1° Resurrección del Señor
EVANGELIO DE SAN LUCAS:
El día siguiente al sábado, todavía muy de mañana, (María
Magdalena, Juana y María la de Santiago) llegaron al sepulcro
llevando los aromas que habían preparado; y se encontraron con
que la piedra había sido removida del sepulcro. Pero al entrar,
no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. (...) Ese mismo día,
dos (discípulos) se dirigían a una aldea llamada Emaús, que
distaba de Jerusalén sesenta estadios. Iban conversando entre sí
de todo lo que había acontecido. Y mientras comentaban y discutían,
el propio Jesús se acercó y se puso a caminar con ellos, aunque
sus ojos eran incapaces de reconocerle. Y les dijo: —¿De qué
veníais hablando entre vosotros por el camino? Y se detuvieron
entristecidos.
Uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: —¿Eres tú
el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí
estos días? Él les dijo: —¿Qué ha pasado? Y le contestaron:
—Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras
y palabras delante de Dios y ante todo el pueblo: cómo los príncipes
de los sacerdotes y nuestros magistrados lo entregaron para ser
condenado a muerte y lo crucificaron. Sin embargo nosotros esperábamos
que él sería quien redimiera a Israel. Pero con todo, es ya el
tercer día desde que han pasado estas cosas. Bien es verdad que
algunas mujeres de las que están con nosotros nos han
sobresaltado, porque fueron al sepulcro de madrugada y, como no
encontraron su cuerpo, vinieron diciendo que habían tenido una
visión de ángeles, que les dijeron que está vivo. Después
fueron algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como
dijeron las mujeres, pero a él no le vieron.
Lucas 24, 1-24
TEXTOS DE SAN
JOSEMARÍA:
Al caer la tarde del sábado, María
Magdalena y María, madre de Santiago, y Salomé compraron aromas para
ir a embalsamar el cuerpo muerto de Jesús. —Muy de mañana, al otro día,
llegan al sepulcro, salido ya el sol. (Mc 16, 1 y 2). Y entrando, se
quedan consternadas porque no hallan el cuerpo del Señor. —Un mancebo,
cubierto de vestidura blanca, les dice: No temáis: sé que buscáis a
Jesús Nazareno: "non est hic, surrexit enim sicut dixit",
—no esta aquí, porque ha resucitado, según predijo. (Mt 28, 5).
¡Ha resucitado! —Jesús ha resucitado. No está en el sepulcro. —La
Vida pudo más que la muerte. Se apareció a su Madre Santísima. —Se
apareció a María de Magdala, que está loca de amor. —Y a Pedro y a
los demás Apóstoles. —Y a ti y a mí, que somos sus discípulos y más
locos que la Magdalena: ¡qué cosas le hemos dicho!
Que nunca muramos por el pecado; que sea eterna nuestra resurrección
espiritual. —Y, antes de terminar la decena, has besado tú las llagas
de sus pies..., y yo más atrevido —por más niño— he puesto mis
labios sobre su costado abierto.
Santo Rosario, 1º misterio de gloria
El día del triunfo del Señor, de su Resurrección, es definitivo. ¿Dónde
están los soldados que había puesto la autoridad? ¿Dónde están los
sellos, que habían colocado sobre la piedra del sepulcro? ¿Dónde están
los que condenaron al Maestro? ¿Dónde están los que crucificaron a
Jesús?... Ante su victoria, se produce la gran huida de los pobres
miserables. Llénate de esperanza: Jesucristo vence siempre.
Forja, 660
"Instaurare omnia in Christo", da como lema San Pablo a los
cristianos de Efeso; informar el mundo entero con el espíritu de Jesús,
colocar a Cristo en la entraña de todas las cosas. "Si exaltatus
fuero a terra, omnia traham ad meipsum", cuando sea levantado en
alto sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí. Cristo con su
Encarnación, con su vida de trabajo en Nazareth, con su predicación y
milagros por las tierras de Judea y de Galilea, con su muerte en la
Cruz, con su Resurrección, es el centro de la creación, Primogénito y
Señor de toda criatura.
