Corazón de Jesús: Hijo del Eterno
Padre
2
de junio, 1985
Hoy, primer
domingo del mes de junio, la Iglesia
encuentra en el Corazón de Cristo
el acceso al Dios que es la Santísima
Trinidad: al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo. Este único Dios - Uno y
Trino a la vez - es un misterio
inefable de la fe. Verdaderamente él
"habita en una luz inaccesible"
(1 Tm 6,16).
Y, al mismo
tiempo, el Dios infinito ha
permitido que le abrace el Corazón
de un Hombre cuyo nombre es Jesús
de Nazaret, Jesucristo. Y a través
del Corazón del Hijo, Dios Padre se
acerca también a nuestros corazones
y viene a ellos. Y así cada uno de
nosotros es bautizado "en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo". Cada uno de nosotros
está inmerso, desde el principio,
en el Dios Uno y Trino, en el Dios
vivo, en el Dios vivificante. A este
Dios lo confesamos como Espíritu
Santo que, procediendo del Padre y
del Hijo, "da la vida".
2. El Corazón de
Jesús fue "formado por el Espíritu
Santo en el seno de la Virgen
Madre". El Dios que "da la
vida" y "se entrega al
hombre" comenzó la obra de su
economía salvífica haciéndose
hombre. Justamente en la concepción
virginal y en su nacimiento de María,
comienza su corazón humano "formado
por el Espíritu Santo en el seno de
la Virgen Madre".
A este Corazón
queremos venerar durante el mes de
junio. A este Corazón hoy mismo
queremos hacerle singular fiduciario
de nuestros pobres corazones humanos,
de los corazones probados de
diversas maneras, oprimidos de
diversos modos. Y también de los
corazones confiados en la potencia
del mismo Dios y en la potencia salvífica
de la Santísima Trinidad.
3.
María, Madre
Virgen, que conoces mejor que
nosotros el Corazón Divino de tu
Hijo, únete a nosotros hoy en esta
adoración a la Santísima Trinidad
e igualmente en la humilde oración
por la Iglesia y el mundo. Tu sola
eres la guía de nuestra plegaria.
Corazón de Jesús, formado por el
Espíritu Santo en el seno de la
Virgen Madre
27
de junio, 1982
1.Así rezamos en las letanías al
Sacratísimo Corazón. Esta
invocación se refiere directamente
al misterio que meditamos, al rezar
el Ángelus: por obra del Espíritu
Santo fue formada en el seno de la
Virgen de Nazaret la Humanidad de
Cristo, Hijo del Eterno Padre.
¡Por obra del
Espíritu Santo fue formado en esta
Humanidad el Corazón! El Corazón,
que es el órgano central del
organismo humano de Cristo y, a la
vez, el verdadero símbolo de su
vida interior: del pensamiento, de
la voluntad, de los sentimientos.
Mediante este Corazón la Humanidad
de Cristo es, de modo particular,
"el templo de Dios" y, al
mismo tiempo, mediante este Corazón,
está incesantemente abierta al
hombre y a todo lo que es "humano".
"Corazón de Jesús de cuya
plenitud todos hemos recibido".
2. El mes de
junio está dedicado, de modo
especial, a la veneración del Corazón
divino. No sólo un día, la fiesta
litúrgica que, de ordinario, cae en
junio, sino todos los días. Con
esto se vincula la devota práctica
de rezar o cantar cotidianamente las
letanías al Sacratísimo Corazón
de Jesús.
Las letanías del
Corazón de Jesús se inspiran
abundantemente en las fuentes bíblicas
y, al mismo tiempo, reflejan las
experiencias más profundas de los
corazones humanos. Son, a la vez,
oración de veneración y de diálogo
auténtico. Hablamos en ellas del
corazón y, al mismo tiempo, dejamos
a los corazones hablar con este único
Corazón, que es "fuente de
vida y de santidad" y "deseo
de los collados eternos". Del
Corazón que es "paciente y
lleno de misericordia" y "generoso
para todos los que le invocan".
Esta oración,
rezada y meditada, se convierte en
una verdadera escuela del hombre
interior: la escuela del cristiano.
La solemnidad del
Sacratísimo Corazón de Jesús nos
recuerda, sobre todo, los momentos
en que este Corazón fue "traspasado
por la lanza" y, mediante esto,
abierto de manera
"Visible" al hombre y al
mundo.
Al rezar las
letanías - y en general al venerar
al Corazón Divino -conocemos el
misterio de la redención en toda su
divina y, a la vez, humana
profundidad. Simultáneamente, nos
hacemos sensibles a la necesidad de
reparación. Cristo nos abre su
Corazón para que nos unamos con El
en su reparación por la salvación
del mundo. Hablar del Corazón
Traspasado es decir toda la verdad
de su Evangelio y de la Pascua.
Tratemos de
captar cada vez mejor este lenguaje.
Aprendámoslo.
