa de perfección el Señor lo llevó a comprender que lo llamaba a una
vocación muy diferente. De hecho, en 1723, indignado por la corrupción y la
injusticia que viciaban el ambiente del foro, abandonó su profesión —y con ella
la riqueza y el éxito— y decidió hacerse sacerdote, a pesar de la oposición de
su padre. Tuvo excelentes maestros, que lo introdujeron en el estudio de la
Sagrada Escritura, de la historia de la Iglesia y de la mística. Adquirió una
amplia cultura teológica, que comenzó a dar fruto cuando, algunos años después,
emprendió su obra de escritor. Fue ordenado sacerdote en 1726 y se unió, para el
ejercicio de su ministerio, a la Congregación diocesana de las Misiones
Apostólicas. Alfonso inició una labor de evangelización y catequesis entre los
estratos más bajos de la sociedad napolitana, a la que le gustaba predicar y a
la que instruía en las verdades fundamentales de la fe. No pocas de estas
personas, pobres y modestas, a las que se dirigía, a menudo se entregaban a los
vicios y realizaban acciones criminales. Con paciencia les enseñaba a rezar,
animándolas a mejorar su modo de vivir. Alfonso obtuvo resultados excelentes: en
los barrios más miserables de la ciudad se multiplicaban los grupos de personas
que, al caer la tarde, se reunían en las casas privadas y en los talleres, para
rezar y meditar la Palabra de Dios, bajo la guía de algunos catequistas formados
por Alfonso y por otros sacerdotes, que visitaban regularmente a estos grupos de
fieles. Cuando, por deseo expreso del arzobispo de Nápoles, estas reuniones
comenzaron a celebrarse en las capillas de la ciudad, tomaron el nombre de
«capillas vespertinas». Estas capillas fueron una auténtica fuente de educación
moral, de saneamiento social y de ayuda recíproca entre los pobres, con lo cual
casi se acabaron los robos, los duelos y la prostitución.
Aunque el contexto social y religioso
de la época de san Alfonso era muy distinto del nuestro, las «capillas
vespertinas» son un modelo de acción misionera en el que nos podemos inspirar
también hoy para una «nueva evangelización», especialmente de los más pobres, y
para construir una convivencia humana más justa, fraterna y solidaria. A los
sacerdotes se les ha confiado una tarea de ministerio espiritual, mientras que
laicos bien formados pueden ser animadores cristianos eficaces, auténtica
levadura evangélica en el seno de la sociedad.
Después de pensar en ir a evangelizar a
los pueblos paganos, Alfonso, a la edad de 35 años, entró en contacto con los
campesinos y los pastores de las regiones interiores del reino de Nápoles y,
sorprendido por su ignorancia religiosa y por el estado de abandono en que se
hallaban, decidió dejar la capital y dedicarse a estas personas, que eran pobres
espiritual y materialmente. En 1732 fundó la Congregación religiosa del
Santísimo Redentor, que puso bajo la protección del obispo Tommaso Falcoia, y de
la que sucesivamente se convirtió en el superior. Estos religiosos, dirigidos
por Alfonso, fueron auténticos misioneros itinerantes, que llegaban incluso a
las aldeas más remotas, exhortando a la conversión y a la perseverancia en la
vida cristiana sobre todo por medio de la oración. Todavía hoy, los
redentoristas, esparcidos por numerosos países del mundo, con nuevas formas de
apostolado, continúan esta misión de evangelización. Pienso en ellos con
gratitud, exhortándolos a ser siempre fieles al ejemplo de su santo fundador.
