"...En
los misterios de gozo vemos la alegría de la familia, de la
maternidad, del parentesco, de la amistad, de la ayuda recíproca.
Cristo, al nacer asumió y santificó estas alegrías que el
pecado no ha borrado totalmente. El realizó esto por medio de María.
Del mismo modo, también nosotros hoy, a través de Ella, podemos
captar y hacer nuestras las alegrías del hombre: en sí mismas,
humildes y sencillas, pero que se hacen grandes y santas en María
y en Jesús..." (Juan Pablo II, Ángelus del 23 de
octubre de 1983).
¯¯¯
EL ANGELUS
Meditar con
María el misterio de la Encarnación.
"...Nuestra
palabra sobre el "Ángelus" quiere ser solamente una simple
pero viva exhortación a mantener su rezo acostumbrado,
donde y cuando sea posible. El "Ángelus" no tiene
necesidad de restauración: la estructura sencilla, el
carácter bíblico, el origen histórico que lo enlaza con la
invocación de la incolumidad en la paz, el ritmo casi
litúrgico que santifica momentos diversos de la jornada,
la apertura hacia el misterio pascual, por lo cual
mientras conmemoramos la Encarnación del Hijo de Dios
pedimos ser llevados "por su pasión y cruz a la gloria de
la resurrección" , hace que a distancia de siglos conserve
inalterado su valor e intacto su frescor. Es verdad que
algunas costumbres tradicionalmente asociadas al rezo del
Ángelus han desaparecido y difícilmente pueden conservarse
en la vida moderna, pero se trata de cosas marginales:
quedan inmutados el valor de la contemplación del misterio
de la Encarnación del Verbo, del saludo a la Virgen y del
recurso a su misericordiosa intercesión: y, no obstante el
cambio de las condiciones de los tiempos, permanecen
invariados para la mayor parte de los hombres esos
momentos característicos de la jornada mañana, mediodía,
tarde que señalan los tiempos de su actividad y
constituyen una invitación a hacer un alto para orar..."
(Pablo VI, Exhortación Apostólica "Marialis
Cultus", 41)
"...El
primer ciclo, el de los «misterios gozosos», se
caracteriza por el gozo que produce el acontecimiento
de la Encarnación. Esto es evidente desde la
Anunciación, cuando el saludo de Gabriel a la
Virgen de Nazaret se une a la invitación a la alegría
mesiánica: «Alégrate, María». A este anuncio
apunta toda la historia de la salvación, es más, en
cierto modo, la historia misma del mundo. En efecto,
si el designio del Padre es de recapitular en Cristo
todas las cosas (cf. Ef 1, 10), el don divino con el
que el Padre se acerca a María para hacerla Madre de
su Hijo alcanza a todo el universo. A su vez, toda la
humanidad está como implicada en el fiat con el que
Ella responde prontamente a la voluntad de Dios..."
(Juan Pablo II,
Carta Apostólica
Rosarium
Virginis Mariae, 20)
"...La
presencia materna de María en medio de los Apóstoles
era para ellos memoria de Cristo: sus ojos llevaban
grabado el rostro del Salvador; su Corazón Inmaculado
conservaba sus misterios, desde la Anunciación hasta
la Resurrección y la Ascensión al cielo, pasando por
la vida pública, la pasión y la muerte. En este
sentido, se puede decir que en el Cenáculo nació la
oración del Rosario, porque allí los primeros
cristianos comenzaron a contemplar con María el Rostro
de Cristo, recordando los diversos momentos de su vida
terrena..."
(Juan
Pablo II, de su Alocución antes del rezo del Regina
Caeli el Domingo 25 de mayo de 2003, Sexto del Tiempo
Pascual)
|
|
Texto de la
Oración
V - El ángel del Señor anunció a María
R - Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo;
bendita Tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu
vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y
en la hora de nuestra muerte. Amén
V
- He aquí la esclava del Señor
R - Hágase en mí según tu palabra
Dios te salve,
María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tu eres
entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y
en la hora de nuestra muerte. Amén
V
- El Hijo de Dios se hizo Hombre
R - Y habitó entre nosotros
Dios te
salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tu
eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre,
Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y
en la hora de nuestra muerte. Amén
V - Ruega por
nosotros Santa Madre de Dios
R - Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor
Jesucristo.
Oración
Infunde Señor tu gracia en nuestras almas para que los que por el
anuncio del Ángel hemos conocido la encarnación de tu Hijo, por su
Pasión y su Cruz seamos llevados a la gloria de la resurrección. Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
|