2 de
julio, 1989
1. El 2 de junio
pasado, hace exactamente un mes,
celebramos la solemnidad del Sagrado
Corazón de Jesús. Quiero reanudar
junto con vosotros la meditación
sobre las riquezas de este Corazón
Divino, continuando la reflexión ya
iniciada hace tiempo acerca de las
letanías dedicadas a El.
Una de las
invocaciones más profundas de tales
letanías dice así: "Corazón
de Jesús, formado por el Espíritu
Santo en el seno de la Virgen Madre,
ten misericordia de nosotros."
Encontramos aquí el eco de un
articulo central del Credo, en el
que profesamos nuestra fe en "Jesucristo,
Hijo único de Dios", que
"bajo del cielo, y por obra del
Espíritu Santo se encarnó de María,
la Virgen, y se hizo hombre."
La santa humanidad de Cristo es, por
consiguiente, obra del Espíritu
divino y de la Virgen de Nazaret.
2. Es obra del
Espíritu. Esto afirma explícitamente
el Evangelista Mateo refiriendo las
palabras del Ángel a José:
"Lo engendrado en Ella (María)
es del Espíritu Santo"
(Mt1,20); y lo afirma también el
Evangelista Lucas, recordando las
palabras de Gabriel a María:
"El Espíritu Santo vendrá
sobre ti y el poder del Altísimo te
cubrirá con su sombra" (Lc
1,35).
El Espíritu ha
plasmado la santa humanidad de
Cristo: su cuerpo y su alma, con
toda la inteligencia, la voluntad,
la capacidad de amar. En una palabra,
ha plasmado su corazón. La vida de
Cristo ha sido puesta enteramente
bajo el signo del Espíritu. Del Espíritu
le viene la sabiduría que llena de
estupor a los doctores de la ley y a
sus conciudadanos, el amor que acoge
y perdona a los pecadores, la
misericordia que se inclina hacia la
miseria del hombre, la ternura que
bendice y abraza a los niños, la
comprensión que alivia el dolor de
los afligidos. Es el Espíritu quien
dirige los pasos de Jesús, lo
sostiene en las pruebas, sobre todo
lo guía en su camino hacia Jerusalén,
donde ofrecerá el sacrificio de la
Nueva Alianza, gracias al cual se
encenderá el fuego que El trajo a
la tierra (Le 12,49).
3. Por otra parte,
la humanidad de Cristo es también
obra de la Virgen. El Espíritu
plasmó el Corazón de Cristo en el
seno de María, que colaboró
activamente con El como madre y como
educadora.
...como Madre,
Ella se adhirió consciente y
libremente al proyecto salvífico de
Dios Padre, siguiendo en un silencio
lleno de adoración, el misterio de
la vida que en Ella había brotado y
se desarrollaba;
...como
educadora,
Ella plasmó el Corazón de su
propio Hijo, introduciéndolo, junto
con San José, en las tradiciones
del pueblo elegido, inspirándole el
amor a la ley del Señor, comunicándole
la espiritualidad de los "pobres
del Señor." Ella lo ayudó a
desarrollar su inteligencia y
seguramente ejerció influjo en la
formación de su temperamento. Aun
sabiendo que su Niño la trascendía
por ser "Hijo del Altísimo"
(cf. Lc 1,32), no por ello la Virgen
fue menos solicita de su educación
humana (cf. Lc. 2,51).
Por tanto podemos
afirmar con verdad: en el Corazón
de Cristo brilla la obra admirable
del Espíritu Santo: en El se hallan
también los reflejos del corazón
de la Madre. Tanto el corazón de
cada cristiano como el Corazón de
Cristo: dócil a la acción del Espíritu,
dócil a la voz de la Madre.
Corazón de Jesús, unido
sustancialmente al Verbo de Dios
9
de julio, 1989
1. La expresión
"Corazón de Jesús" nos
hace pensar inmediatamente en la
humanidad de Cristo, y subraya su
riqueza de sentimientos, su compasión
hacia los enfermos, su predilección
por los pobres, su misericordia
hacia los pecadores, su ternura
hacia los niños, su fortaleza en la
denuncia de la hipocresía, del
orgullo y de la violencia, su
mansedumbre frente a sus adversarios,
su celo por la gloria del Padre y su
júbilo por sus misteriosos y
providentes planes de gracia.
Con relación a
los hechos de la pasión, la expresión
Corazón de Jesús" nos hace
pensar también en la tristeza de
Cristo por la traición de Judas, el
desconsuelo por la soledad, la
angustia ante la muerte, el abandono
filial y obediente en las manos del
Padre. Y nos habla sobre todo del
amor que brota sin cesar de su
interior: amor infinito hacia el
Padre y amor sin límites hacia el
hombre.
2. Ahora bien,
este Corazón humanamente tan rico,
"está unido - como nos
recuerda la invocación -, a la
Persona del Verbo de Dios". Jesús
es el Verbo de Dios Encarnado: en El
hay una sola Persona, la eterna del
Verbo, subsistente en dos
naturalezas, la divina y la humana.