Nuestra misión de cristianos es proclamar esa Realeza de Cristo,
anunciarla con nuestra palabra y con nuestras obras. Quiere el Señor a
los suyos en todas las encrucijadas de la tierra. A algunos los llama al
desierto, a desentenderse de los avatares de la sociedad de los hombres,
para hacer que esos mismos hombres recuerden a los demás, con su
testimonio, que existe Dios. A otros, les encomienda el ministerio
sacerdotal. A la gran mayoría, los quiere en medio del mundo, en las
ocupaciones terrenas. Por lo tanto, deben estos cristianos llevar a
Cristo a todos los ámbitos donde se desarrollan las tareas humanas: a
la fábrica, al laboratorio, al trabajo de la tierra, al taller del
artesano, a las calles de las grandes ciudades y a los senderos de montaña.
Me gusta recordar a este propósito la escena de la conversación de
Cristo con los discípulos de Emaús. Jesús camina junto a aquellos dos
hombres, que han perdido casi toda esperanza, de modo que la vida
comienza a parecerles sin sentido. Comprende su dolor, penetra en su
corazón, les comunica algo de la vida que habita en El.
Cuando, al llegar a aquella aldea, Jesús hace ademán de seguir
adelante, los dos discípulos le detienen, y casi le fuerzan a quedarse
con ellos. Le reconocen luego al partir el pan: El Señor, exclaman, ha
estado con nosotros. Entonces se dijeron uno a otro: ¿No es verdad que
sentíamos abrasarse nuestro corazón, mientras nos hablaba por el
camino, y nos explicaba las Escrituras? Cada cristiano debe hacer
presente a Cristo entre los hombres; debe obrar de tal manera que
quienes le traten perciban el "bonus odor Christi", el buen
olor de Cristo; debe actuar de modo que, a través de las acciones del
discípulo, pueda descubrirse el rostro del Maestro.
Es Cristo que pasa, 105
2º Ascensión del Señor
EVANGELIO DE SAN LUCAS:
Los sacó (a los discípulos)hasta cerca de
Betania y levantando sus manos los bendijo. Y mientras los bendecía,
se alejó de ellos y comenzó a elevarse al cielo. Y ellos le
adoraron y regresaron a Jerusalén con gran alegría. Y estaban
continuamente en el Templo bendiciendo a Dios. Lc 24, 50-53
TEXTOS DE SAN
JOSEMARÍA:
Adoctrina ahora el Maestro a sus
discípulos: les ha abierto la inteligencia, para que entiendan
las Escrituras y les toma por testigos de su vida y de sus
milagros, de su pasión y muerte, y de la gloria de su resurrección.
(Luc., XXIV, 45 y 48.)
Después los lleva camino de Betania, levanta las manos y los
bendice. —Y, mientras, se va separando de ellos y se eleva al
cielo (Luc., XXIV, 50), hasta que le ocultó una nube. (Act., I,
9.)
Se fue Jesús con el Padre. —Dos Angeles de blancas vestiduras
se aproximan a nosotros y nos dicen: Varones de Galilea, ¿qué
hacéis mirando al cielo? (Act., I, 11.)
Pedro y los demás vuelven a Jerusalén —cum gaudio magno—
con gran alegría. (Luc., XXIV, 52.) —Es justo que la Santa
Humanidad de Cristo reciba el homenaje, la aclamación y adoración
de todas las jerarquías de los Angeles y de todas las legiones de
los bienaventurados de la Gloria.
Pero, tú y yo sentimos la orfandad: estamos tristes, y vamos a
consolarnos con María. Santo Rosario,
2º Misterio de Gloria.
La fiesta de la Ascensión del
Señor nos sugiere también otra realidad; el Cristo que nos anima
a esta tarea en el mundo, nos espera en el Cielo. En otras
palabras: la vida en la tierra, que amamos, no es lo definitivo; pues
no tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos en busca de
la futura ciudad inmutable (Heb 13, 14).
