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(se rezan lunes y sábado) Introducción: "...El primer ciclo, el de los «misterios gozosos», se caracteriza efectivamente por el gozo que produce el acontecimiento de la encarnación. Esto es evidente desde la anunciación, cuando el saludo de Gabriel a la Virgen de Nazaret se une a la invitación a la alegría mesiánica: «Alégrate, María». A este anuncio apunta toda la historia de la salvación, es más, en cierto modo, la historia misma del mundo. En efecto, si el designio del Padre es de recapitular en Cristo todas las cosas (cf. Ef 1, 10), el don divino con el que el Padre se acerca a María para hacerla Madre de su Hijo alcanza a todo el universo. A su vez, toda la humanidad está como implicada en el fiat con el que Ella responde prontamente a la voluntad de Dios. El regocijo se percibe en la escena del encuentro con Isabel, dónde la voz misma de María y la presencia de Cristo en su seno hacen «saltar de alegría» a Juan (cf. Lc 1, 44). Repleta de gozo es la escena de Belén, donde el nacimiento del divino Niño, el Salvador del mundo, es cantado por los ángeles y anunciado a los pastores como «una gran alegría» (Lc 2, 10). Pero ya los dos últimos misterios, aun conservando el sabor de la alegría, anticipan indicios del drama. En efecto, la presentación en el templo, a la vez que expresa la dicha de la consagración y extasía al viejo Simeón, contiene también la profecía de que el Niño será «señal de contradicción» para Israel y de que una espada traspasará el alma de la Madre (cf. Lc 2, 34-35). Gozoso y dramático al mismo tiempo es también el episodio de Jesús de 12 años en el templo. Aparece con su sabiduría divina mientras escucha y pregunta, y ejerciendo sustancialmente el papel de quien 'enseña'. La revelación de su misterio de Hijo, dedicado enteramente a las cosas del Padre, anuncia aquella radicalidad evangélica que, ante las exigencias absolutas del Reino, cuestiona hasta los más profundos lazos de afecto humano. José y María mismos, sobresaltados y angustiados, «no comprendieron» sus palabras (Lc 2, 50). De este modo, meditar los misterios «gozosos» significa adentrarse en los motivos últimos de la alegría cristiana y en su sentido más profundo. Significa fijar la mirada sobre lo concreto del misterio de la Encarnación y sobre el sombrío preanuncio del misterio del dolor salvífico. María nos ayuda a aprender el secreto de la alegría cristiana, recordándonos que el cristianismo es ante todo evangelion, 'buena noticia', que tiene su centro o, mejor dicho, su contenido mismo, en la persona de Cristo, el Verbo hecho carne, único Salvador del mundo. .." (ROSARIUM VIRGINIS MARIAE, 2)"...En los misterios gozosos vemos la alegría de la familia, de la maternidad, del parentesco, de la amistad, de la ayuda recíproca. Cristo, al nacer asumió y santificó estas alegrías que el pecado no ha borrado totalmente. El realizó esto por medio de María. Del mismo modo, también nosotros hoy, a través de Ella, podemos captar y hacer nuestras las alegrías del hombre: en sí mismas, humildes y sencillas, pero que se hacen grandes y santas en María y en Jesús. En María, desposada virginalmente con José y fecundada divinamente, está la alegría del amor casto de los esposos y de la maternidad acogida y guardada como don de Dios; en María, que solícita va a Isabel, está la alegría de servir a los hermanos llevándoles la presencia de Dios; en María, que presenta a los pastores y a los Magos el esperado de Israel, está la coparticipación espontánea y confidencial, propia de la amistad; en María, que en el templo ofrece su propio Hijo al Padre celestial, está la alegría impregnada de ansias, propia de los padres y de los educadores con relación a los hijos o a los alumnos; en María, que después de tres días de afanosa búsqueda, vuelve a encontrar a Jesús, está la alegría paciente de la madre que se da cuenta de que el propio hijo pertenece a Dios antes que a ella misma..." (JUAN PABLO II, Angelus del 23 de octubre de 1983). 1º La Anunciación del Ángel a María
Dijo María al ángel: ¿Cómo podrá ser
esto, pues yo no conozco varón?". El ángel le contestó y dijo:
"El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo
te cubrirá con su sombra, y por esto el Hijo engendrado será llamado
Hijo de Dios". Lc 1, 34-35.
No
olvides, amigo mío, que somos niños. La Señora del dulce nombre, María,
está recogida en oración. Nuestra Madre es modelo de
correspondencia a la gracia y, al contemplar su vida, el Señor nos dará
luz para que sepamos divinizar nuestra existencia ordinaria. A lo largo
del año, cuando celebramos las fiestas marianas, y en bastantes
momentos de cada jornada corriente, los cristianos pensamos muchas veces
en la Virgen. Si aprovechamos esos instantes, imaginando cómo se
conduciría Nuestra Madre en las tareas que nosotros hemos de realizar,
poco a poco iremos aprendiendo: y acabaremos pareciéndonos a Ella, como
los hijos se parecen a su madre. 2º La visita de la Virgen María a Santa Isabel .