Jesús es uno, en la realidad, la
angustia ante la muerte, al mismo
tiempo perfecto en su divinidad y
perfecto en nuestra humanidad: es
igual al Padre por lo que se refiere
a la naturaleza divina, e igual a
nosotros por lo que se refiere a su
naturaleza humana: verdadero Hijo de
Dios y verdadero Hijo del hombre. El
Corazón de Jesús, por tanto, desde
el momento de la Encarnación, ha
estado y estará siempre unido a la
Persona del Verbo de Dios.
Por la unión del
Corazón de Jesús a la Persona del
Verbo de Dios podemos decir: en Jesús
Dios ama humanamente, sufre
humanamente, goza humanamente. Y
viceversa: en Jesús el amor humano,
el sufrimiento humano, la gloria
humana adquieren intensidad y poder
divinos.
3. Queridos
hermanos y hermanas: Reunidos para
la oración del Ángelus,
contemplemos con María el Corazón
de Cristo. La Virgen vivió en la fe,
día tras día, junto a su Hijo Jesús:
sabía que la carne de su Hijo había
florecido de su carne virginal, pero
intuía que El, por ser "Hijo
del Altísimo" (Lc 1,32), la
trascendía infinitamente: el Corazón
de su Hijo estaba "unido a la
Persona del Verbo".
Por esto, Ella lo
amaba como Hijo suya y al, mismo
tiempo lo adoraba como a su Señor y
su Dios. Que Ella nos conceda también
a nosotros amar y adorar a Cristo,
Dios y Hombre, sobre todas las cosas,
"con todo el corazón, con toda
el alma y con toda la mente"
(cf. Mt 22,37). De esta manera,
siguiendo su ejemplo, seremos objeto
de las predilecciones divinas y
humanas del Corazón de su Hijo.
Corazón de Jesús, de Majestad
Infinita
16
de junio, 1985
1. Por medio del
Corazón Inmaculado de María
queremos dirigirnos al Corazón
Divino de su Hijo, al Corazón de
Jesús, de Majestad infinita.
Mirad: la
infinita Majestad de Dios se oculta
en el Corazón humano del Hijo de
María. Este Corazón es nuestra
Alianza. Este Corazón es la máxima
cercanía de Dios con relación a
los corazones humanos y a la
historia humana. Este Corazón es la
maravillosa "condescendencia"
de Dios: el Corazón humano que late
con la vida divina: la vida divina
que late en el corazón humano.
2. En la Santísima
Eucaristía descubrimos con el
"sentido de la fe" el
mismo Corazón, -el Corazón de
Majestad infinita- que continúa
latiendo con el amor humano de
Cristo, Dios-Hombre.
¡Cuán
profundamente sintió este amor el
Santo Papa Pío X! Cuánto deseó
que todos los cristianos, desde los
años de la infancia, se acercasen a
la Eucaristía, recibiendo la santa
comunión: para que se unieran a
este Corazón que es, al mismo
tiempo, para cada uno de los hombres
"Casa de Dios y Puerta del
Cielo".
"Casa"
ya que, mediante la comunión Eucarística
el Corazón de Jesús extiende su
morada a cada uno de los corazones
humanos.
"Puerta"
porque en cada uno de estos
corazones humanos, El abre la
perspectiva de la eterna unión con
la Santísima Trinidad.
3. ¡Madre de
Dios! Mientras meditamos el misterio
de tu Anunciación, nos acercamos a
este Corazón Divino, el Corazón de
Majestad infinita, Casa de Dios y
Puerta del cielo; a este Corazón
que, desde el momento de la
Anunciación del Ángel, comenzó a
latir junto a tu Corazón virginal y
materno.
Corazón de Jesús, Templo Santo de
Dios
9
de junio, 1985
1. A la hora de
la común oración del Ángelus, nos
dirigimos, juntamente con María -
por medio de su Corazón Inmaculado
- al Corazón Divino de su Hijo.
¡Corazón de Jesús
- Templo santo de Dios!
¡Corazón de Jesús
- Tabernáculo del Altísimo!
Corazón de un
Hombre semejante a tantos otros
corazones humanos y, a la vez, Corazón
de Dios-Hijo. Por tanto, sí
es verdad que cada uno de los
hombres 'habita"- de algún
modo, en su corazón, entonces, en
el Corazón del Hombre de Nazaret,
de Jesucristo, habita Dios. Es
"templo de Dios" por ser
Corazón de este hombre.
2. Dios-Hijo está
unido con el Padre, como Verbo
Eterno. "Dios de Dios, Luz de
Luz... engendrado no creado".
El Hijo está unido con el Padre en
el Espíritu Santo, que es el "soplo"
del Padre y del Hijo y es, en la
Divina Trinidad, la Persona-Amor. El
Corazón del Hombre Jesucristo es,
pues, en el sentido trinitario,
"Templo de Dios": es el
templo interior del Hijo que está
unido con el Padre en el Espíritu
Santo mediante la unidad de la
Divinidad. ¡Qué inescrutable
permanece el misterio de este Corazón,
que es "Templo de Dios" y
"Tabernáculo del Altísimo".
