"…Pero
ya los dos últimos misterios, aun conservando el sabor
de la alegría, anticipan indicios del drama. En efecto,
la presentación en el templo, a la vez que expresa la
dicha de la consagración y extasía al viejo Simeón,
contiene también la profecía de que el Niño será «señal
de contradicción» para Israel y de que una espada
traspasará el alma de la Madre (cf. Lc 2, 34-35).
(Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, 20)