Cuidemos, sin embargo, de no interpretar la Palabra de Dios en los
límites de estrechos horizontes. El Señor no nos impulsa a ser
infelices mientras caminamos, esperando sólo la consolación en
el más allá. Dios nos quiere felices también aquí, pero
anhelando el cumplimiento definitivo de esa otra felicidad, que sólo
El puede colmar enteramente.
En esta tierra, la contemplación de las realidades sobrenaturales,
la acción de la gracia en nuestras almas, el amor al prójimo
como fruto sabroso del amor a Dios, suponen ya un anticipo del
Cielo, una incoación destinada a crecer día a día. No
soportamos los cristianos una doble vida: mantenemos una unidad de
vida, sencilla y fuerte en la que se funden y compenetran todas
nuestras acciones.
Cristo nos espera. Vivamos ya como
ciudadanos del cielo (Phi 3, 20), siendo plenamente
ciudadanos de la tierra, en medio de dificultades, de injusticias,
de incomprensiones, pero también en medio de la alegría y de la
serenidad que da el saberse hijo amado de Dios. Perseveremos en el
servicio de nuestro Dios, y veremos cómo aumenta en número y en
santidad este ejército cristiano de paz, este pueblo de
corredención. Seamos almas contemplativas, con diálogo constante,
tratando al Señor a todas horas; desde el primer pensamiento del
día al último de la noche, poniendo de continuo nuestro corazón
en Jesucristo Señor Nuestro, llegando a El por Nuestra Madre
Santa María y, por El, al Padre y al Espíritu Santo.
Si, a pesar de todo, la subida de Jesús a los cielos nos deja en
el alma un amargo regusto de tristeza, acudamos a su Madre, como
hicieron los Apóstoles: entonces tornaron a Jerusalén... y
oraban unánimemente... con María, la Madre de Jesús (Act 1,
12-14). Es Cristo que pasa, 126
3º Venida del Espíritu
Santo
LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS
APÓSTOLES.
Al cumplirse el día de
Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar. Y de repente
sobrevino del cielo un ruido, como de viento que irrumpe
impetuosamente, y llenó toda la casa en la que se hallaban.
Entonces se les aparecieron unas lenguas como de fuego, que se
dividían y se posaron sobre cada uno de ellos. Quedaron todos
llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas,
según el Espíritu Santo les hacía expresarse. Hechos de los
Apóstoles, 2, 1-6
TEXTOS DE SAN
JOSEMARÍA:
Había dicho el Señor: Yo rogaré
al Padre, y os dará otro Paráclito, otro Consolador, para que
permanezca con vosotros eternamente. (Joann., XIV, 16.) —Reunidos
los discípulos todos juntos en un mismo lugar, de repente
sobrevino del cielo un ruido como de viento impetuoso que invadió
toda la casa donde se encontraban. —Al mismo tiempo, unas
lenguas de fuego se repartieron y se asentaron sobre cada uno de
ellos. (Act., II, 1-3.)
Llenos del Espíritu Santo, como borrachos, estaban los Apóstoles.
(Act., II, 13.)
Y Pedro, a quien rodeaban los otros once, levantó la voz y habló.
—Le oímos gente de cien países. —Cada uno le escucha en su
lengua. —Tú y yo en la nuestra. —Nos habla de Cristo Jesús y
del Espíritu Santo y del Padre.
No le apedrean, ni le meten en la cárcel: se convierten y son
bautizados tres mil, de los que oyeron.
Tú y yo, después de ayudar a los Apóstoles en la administración
de los bautismos, bendecimos a Dios Padre, por su Hijo Jesús, y
nos sentimos también borrachos del Espíritu Santo. Santo Rosario,
3er Misterio de Gloria.