3. Al mismo
tiempo, es la verdadera "morada
de Dios con los hombres" (Ap
21,3), porque el Corazón de Jesús,
en su templo interior abrazo a todos
los hombres. Todos habitan allí,
abrazados por el eterno amor. A
todos pueden dirigirse - en el Corazón
de Jesús - las palabras del Profeta:
"Con amor
eterno te amé, por eso prolongué
mi misericordia" (Jer 31,3).
4. Que esta
fuerza del eterno amor que está en
el Corazón Divino de Jesús, se
comunique hoy de modo particular a
los jóvenes que reciben la
confirmación. En ellos debe habitar
de modo particular el Espíritu
Santo. Que se conviertan, pues,
también sus corazones a semejanza
de Cristo - en "templo santo de
Dios" y "tabernáculo del
Altísimo". Con frecuencia he oído
cantar a los jóvenes: "¿Vosotros
sabéis que sois un templo?" Sí,
somos templo de Dios y el Espíritu
Santo habita en nosotros, según las
palabras de San Pablo (cf. 1 Cor
3,16).
5. Por medio del
Corazón Inmaculado de María
permanezcamos en la Alianza con el
Corazón de Jesús que es "Templo
de Dios" el más espléndido
"Tabernáculo del Altísimo",
el más perfecto.
Corazón de Jesús, Horno Ardiente de
Caridad
23
de junio, 1985
Durante la oración
del Ángelus deseamos dirigir,
juntamente con la Madre de Dios,
nuestros corazones hacia el Corazón
de su Hijo Divino. Nos hablan
profundamente las invocaciones de
estas espléndidas letanías, que
rezamos o cantamos sobre todo en el
mes de junio. Que la Madre nos ayude
a entender mejor los misterios del
Corazón de su Hijo.
2. "Horno de
caridad" El horno arde. Al
arder, quema todo lo material, sea
leña u otra sustancia fácilmente
combustible. El Corazón de Jesús,
el Corazón humano de Jesús, quema
con el amor que lo colma. Y este es
el amor al Eterno Padre y el amor a
los hombres; a las hijas y los hijos
adoptivos. El horno, quemando, poco
a poco se apaga. El Corazón de Jesús,
en cambio, es horno inextinguible.
En esto se parece a la "zarza
ardiente" del libro del Éxodo,
en la que Dios se reveló a Moisés.
Era una zarza que ardía con el
fuego, pero... no se "consumía"
(Ex 3,2).
Efectivamente, el
amor que arde en el Corazón de Jesús
es sobre todo el Espíritu Santo, en
el que Dios-Hijo se une eternamente
al Padre. El Corazón de Jesús, el
Corazón humano del Dios-Hombre, está
abrazado por la "llama
viva" del Amor Trinitario, que
jamás se extingue.
3. Corazón de
Jesús, Horno Ardiente de Caridad.
El horno, mientras arde, ilumina las
tinieblas de la noche y calienta los
cuerpos de los viandantes ateridos.
Hoy queremos rogar a la Madre del
Verbo Eterno, para que en el
horizonte de la vida de cada uno de
nosotros no cese nunca de arder el
Corazón de Jesús, "horno
ardiente de caridad." Para que
El nos revele el Amor que no se
extingue ni se deteriora jamás, el
Amor que es eterno. Para que ilumine
las tinieblas de la noche terrena y
caliente los corazones.
4. Dándole las
gracias por el único amor capaz de
transformar el mundo y la vida
humana, nos dirigimos con la Virgen
Inmaculada, en el momento de la
Anunciación, al Corazón Divino que
no cesa de ser "horno ardiente
de caridad". Ardiente: como la
"zarza" que Moisés vio al
pie del monte Horeb.
Corazón de Jesús, Santuario de
Justicia y Amor.
14
de julio, 1985
1. La oración
del Ángelus nos recuerda cada vez
ese momento salvífico en el que,
bajo el Corazón de la Virgen de
Nazaret, comenzó a latir el Corazón
del Verbo, del Hijo de Dios. En su
seno se hizo hombre, por obra del
Espíritu Santo. En el seno de María
fue concebido el hombre, y fue
concebido el Corazón.
2. Este Corazón
es - como todo corazón humano - un
centro, un santuario en el que
palpita con un ritmo especial la
vida espiritual. Corazón,
resonancia insustituible, de todo lo
que experimenta el espíritu del
hombre. Todo corazón humano está
llamado a palpitar con el ritmo de
la justicia y del amor. Por esto se
mide la verdadera dignidad del
hombre.
3. ¡El Corazón
de Jesús palpita con el ritmo de la
justicia y del amor según la mismo
medida divina! Este es precisamente
el Corazón del Dios-Hombre. En El
se debe cumplir hasta el final toda
justicia de Dios hacia el hombre, y
también, en cierto sentido, la
justicia del hombre hacia Dios. En
el corazón humano del Hijo de Dios
se ofrece a la humanidad la justicia
de Dios mismo. Esta justicia es al
mismo tiempo el don del Amor. Por
medio del Corazón de Jesús, el
amor entra en la historia de la
humanidad como Amor subsistente:
"porque tanto amó Dios al
mundo, que le dio su unigénito Hijo"
(Jn 3,16).
