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Primer Misterio: La
Oración de Jesús en el Huerto.
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LA
ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS
Para
dar fundamento bíblico y mayor profundidad a la
meditación, es útil que al enunciado del misterio
siga la proclamación del pasaje bíblico
correspondiente, que puede ser más o menos
largo según las circunstancias. En efecto, otras
palabras nunca tienen la eficacia de la palabra
inspirada. Ésta debe ser escuchada con la certeza
de que es Palabra de Dios, pronunciada para hoy y «para
mí».
Acogida de este modo, la Palabra entra en la
metodología de la repetición del Rosario sin el
aburrimiento que produciría la simple reiteración
de una información ya conocida. No, no se trata de
recordar una información, sino de dejar 'hablar' a
Dios. En alguna ocasión solemne y comunitaria, esta
palabra se puede ilustrar con algún breve
comentario. (Rosarium
Virginis Mariae, 30)
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Lectura
del Evangelio.
Llegan a
un lugar llamado Getsemaní. Y les dice a sus discípulos:
—Sentaos aquí, mientras hago oración. Y se llevó a
Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a
entristecerse y a sentir angustia. Entonces les dice:
—Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y
velad conmigo.
Y adelantándose un poco, se postró rostro en tierra
mientras oraba diciendo: -Padre mío, si es posible,
aleja de mí este cáliz; pero que no sea tal como yo
quiero, sino como quieres tú.
Vuelve junto a sus discípulos y los encuentra dormidos;
entonces le dice a Pedro: —¿Ni siquiera habéis sido
capaces de velar una hora conmigo? Velad y orad para no
caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la
carne es débil.
De nuevo se apartó, por segunda vez, y oró diciendo:
-Padre mío, si no es posible que esto pase sin que yo
lo beba, hágase tu voluntad.
Al volver los encontró dormidos, pues sus ojos estaban
cargados de sueño. Y, dejándolos, se apartó una vez más,
y oró por tercera vez repitiendo las mismas palabras.
Finalmente, va junto a sus discípulos y les dice: —Ya
podéis dormir y descansar... Mirad, ha llegado la hora,
y el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los
pecadores. Levantaos, vamos; ya llega el que me va a
entregar. Mt 26, 36-46
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EL
SILENCIO
La
escucha y la meditación se alimentan del silencio. Es
conveniente que, después de enunciar el misterio y
proclamar la Palabra, esperemos unos momentos antes de
iniciar la oración vocal, para fijar la atención
sobre el misterio meditado. El redescubrimiento
del valor del silencio es uno de los secretos para la
práctica de la contemplación y la meditación. Uno
de los límites de una sociedad tan condicionada por
la tecnología y los medios de comunicación social es
que el silencio se hace cada vez más difícil. Así
como en la Liturgia se recomienda que haya momentos de
silencio, en el rezo del Rosario es también
oportuno hacer una breve pausa después de escuchar la
Palabra de Dios, concentrando el espíritu en el
contenido de un determinado misterio. (Rosarium
Virginis Mariae, 31)
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Meditación: |
«El
itinerario meditativo se abre con Getsemaní, donde
Cristo vive un momento particularmente angustioso frente
a la voluntad del Padre, contra la cual la debilidad de
la carne se sentiría inclinada a rebelarse. Allí,
Cristo se pone en lugar de todas las tentaciones de la
humanidad y frente a todos los pecados de los hombres,
para decirle al Padre: «no se haga mi voluntad, sino la
tuya» (Lc 22, 42 par.). Este 'sí' suyo cambia el 'no'
de los progenitores en el Edén. Y cuánto le costaría
esta adhesión a la voluntad del Padre... » (Juan
Pablo II, Rosarium Mariae Virginis, 22)
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1
Padre Nuestro, 10 Avemarías, 1 Gloria.
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