Por aquellos días,
María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de
Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando oyó
Isabel el saludo de María, el niño saltó en su seno, e Isabel quedó
llena del Espíritu Santo; y exclamando en voz alta, dijo:
-Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme? Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; y bienaventurada tú, que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor.Lc 1, 39-45 Ahora, niño amigo, ya habrás
aprendido a manejarte. —Acompaña con gozo a José y a Santa María...
y escucharás tradiciones de la Casa de David: Bienaventurada eres porque has creído,
dice Isabel a nuestra Madre. —La unión con Dios, la vida sobrenatural,
comporta siempre la práctica atractiva de las virtudes humanas: María
lleva la alegría al hogar de su prima, porque "lleva" a
Cristo. San
Josemaría, Surco, 566 3º El nacimiento de Jesús en Belén
En
aquellos días, se promulgó un edicto de César Augusto, para que se
empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento fue hecho
cuando Quirino era gobernador de Siria, y todos iban a inscribirse,
cada uno a su ciudad. José, como era de la casa y familia de David,
subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada
Belén, en Judea, para empadronarse con María, su esposa, que estaba
en cinta. Y sucedió que estando allí, le llegó la hora del parto, y
dió a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo
recostó en un pesebre, porque no hubo lugar para ellos en la posada .
Lc 2, 1-7
Se ha promulgado un edicto de César
Augusto, y manda empadronar a todo el mundo. Cada cual ha de ir, para
esto, al pueblo de donde arranca su estirpe. —Como es José de la casa
y familia de David, va con la Virgen María desde Nazaret a la ciudad
llamada Belén, en Judea. (Luc., II, 1-5.) Los diversos hechos y circunstancias
que rodearon el nacimiento del Hijo de Dios acuden a nuestro recuerdo, y
la mirada se detiene en la gruta de Belén, en el hogar de Nazareth. María,
José, Jesús Niño, ocupan de un modo muy especial el centro de nuestro
corazón. ¿Qué nos dice, qué nos enseña la vida a la vez sencilla y
admirable de esa Sagrada Familia? 4º La Presentación de Jesús en el Templo
Y cumplidos los días
de su purificación según la Ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén
para presentarlo al Señor, como está mandado en la Ley del Señor:
Todo varón primogénito será consagrado al Señor; y para presentar
como ofrenda un par de tórtolas o dos pichones, según lo mandado en
la Ley del Señor. Lc 2, 22-24
Cumplido el tiempo de la purificación
de la Madre, según la Ley de Moisés, es preciso ir con el Niño a
Jerusalén para presentarle al Señor. (Luc., II, 22.) La fe católica ha sabido reconocer en
María un signo privilegiado del amor de Dios: Dios nos llama ya ahora
sus amigos, su gracia obra en nosotros, nos regenera del pecado, nos da
las fuerzas para que, entre las debilidades propias de quien aún es
polvo y miseria, podamos reflejar de algún modo el rostro de Cristo. No
somos sólo náufragos a los que Dios ha prometido salvar, sino que esa
salvación obra ya en nosotros. Nuestro trato con Dios no es el de un
ciego que ansía la luz pero que gime entre las angustias de la
obscuridad, sino el de un hijo que se sabe amado por su Padre. 5º Jesús es perdido y hallado en el Templo
Sus padres iban todos
los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Y cuando tuvo doce
años, subieron a la fiesta, como era costumbre. Pasados aquellos días,
al regresar, el niño Jesús se quedó en Jersusalén sin que lo
advirtieran sus padres. Suponiendo que iba en la caravana, hicieron un
día de camino buscándolo entre los parientes y conocidos, y al no
encontrarlo, volvieron a Jersualén en su busca. Y al cabo de tres días
lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles
y preguntándoles. Cuando le oían quedaban admirados de su sabiduría
y de sus respuestas. Al verlo se maravillaron, y le dijo su madre: -Hijo,
¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo, angustiados, te
buscábamos.
Y él les dijo: -¿Por qué me buscábais? ¿No sabíais que es necesario que yo esté en las cosas de mi Padre?
Pero ellos no
comprendieron lo que les dijo. Lc 2, 41-50
¿Dónde está Jesús? —Señora: ¡el
Niño!... ¿dónde está? Aprendamos de esta actitud de Jesús.
En su vida en la tierra, no ha querido ni siquiera la gloria que le
pertenecía, porque teniendo derecho a ser tratado como Dios, ha asumido
la forma de siervo, de esclavo. El cristiano sabe así que es para Dios
toda la gloria; y que no puede utilizar como instrumento de intereses y
de ambiciones humanas la sublimidad y la grandeza del Evangelio. Citas de los Evangelios - Click aquí |