4. Deseamos mirar
con los ojos de la Virgen Inmaculada
la luz de aquel admirable misterio:
¡La justicia que se revela como
Amor! ¡Amor que llena hasta el
borde todo medida de la justicia! ¡Y
la sobrepasa! Oremos , a fin de que
mediante el Corazón de la Madre de
Dios, el Corazón de Jesús, como
"santuario de justicia y amor"
se convierta para nosotros en "camino,
verdad y vida".
Corazón de Jesús, Lleno de Bondad y
de Amor
21
de julio, 1985
Deseamos, en
nuestra plegaria del Ángelus,
dirigirnos al Corazón de Cristo,
siguiendo las palabras de las letanías.
Deseamos hablar al Corazón del Hijo
mediante el Corazón de la Madre. ¿Qué
puede haber más bello que el
coloquio de estos dos corazones?
Queremos participar en él.
2. El Corazón de
Jesús es "horno ardiente de
caridad", porque el amor posee
algo de la naturaleza del fuego, que
arde y quema para iluminar y
calentar. Al mismo tiempo, en el
sacrificio del Calvario el corazón
del Redentor no fue aniquilado con
el fuego del sufrimiento. Aunque
humanamente muerto, como constató
el centurión Romano cuando traspaso
el costado de Cristo con la lanza,
en la economía divina de la salvación
este Corazón quedó vivo, como
manifestó la Resurrección.
3. He aquí que
el Corazón vivo del Redentor
resucitado y glorificado, lleno de
bondad y de amor": infinita y
sobreabundantemente lleno. El
rebosar del corazón humano alcanza
en Cristo la medida divina. Así fue
este Corazón ya durante los días
de la vida terrena. Lo testimonia
cuanto está narrado en el Evangelio.
La plenitud del amor se manifiesta a
través de la bondad: a través de
la bondad irradiaba y se difundía
sobre todos, en primer lugar sobre
los que sufren y los pobres. Sobre
todos según sus necesidades y
expectativas más verdaderas. Así
es el Corazón humano del Hijo de
Dios, incluso después de la
experiencia de la cruz y del
sacrificio. Mejor dicho, todavía más:
rebosante de amor y de bondad.
4. En el momento
de la Anunciación comenzó el
coloquio del Corazón de la Madre
con el Corazón del Hijo. Nos unimos
hoy a este coloquio, meditando el
misterio de la Encarnación en la
plegaria del Ángelus.
Corazón de Jesús, Abismo de todas
las Virtudes
28
de julio, 1985
Bajo el Corazón
de la Madre fue concebido el Hombre.
El Hijo de Dios fue concebido como
Hombre. Para venerar el momento de
esta concepción, es decir, el
misterio de la Encarnación, nos
unimos en la plegaria del Ángelus. Bajo la luz del momento de
la concepción, bajo la luz del
misterio de la Encarnación miramos
toda la vida de Jesús, nacido de
María. Siguiendo las invocaciones
de las Letanías, tratamos de
describir en cierto sentido esta
vida desde el interior: a través
del Corazón.
2. El corazón
decide de la profundidad del hombre.
Y, en todo caso, indica la medida de
esa profundidad, tanto en la
experiencia interior de cada uno de
nosotros, como en la comunicación
interhumana. La profundidad de
Jesucristo, indicada con la medida
de su Corazón, es incomparable.
Supera la profundidad de cualquier
otro hombre, porque no es solamente
humana, sino al mismo tiempo divina.
3. Esta
divina-humana profundidad del Corazón
de Jesús es la profundidad de las
virtudes: de todas las virtudes.
Como un verdadero hombre Jesús
expresa el lenguaje interior de su
Corazón mediante las virtudes. En
efecto, analizando su conducta se
pueden descubrir e identificar todas
estas virtudes, como históricamente
emergen del conocimiento de la moral
humana: las virtudes cardinales (prudencia,
justicia, fortaleza y templanza) y
las otras que derivan de ellas. (Estas
virtudes las han poseído en grado
elevado los santos y, si bien
siempre con la gracia divina, los
grandes genios del ethos humano).
4. La invocación
de las Letanías habla de forma muy
bella de un "abismo" de
las virtudes de Jesús. Este abismo,
esta profundidad, significa un grado
especial de la perfección de cada
una de las virtudes y su poder
particular. Esta profundidad y poder
de cada una de las virtudes proviene
del amor. Cuanto más enraizadas están
en el amor todas las virtudes, tanto
mayor es su profundidad.
Hay que añadir
que, además del amor, también la
humildad decide la profundidad de
las virtudes, Jesús dijo: "Aprended
de mí, que soy manso y humilde de
corazón" (Mt 11,29).
5. Al recitar el
Ángelus, recemos a María
para que nos acerque cada vez más
al Corazón de su Hijo; para que nos
ayude a aprender de El, sus propias
virtudes.
