Quinto Misterio: La cruxificción y muerte de Cristo

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Lectura del Evangelio.

Y, cargando con la cruz, salió hacia el lugar que se llama la Calavera, en hebreo Gólgota. Allí le crucificaron con otros dos, uno a cada lado de Jesús. Pilato mandó escribir el título y lo hizo poner sobre la cruz. Estaba escrito: «Jesús Nazareno, el Rey de los judíos». Muchos de los judíos leyeron este título, pues el lugar donde Jesús fue crucificado se hallaba cerca de la ciudad. Y estaba escrito en hebreo, en latín y en griego. Los príncipes de los sacerdotes de los judíos decían a Pilato:
-No escribas: «El Rey de los judíos», sino que él dijo: «Yo soy el rey de los judíos».
-Lo que he escrito, escrito está -contestó Pilato.
Los soldados, después de crucificar a Jesús, recogieron sus ropas e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y además la túnica. La túnica no tenía costuras, estaba toda ella tejida de arriba abajo. Se dijeron entonces entre sí:
-No la rompamos. Mejor, la echamos a suerte a ver a quién le toca -para que se cumpliera la Escritura cuando dice: Se partieron mis ropas / y echaron suertes sobre mi túnica. Y los soldados así lo hicieron.
Estaba junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre:
-Mujer, aquí tienes a tu hijo.
Después le dice al discípulo:
-Aquí tienes a tu madre.
Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.
Después de esto, como Jesús sabía que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo:
-Tengo sed.
Había por allí un vaso lleno de vinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús, cuando probó el vinagre, dijo:
-Todo está consumado.
E inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Jn 19, 17-30

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Meditación:

 

"Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34).En el culmen de la Pasión, Cristo no olvida al hombre, no olvida en especial a los que son la causa de su sufrimiento. El sabe que el hombre. más que de cualquier otra cosa, tiene necesidad de amor: tiene necesidad de la misericordia que en este momento se derrama en el mundo.
 
"Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23,43). Así responde Jesús a la petición del malhechor que estaba a su derecha: "Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino" (Lc 23,42)
La promesa de una nueva vida. Este es el primer fruto de la pasión y de la inminente muerte de Cristo. Una palabra de esperanza para el hombre.
 
A los pies de la cruz estaba la madre, y a su lado el discípulo, Juan evangelista. Jesús dice: "Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: Ahí tienes a tu madre" (Jn 19,26-27). "Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa" (Jn 19,27). Es el testamento para las personas que más amaba.
El testamento para la Iglesia. Jesús al morir quiere que el amor maternal de María abrace a todos por los
que Él da la vida, a toda la humanidad.
 
Poco después, Jesús exclama: "Tengo sed" (Jn 19,28). Palabra que deja ver la sed ardiente que quema todo su cuerpo. Es la única palabra que manifiesta directamente su sufrimiento físico. Después Jesús añade: "¡Dios mio, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27,46; cf. Sal 21 [22], 2); son las palabras del Salmo con el que Jesús ora. La frase, no obstante la apariencia, manifiesta su unión profunda con el Padre
En los últimos instantes de su vida terrena, Jesús dirige su pensamiento al Padre. El diálogo se desarrollará ya sólo entre el Hijo que muere y el Padre que acepta su sacrificio de amor.
 
Cuando llega la hora de nona, Jesús grita: "¡Todo está cumplido!" (Jn 19,30). Ha llevado a cumplimiento la obra de la redención. La misión, para la que vino a la tierra, ha alcanzado su propósito.
 
Lo demás pertenece al Padre:
"Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23,46). Dicho esto, expiró.
"El velo del Templo se rasgó en dos..." (Mt 27,51).
El "santo de los santos" en el templo de Jerusalén se abre en el momento en que entra el Sacerdote de la Nueva y Eterna Alianza.
 
 

ORACIÓN

 Señor Jesucristo,
Tú que en el momento de la. agonía
no has permanecido indiferente a la suerte del hombre
y con tu último respiro
has confiado con amor a la misericordia del Padre
a los hombres y mujeres de todos los tiempos
con sus debilidades y pecados,
llénanos a nosotros y a las generaciones futuras
de tu Espíritu de amor,
para que nuestra indiferencia
no haga vanos en nosotros los frutos de tu muerte.
A ti, Jesús crucificado,
sabiduría y poder de Dios,
honor y gloria por los siglos de los siglos.
R/.Amén.

(Juan Pablo II.1 2da.Estación Via Crucis. Año 2000)

 

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1 Padre Nuestro,  10 Avemarías,  1 Gloria.

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I. La Oración de Jesús en el Huerto de los Olivos.

II. La Flagelación de Jesús

III. La Coronación de espinas

IV. Jesús con la Cruz a cuestas camino al Calvario 

V. La Cruxifixión y muerte de Jesús 

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