La tradición cristiana ha
resumido la actitud que debemos adoptar ante el Espíritu Santo en
un solo concepto: docilidad. Ser sensibles a lo que el Espíritu
divino promueve a nuestro alrededor y en nosotros mismos: a los
carismas que distribuye, a los movimientos e instituciones que
suscita, a los afectos y decisiones que hace nacer en nuestro
corazón. El Espíritu Santo realiza en el mundo las obras de Dios:
es —como dice el himno litúrgico— dador de las gracias, luz
de los corazones, huésped del alma, descanso en el trabajo,
consuelo en el llanto. Sin su ayuda nada hay en el hombre que sea
inocente y valioso, pues es El quien lava lo manchado, quien cura
lo enfermo, quien enciende lo que está frío, quien endereza lo
extraviado, quien conduce a los hombres hacia el puerto de la
salvación y del gozo eterno. Es Cristo que pasa, 130
Vale la pena jugarse la vida, entregarse por entero, para
corresponder al amor y a la confianza que Dios deposita en
nosotros. Vale la pena, ante todo, que nos decidamos a tomar en
serio nuestra fe cristiana. Al recitar el Credo, profesamos creer
en Dios Padre todopoderoso, en su Hijo Jesucristo que murió y fue
resucitado, en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida.
Confesamos que la Iglesia, una santa, católica y apostólica, es
el cuerpo de Cristo, animado por el Espíritu Santo. Nos alegramos
ante la remisión de los pecados, y ante la esperanza de la
resurrección futura. Pero, esas verdades ¿penetran hasta lo
hondo del corazón o se quedan quizá en los labios? El mensaje
divino de victoria, de alegría y de paz de la Pentecostés debe
ser el fundamento inquebrantable en el modo de pensar, de
reaccionar y de vivir de todo cristiano. Es Cristo que pasa,
129
La maravilla de la Pentecostés es la consagración de todos los
caminos: nunca puede entenderse como monopolio ni como estimación
de uno solo en detrimento de otros. Pentecostés es indefinida
variedad de lenguas, de métodos, de formas de encuentro con Dios:
no uniformidad violenta. Surco, 226
El Espíritu Santo es quien, con sus inspiraciones, va dando tono
sobrenatural a nuestros pensamientos, deseos y obras. El es quien
nos empuja a adherirnos a la doctrina de Cristo y a asimilarla con
profundidad, quien nos da luz para tomar conciencia de nuestra
vocación personal y fuerza para realizar todo lo que Dios espera.
Si somos dóciles al Espíritu Santo, la imagen de Cristo se irá
formando cada vez más en nosotros e iremos así acercándonos
cada día más a Dios Padre. Los que son llevados por el Espíritu
de Dios, esos son hijos de Dios .
Si nos dejamos guiar por ese principio de vida presente en
nosotros, que es el Espíritu Santo, nuestra vitalidad espiritual
irá creciendo y nos abandonaremos en las manos de nuestro Padre
Dios, con la misma espontaneidad y confianza con que un niño se
arroja en los brazos de su padre. Si no os hacéis semejantes a
los niños, no entraréis en el reino de los cielos, ha dicho el
Señor . Viejo camino interior de infancia, siempre actual, que no
es blandenguería, ni falta de sazón humana: es madurez
sobrenatural, que nos hace profundizar en las maravillas del amor
divino, reconocer nuestra pequeñez e identificar plenamente
nuestra voluntad con la de Dios. Es Cristo que pasa, 135
4º Asunción de la
Virgen María
"...Después de elevar a Dios muchas
y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para
gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar
benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y
vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma
augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad
de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y
Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser
dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre
Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en
cuerpo y alma a la gloria del cielo..."
(Dogma de Fe proclamado por el Papa Pío XII,
el 1º de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus.)
TEXTOS DE SAN
JOSEMARÍA:
Assumpta est Maria in
clum: gaudent angeli! —María ha sido llevada por Dios, en
cuerpo y alma, a los cielos: ¡y los Angeles se alegran!
Así canta la Iglesia. —Y así, con ese clamor de regocijo,
comenzamos la contemplación en esta decena del Santo Rosario:
Se ha dormido la Madre de Dios. —Están alrededor de su lecho
los doce Apóstoles. —Matías sustituyó a Judas.