Corazón de Jesús, Dignísimo de toda
Alabanza
4
de agosto, 1985
1. Queridos
hermanos y hermanas: Nos encontramos
reunidos para venerar el momento único
en la historia del universo en el
que Dios-Hijo se hace hombre bajo el
Corazón de la Virgen de Nazaret. Es
el momento de la Anunciación que
refleja la oración del Ángelus "Concebirás
en tu seno y darás a luz un hijo, a
quien podrás por nombre Jesús. El
será... llamado Hijo del Altísimo"
(Lc 1,31-32).
María dice:
"Hágase en mí según tu
palabra" (Lc 1,38). Y desde
aquel momento su Corazón se prepara
a acoger al Dios-Hombre: ¡"Corazón
de Jesús dignísimo de toda
alabanza".
2. Nos unimos con
la Madre de Dios para adorar a este
Corazón del Hombre que, mediante el
misterio de la unión hipostática (unión
de las dos naturalezas), es al mismo
tiempo el Corazón de Dios.
Tributamos a Dios la adoración
debida al Corazón de Cristo Jesús,
desde el primer momento de su
concepción en el seno de la Virgen.
Junto con María
le tributamos la misma adoración en
el momento del nacimiento: cuando
vino al mundo en la extrema pobreza
de Belén. Le tributamos la misma
adoración, junto con María,
durante todos los días y los años
de su vida oculta en Nazaret,
durante todos los días y los años
en los que cumple su servicio mesiánico
en Israel.
Y cuando llega el
tiempo de la pasión, del
despojamiento, de la humillación y
del oprobio de la cruz, nos unimos
todavía más ardientemente al Corazón
de la Madre para gritar: ¡"Corazón
de Jesús.. dignísimo de toda
alabanza". Sí, ¡Dignísimo de
toda alabanza precisamente este
oprobio y humillación! En efecto,
es entonces que el Redentor alcanza
el cúlmen del amor de Dios. ¡Y el
Amor es digno de toda alabanza!
Nosotros "no nos gloriaremos a
no ser en la Cruz de nuestro Señor
Jesucristo" (cf. Ga 6,14),
escribirá San Pablo, mientras San
Juan enseña: "Dios es amor"
(1 Jn 4,8).
3. Jesucristo está
en la gloria de Dios Padre. De esta
gloria rodeó el Padre, en el Espíritu
Santo, el Corazón de su Hijo
glorificado. Esta gloria anuncia en
los siglos, la asunción al cielo
del Corazón de su Madre. Y todos
nosotros nos unimos con Ella para
confesar: "Corazón Jesús,
Dignísimo de toda Alabanza, ten
misericordia de nosotros".
Corazón de Jesús, Rey y Centro de
todos los corazones
25 de agosto,1985
1. Jesucristo es rey de los
corazones. Sabemos que durante su
actividad mesiánica en Palestina el
pueblo, al ver los signos que hacia,
quiso proclamarlo rey.
Veía en Cristo un justo heredero de
David, que durante su reino llevó a
Israel al cúlmen del esplendor.
2. Sabemos también que ante el
tribunal de Pilato Jesús de Nazaret
a la pregunta: ¿Tú eres rey ... ?
respondió:"Mi reino no es de
este mundo... Yo para esto he nacido
y para esto he venido al mundo: para
dar testimonio de la verdad. Todo el
que es de la verdad, escucha mi
voz" (Jn 18,33. 36-37).
3. En este mundo Cristo es rey de
los corazones. Nunca quiso ser
soberano temporal, ni siquiera sobre
el trono de David. Sólo deseó ese
reino que no es de este mundo y que,
al mismo tiempo, en este mundo se
arraiga por medio de la verdad en
los corazones humanos: en el hombre
interior.
Por este reino anunció el Evangelio
e hizo grandes signos. Por este
reino, el reino de los hijos y de
las hijas adoptivos de Dios, dio su
vida en la cruz.
4. Y confirmó de nuevo este
reino con su resurrección, dando el
Espíritu Santo a los Apóstoles y a
los hombres en la Iglesia.
De este modo Jesucristo es el rey y
centro de todos los corazones.
Reunidos en El por medio de la
verdad, nos acercamos a la unión
del reino, donde Dios "enjugará
toda lágrima" (Ap 7,17),
porque será "todo en todos"
(1 Co 15,28).
5. Hoy, reunidos para la
acostumbrada plegaria dominical del
Ángelus, elevamos -
juntamente con la Madre de Dios - al
Corazón de su Hijo la invocación:
"Corazón de Jesús, Rey y
Centro de todos los corazones, ten
misericordia de mí". Que el
Corazón Inmaculado de María guíe
nuestra oración, al cual hoy es de
acción de gracias al Señor por el
reciente viaje apostólico África.
CORAZÓN DE JESÚS, EN QUIEN ESTÁN
TODOS LOS TESOROS
DE LA SABIDURÍA Y DE LA CIENCIA
1 de
septiembre, 1985
1.
Esta invocación de las Letanías
del Sagrado Corazón, tomada de la
Carta a los Colosenses (2,3), nos
hace comprender la necesidad de ir
al Corazón de Cristo para entrar en
la plenitud de Dios.