Estimado por su bondad y por su celo
pastoral, en 1762 Alfonso fue nombrado obispo de Sant’Agata dei Goti, ministerio
que, por concesión del Papa Pío VI, abandonó en 1775 a causa de las enfermedades
que sufría. El mismo Pontífice, en 1787, al recibir la noticia de su muerte, que
se produjo en medio de muchos sufrimientos, exclamó: «¡Era un santo!». Y no se
equivocó: Alfonso fue canonizado en 1839, y en 1871 fue declarado doctor de la
Iglesia. Este título es muy apropiado por muchas razones. Ante todo, porque
propuso una rica enseñanza de teología moral, que expresa adecuadamente la
doctrina católica, hasta el punto de que fue proclamado por el Papa Pío XII
«patrono de todos los confesores y los moralistas».
En su época se había difundido una
interpretación muy rigorista de la vida moral, entre otras razones por la
mentalidad jansenista que, en vez de alimentar la confianza y esperanza en la
Misericordia de Dios, fomentaba el miedo y presentaba un Rostro de Dios adusto y
severo, muy lejano del que nos reveló Jesús. San Alfonso, sobre todo en su obra
principal, titulada Teología moral, propone una síntesis equilibrada y
convincente entre las exigencias de la Ley de Dios, esculpida en nuestros
corazones, revelada plenamente por Cristo e interpretada con autoridad por la
Iglesia, y los dinamismos de la conciencia y de la libertad del hombre, que
precisamente en la adhesión a la verdad y al bien permiten la maduración y la
realización de la persona. A los pastores de almas y a los confesores Alfonso
recomendaba ser fieles a la doctrina moral católica, asumiendo al mismo tiempo
una actitud caritativa, comprensiva, dulce, para que los penitentes se sintieran
acompañados, sostenidos y animados en su camino de fe y de vida cristiana. San
Alfonso nunca se cansaba de repetir que los sacerdotes son un signo visible de
la infinita Misericordia de Dios, que perdona e ilumina la mente y el corazón
del pecador para que se convierta y cambie de vida. En nuestra época, en la que
son claros los signos de pérdida de la conciencia moral y —es preciso
reconocerlo— de cierta falta de estima hacia el sacramento de la Confesión, la
enseñanza de san Alfonso sigue siendo de gran actualidad.
Junto a las obras de teología, san
Alfonso compuso muchos otros escritos, destinados a la formación religiosa del
pueblo. El estilo es sencillo y agradable. Las obras de san Alfonso, leídas y
traducidas a numerosas lenguas, han contribuido a plasmar la espiritualidad
popular de los últimos dos siglos. Algunas de ellas son textos que se leen con
gran provecho también hoy, como Las máximas eternas, Las
glorias de María, La práctica de amar a Jesucristo, obra
—esta última— que representa la síntesis de su pensamiento y su obra maestra.
Insiste mucho en la necesidad de la oración, que permite abrirse a la Gracia
divina para cumplir diariamente la Voluntad de Dios y conseguir la propia
santificación.
Con respecto a la oración escribe:
«Dios no niega a nadie la gracia de la oración, con la que se obtiene la
ayuda para vencer toda concupiscencia y toda tentación. Y digo, replico y
replicaré siempre, mientras viva, que toda nuestra salvación está en el rezar».
De aquí su famoso axioma: «Quien reza se salva» (Del gran
mezzo della preghiera e opusculi affini. Opere Ascetiche II, Roma 1962, p.
171). Me viene a la mente, a este propósito, la exhortación de mi predecesor, el
venerable siervo de Dios Juan Pablo II: «Nuestras comunidades cristianas
tienen que llegar a ser auténticas “escuelas de oración”... Hace falta, por
tanto, que enseñar a orar se convierta de alguna manera en un punto determinante
de toda programación pastoral» (Novo
millennio ineunte,
33
y 34).
Entre las formas de oración aconsejadas
encarecidamente por san Alfonso destaca la visita al Santísimo Sacramento o,
como diríamos hoy, la adoración, breve o prolongada, personal o comunitaria,
ante la Eucaristía. «Ciertamente —escribe Alfonso— entre
todas las devociones esta de adorar a Jesús sacramentado es la primera después
de los sacramentos, la más querida por Dios y la más útil para nosotros... ¡Oh,
qué gran delicia estar ante un altar con fe... y presentarle nuestras
necesidades, como hace un amigo a otro con el que se tiene total confianza!»