Y nosotros, por gracia que todos respetan, estamos a su lado también.
Pero Jesús quiere tener a su Madre, en cuerpo y alma, en la
Gloria. —Y la Corte celestial despliega todo su aparato, para
agasajar a la Señora. —Tú y yo —niños, al fin— tomamos la
cola del espléndido manto azul de la Virgen, y así podemos
contemplar aquella maravilla.
La Trinidad Beatísima recibe y colma de honores a la Hija,
Madre y Esposa de Dios... —Y es tanta la majestad de la Señora,
que hace preguntar a los Angeles: ¿Quién es ésta?
Santo Rosario, 14.
"Assumpta est Maria in cœlum,
gaudent angeli". María ha sido llevada por Dios, en cuerpo y alma,
a los cielos. Hay alegría entre los ángeles y entre los hombres.
¿Por qué este gozo íntimo que advertimos hoy, con el corazón que
parece querer saltar del pecho, con el alma inundada de paz?
Porque celebramos la glorificación de nuestra Madre y es natural
que sus hijos sintamos un especial júbilo, al ver cómo la honra la
Trinidad Beatísima.
Cristo, su Hijo santísimo, nuestro hermano, nos la dio por Madre
en el Calvario, cuando dijo a San Juan: he aquí a tu Madre (Jn 19,
27). Y nosotros la recibimos, con el discípulo amado, en aquel
momento de inmenso desconsuelo. Santa María nos acogió en el
dolor, cuando se cumplió la antigua profecía: y una espada
traspasará tu alma (Lc 2, 35). Todos somos sus hijos; ella es
Madre de la humanidad entera. Y ahora, la humanidad conmemora su
inefable Asunción: María sube a los cielos, hija de Dios Padre,
madre de Dios Hijo, esposa de Dios Espíritu Santo. Más que Ella,
sólo Dios. Es Cristo que pasa, 171
La fiesta de la Asunción de Nuestra Señora nos propone la realidad
de esa esperanza gozosa. Somos aún peregrinos, pero Nuestra Madre
nos ha precedido y nos señala ya el término del sendero: nos
repite que es posible llegar y que, si somos fieles, llegaremos.
Porque la Santísima Virgen no sólo es nuestro ejemplo: es auxilio
de los cristianos. Y ante nuestra petición —"Monstra te esse
Matrem"-, no sabe ni quiere negarse a cuidar de sus hijos con
solicitud maternal. Es Cristo que pasa, 177
Cuando se ha producido la desbandada apostólica y el pueblo
embravecido rompe sus gargantas en odio hacia Jesucristo, Santa
María sigue de cerca a su Hijo por las calles de Jerusalén. No le
arredra el clamor de la muchedumbre, ni deja de acompañar al
Redentor mientras todos los del cortejo, en el anonimato, se hacen
cobardemente valientes para maltratar a Cristo.
Invócala con fuerza: «Virgo fidelis!» —¡Virgen fiel!, y ruégale
que los que nos decimos amigos de Dios, lo seamos de veras y a
todas las horas. Surco, 51
5º Coronación de la Virgen María
como Reina y Señora de todo lo creado
...Apareció
una figura portentosa en el cielo. Y se abrió el Santuario de Dios
en el cielo, y apareció el arca de su alianza en el Santuario, y
se produjeron relámpagos, y fragor, y truenos, y temblor de tierra
y fuerte granizada.
Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol,
con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su
cabeza. Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón rojo,
con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete
diademas. Su cola arrastra la tercera parte de - las estrellas del
cielo y las precipitó sobre la tierra. - El Dragón se detuvo
delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en
cuanto lo diera a luz.
La mujer - dio a luz un - Hijo - varón, - el que ha de - regir a
todas las naciones con cetro de hierro; - y su hijo fue arrebatado
hasta Dios y hasta su trono.
Y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por
Dios para ser allí alimentada 1.260 días.