2. La ciencia, de
la que se habla, no es la ciencia
que hincha (1 Co 8,2), fundada en el
poder humano.
Es sabiduría divina, un misterio
escondido durante siglos en la mente
de Dios, Creador del universo (Ef
3,9). Es una ciencia nueva,
escondida a los sabios y a los
entendidos del mundo, pero revelada
a los pequeños (Mt 11,25), ricos en
humildad, sencillez, pureza de corazón.
Esta ciencia y esta sabiduría
consisten en conocer el misterio de
Dios invisible, que llama a los
hombres a ser partícipes de su
divina naturaleza y los admite a la
comunión con El.
3. Nosotros
sabemos estas cosas porque Dios
mismo se ha dignado revelárnoslas
por medio del Hijo, que es sabiduría
de Dios (1 Co 1,24).
Todas las cosas
que hay en la tierra y en los cielos,
han sido creadas por medio de El y
para El (Col 1,16). La sabiduría de
Cristo es más grande que la de
Salomón (Lc 11,31). Sus riquezas
son inescrutables (Ef 3,8). Su amor
sobrepasa todo conocimiento. Pero
con la fe somos capaces de
comprender, juntamente con todos los
santos, su anchura, su largura,
altitud y profundidad (Ef 3, 18).
Al conocer a Jesús, conocemos también
a Dios. El que le ve a El, ve al
Padre (Jn 14,9). Con El apareció el
amor de Dios en nuestros corazones (Rm
5,5).
4. La ciencia
humana es como el agua de nuestros
fuentes: quien la bebe, vuelve a
tener sed. La sabiduría y la
ciencia de Jesús, en cambio, abren
los ojos de la mente, mueven el
corazón en la profundidad del ser y
engendran al hombre en el amor
trascendente; liberan de las
tinieblas del error, de las manchas
del pecado, del peligro de la muerte,
y conducen a la plenitud de la
comunión de esos bienes divinos,
que trascienden la comprensión de
la mente humana (Dei Verbum,6).
5. Con la sabiduría
y la ciencia de Jesús, nos
arraigamos, y fundamentamos en la
caridad (Ef 3,17). Se crea el hombre
nuevo, interior, que pone a Dios en
el centro de su vida y a sí mismo
al servicio de los hermanos.
Es el grado de perfección que
alcanza María, Madre de Jesús y
Madre nuestra: ejemplo único de
criatura nueva, enriquecida con la
plenitud de gracia y dispuesta a
cumplir la voluntad de Dios"
"He aquí la esclava del Señor,
hágase en mí según tu palabra".
Y por esto, nosotros la invocamos
como "Trono de la Sabiduría".
Al rezar el Ángelus, pidámosle que
nos haga como Ella y como su Hijo.
CORAZÓN DE JESÚS, EN QUIEN
HABITA TODA LA PLENITUD DE LA
DIVINIDAD
15 de
septiembre, 1985
1.
Desde el mes de junio, durante los
domingos del verano, nuestra oración
del "Ángelus" saca temas
de reflexión de las letanías del
Sagrado Corazón de Jesús.
Nos detenemos sobre cada una de las
invocaciones y meditamos la gran
riqueza de contenido que en ellas se
encierra. Es una fuente de inspiración
para nuestra vida interior: para
nuestra relación con el misterio de
Jesucristo.
2. Ayer, mediante
la solemnidad de la Exaltación de
la Santa Cruz, la Iglesia entera se
abrió una vez más hacia este Corazón
en el que "habita toda la
plenitud de la divinidad".
El misterio de Cristo: Dios-Hombre,
tiene una elocuencia particular
cuando miramos a la Cruz: ¡He aquí
el hombre! ¡He aquí el Crucificado!
¡He aquí al Hombre totalmente
despojado! ¡He aquí al Hombre
"destrozado a causa de nuestros
pecados"! ¡He aquí al Hombre
"cubierto de oprobios"!
Y, al mismo tiempo: ¡he aquí al
Hombre-Dios! En El habita toda la
plenitud de la divinidad. ¡De la
misma naturaleza que el Padre! Dios
de Dios. Luz de luz.
Engendrado, no creado. El Verbo
Eterno. Uno en la divinidad con el
Padre y con el Espíritu Santo.
3. Cuando el
centurión, en el Gólgota, traspasó
con una lanza el Crucificado, de su
costado salió sangre y agua. Este
es el signo de la muerte. El signo
de la muerte humana del Dios
Inmortal.
Al pie de la Cruz se encuentra la
Madre. La Madre Dolorosa. La
recordamos al día siguiente de la
Exaltación de la Cruz. Cuando el
costado de Cristo fue traspasado por
la lanza del centurión se cumplió
en Ella la profecía de Simeón:
"Y a ti una espada te traspasará
el alma" (Lc 2,25).
Las palabras del profeta son un
anuncio de la definitiva alianza de
los Corazones: del Hijo y de la
Madre; de la Madre y del Hijo.
