« En
los misterios dolorosos contemplamos en Cristo todos los
dolores del hombre: en Él, angustiado, traicionado,
abandonado, capturado aprisionado; en Él, injustamente
procesado y sometido a la flagelación; en Él, mal
entendido y escarnecido su misión; en Él, condenado con
complicidad del poder político; en Él conducido públicamente
al suplicio y expuesto a la muerte más infamante: en Él,
Varón de dolores profetizado por Isaías, queda resumido
y santificado todo dolor humano.» (Juan
Pablo II, Ángelus, 30 de octubre de 1983)
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