(Visitas al Santísimo Sacramento y a María Santísima para cada día del
mes. Introducción).
La espiritualidad alfonsiana es, de
hecho, eminentemente cristológica, centrada en Cristo y en su Evangelio. La
meditación del misterio de la Encarnación y de la Pasión del Señor son
frecuentemente objeto de su predicación, pues en estos acontecimientos se ofrece
«abundantemente» la Redención a todos los hombres. Y precisamente porque es
cristológica, la piedad alfonsiana es también exquisitamente mariana.
Muy devoto de María, Alfonso ilustra su
papel en la historia de la salvación: asociada a la Redención y Mediadora de
gracia, Madre, Abogada y Reina. Además, san Alfonso afirma que la devoción a
María nos confortará grandemente en el momento de nuestra muerte. Estaba
convencido de que la meditación sobre nuestro destino eterno, sobre nuestra
llamada a participar para siempre en la felicidad de Dios, así como sobre la
trágica posibilidad de la condenación, contribuye a vivir con serenidad y
compromiso, y a afrontar la realidad de la muerte conservando siempre la
confianza en la bondad de Dios.
San Alfonso María de Ligorio es un
ejemplo de pastor celoso, que conquistó las almas predicando el Evangelio y
administrando los sacramentos, combinado con un modo de actuar basado en una
bondad humilde y suave, que nacía de la intensa relación con Dios, que es la
Bondad infinita. Tuvo una visión optimista, pero realista, de los recursos de
bien que el Señor da a cada hombre y concedió importancia a los afectos y a los
sentimientos del corazón, además de la mente, para poder amar a Dios y al
prójimo.
En conclusión, quiero recordar que
nuestro santo, análogamente a san Francisco de Sales —del que hablé hace algunas
semanas— insiste en decir que la santidad es accesible a todos los cristianos:
«El religioso como religioso, el seglar como seglar, el sacerdote como
sacerdote, el casado como casado, el comerciante como comerciante, el soldado
como soldado, y así sucesivamente en todos los estados» (Pratica di amare
Gesù Cristo. Opere ascetiche I, Roma 1933, p. 79). Demos gracias al Señor
porque, con su Providencia, suscita santos y doctores en lugares y tiempos
diversos, que hablan el mismo lenguaje para invitarnos a crecer en la fe y a
vivir con amor y con alegría nuestra vida cristiana en las sencillas acciones de
cada día, para caminar por la senda de la santidad, por la senda que lleva a
Dios y a la verdadera alegría. Gracias.
"Oh Madre mía, a vuestro Corazón confío las
angustias de mi corazón,
y a él vengo a buscar ánimo y fortaleza ".
Santa Bernardita.
ORACIÓN PARA
IMPLORAR FAVORES POR INTERCESIÓN DEL
BEATO
JUAN PABLO II
Oh
Dios Padre Misericordioso,
que por mediación de Jesucristo, nuestro Redentor, y de
su Madre, la Bienaventurada Virgen María, y la acción
del Espíritu Santo, concediste al Beato Juan Pablo II la
gracia de ser Pastor ejemplar en el servicio de la
Iglesia peregrina, de los hijos e hijas de la Iglesia
y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, haz
que yo sepa también responder con fidelidad a las
exigencias de la vocación cristiana, convirtiendo todos
los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de
amarte y de servir al Reino de Jesucristo. Te ruego que
te dignes glorificar al Beato Juan Pablo II y que me
concedas por su intercesión el favor que te pido... (pídase).
A Tí, Padre Omnipotente,
origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el que vive,
Señor del tiempo y de la historia, en el Espíritu Santo
que santifica el universo, alabanza, honor y gloria
ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria
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