Oí entonces una fuerte voz que decía en el cielo: «Ahora ya ha
llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la
potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de
nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de
nuestro Dios.
Apocalipsis 11, 19a; 12, 1. 3-6a. 10ab.
TEXTOS DE SAN
JOSEMARÍA:
Eres toda hermosa, y no hay en ti
mancha. —Huerto cerrado eres, hermana mía, Esposa, huerto cerrado,
fuente sellada. —Veni: coronaberis. —Ven: serás coronada. (Cant.,
4, 7, 12 y 8.) Si tú y yo hubiéramos tenido poder, la hubiéramos
hecho también Reina y Señora de todo lo creado.
Una gran señal apareció en el cielo: una mujer con corona de doce
estrellas sobre su cabeza. —Vestido de sol. —La luna a sus pies. (Apoc.,
12, 1.) María, Virgen sin mancilla, reparó la caída de Eva: y ha
pisado, con su planta inmaculada, la cabeza del dragón infernal.
Hija de Dios, Madre de Dios, Esposa de Dios.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo la coronan como Emperatriz
que es del Universo.
Y le rinden pleitesía de vasallos los Angeles..., y los patriarcas
y los profetas y los Apóstoles..., y los mártires y los confesores
y las vírgenes y todos los santos..., y todos los pecadores y tú y
yo. Santo Rosario, 15
Es justo que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo coronen a la
Virgen como Reina y Señora de todo lo creado.
—¡Aprovéchate de ese poder! y, con atrevimiento filial, únete a
esa fiesta del Cielo. —Yo, a la Madre de Dios y Madre mía, la
corono con mis miserias purificadas, porque no tengo piedras
preciosas ni virtudes.
—¡Anímate! Forja, 285
La Virgen. ¿Quién puede ser mejor Maestra de amor a Dios que esta
Reina, que esta Señora, que esta Madre, que tiene la relación más
íntima con la Trinidad: Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo,
Esposa de Dios Espíritu Santo, y que es a la vez Madre nuestra?
—Acude personalmente a su intercesión. Forja, 555
Llénate de seguridad: nosotros tenemos por Madre a la Madre de
Dios, la Santísima Virgen María, Reina del Cielo y del Mundo.
Forja, 273
Santa María, "Regina apostolorum", reina de todos los que suspiran
por dar a conocer el amor de tu Hijo: tú que tanto entiendes de
nuestras miserias, pide perdón por nuestra vida: por lo que en
nosotros podría haber sido fuego y ha sido cenizas; por la luz que
dejó de iluminar, por la sal que se volvió insípida. Madre de
Dios, omnipotencia suplicante: tráenos, con el perdón, la fuerza
para vivir verdaderamente de esperanza y de amor, para poder
llevar a los demás la fe de Cristo. Es Cristo que pasa, 175
María, la Madre santa de nuestro Rey, la Reina de nuestro corazón,
cuida de nosotros como sólo Ella sabe hacerlo. Madre compasiva,
trono de la gracia: te pedimos que sepamos componer en nuestra
vida y en la vida de los que nos rodean, verso a verso, el poema
sencillo de la caridad, quasi fluvium pacis , como un río de paz.
Porque Tú eres mar de inagotable misericordia: los ríos van todos
al mar y la mar no se llena . Es Cristo que pasa, 187
La Maternidad divina de María es la raíz de todas las perfecciones
y privilegios que la adornan. Por ese título, fue concebida
inmaculada y está llena de gracia, es siempre virgen, subió en
cuerpo y alma a los cielos, ha sido coronada como Reina de la
creación entera, por encima de los ángeles y de los santos. Más
que Ella, sólo Dios. La Santísima Virgen, por ser Madre de Dios,
posee una dignidad en cierto modo infinita, del bien infinito que
es Dios . No hay peligro de exagerar. Nunca profundizaremos
bastante en este misterio inefable; nunca podremos agradecer
suficientemente a Nuestra Madre esta familiaridad que nos ha dado
con la Trinidad Beatísima. Amigos de
Dios, 276
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