"Corazón de Jesús, en el que
habita toda la plenitud de la
divinidad - Corazón de María - Corazón
de la Virgen Dolorosa - Corazón de
la Madre de Dios. ¡Que nuestra oración a la hora del
Ángelus se una
hoy a esa admirable alianza de los
Corazones!
4. Proclamemos en
el mes de junio las palabras de las
letanías:
Corazón de Jesús, en quien habita
toda la plenitud de la divinidad...
Corazón de Jesús, de cuya plenitud
todos hemos recibido ...
Nos unimos en esta oración con María,
que conoce mejor que nadie esta
"plenitud" y sabe tomar de
ella más plenamente.
CORAZÓN DE JESÚS EN QUIEN EL PADRE
HALLÓ SUS COMPLACENCIAS
22 de
junio, 1986
1.Rezando así, particularmente ahora,
en el mes de junio, meditamos en
aquella complacencia eterna que el
Padre tiene en el Hijo: Dios en Dios,
Luz en Luz.
Esa complacencia significa también
Amor: este Amor al que todo lo que
existe le debe su vida: sin El, sin
Amor, y sin el Verbo-Hijo, "no
se hizo nada de cuanto se ha hecho"
(Jn 1,3).
Esta complacencia del Padre encontró
su manifestación en la obra de la
creación en particular en la del
hombre, cuando Dios "vio lo que
había hecho y he aquí que era
bueno... era muy bueno" (Gn
1,31).
¿No es, pues, el Corazón de Jesús
ese "punto" en el que
también el hombre puede volver a
encontrar plena confianza en todo lo
creado? Ve los valores, ve el orden
y la belleza del mundo. Ve el
sentido de la vida.
2. Corazón de
Jesús, en quien el Padre halló sus
complacencias. Nos dirigimos a la
orilla del Jordán.
Nos dirigimos al monte Tabor. En
ambos acontecimientos descritos por
los Evangelistas se oye la voz de
Dios invisible, y es la voz del
Padre:
"Este es mi Hijo amado, en
quien tengo mi complacencia.
Escuchadle" (Mt 17,5).
La eterna complacencia del Padre
acompaña al Hijo, cuando El se hizo
hombre, cuando acogió la misión
mesiánica a desarrollar en el mundo,
cuando decía que su comida era
cumplir la voluntad del Padre.
Al final Cristo cumplió esta
voluntad haciéndose obediente hasta
la muerte de cruz, y entonces esa
eterna complacencia del Padre en el
Hijo, que pertenece al intimo
misterio del Dios-Trino, se hizo
parte de la historia del hombre. En
efecto, el Hijo mismo se hizo hombre
y en cuanto tal tuvo un corazón de
hombre, con el que amó y respondió
al amor. Antes que nada al amor del
Padre.
Y por eso en este corazón, en el
Corazón de Jesús, se concentró la
complacencia del Padre.
Es la complacencia salvífica. En
efecto, el Padre abraza con ella -
en el corazón de su Hijo - a todos
aquellos por los que este Hijo se
hizo hombre. Todos aquellos por los
que tiene el corazón. Todos
aquellos por los que murió y
resucitó.
En el Corazón de Jesús el hombre y
el mundo vuelven a encontrar la
complacencia del Padre. Este es el
corazón de nuestro Redentor. Es el
corazón del Redentor del mundo.
En nuestro rezo del Ángelus
unámonos a María.
Unámonos a Ella, de la que el Hijo
de Dios tomó un corazón humano.
Pidámosle que nos acerque a El.
Pidamos a Ella, en el corazón del
Hijo, acerque al hombre y al mundo
la complacencia del Padre, el Amor
del Padre, la misericordia de Dios.
CORAZÓN DE JESÚS, DE CUYA PLENITUD
TODOS HEMOS RECIBIDO
13 de
julio, 1986
1.Congregados para
rezar el Ángelus, nos unimos a María
en el momento de la Anunciación,
cuando el Verbo se hizo carne y vino
a habitar bajo su Corazón: el Corazón
de la Madre.
Nos unimos, pues, al Corazón de la
Madre, que desde el momento de la
concepción conoce mejor el corazón
humano de su divino Hijo: "De
su plenitud recibimos todos gracia
sobre gracia" así escribe el
Evangelista Juan (Jn 1,16).
2.
¿Qué es lo que determina la
plenitud del Corazón?
¿Cuándo podemos decir que el corazón
está pleno? ¿De qué está lleno
el Corazón de Jesús?
Está lleno de amor.
El amor decide sobre esta plenitud
del corazón del Hijo de Dios, a la
que nos dirigimos hoy en la oración.
Es un Corazón lleno de amor del
Padre: lleno al modo divino y al
mismo tiempo humano. En efecto, el
Corazón de Jesús es verdaderamente
el corazón humano de Dios Hijo. Está
pues, lleno de amor filial todo lo
que El ha hecho y dicho en la tierra
da testimonio precisamente de ese
amor filial.
3. Al mismo
tiempo el amor filial del Corazón
de Jesús ha revelado - y revela
continuamente al mundo el amor del
Padre. El Padre, en efecto, "tanto
amó al mundo, que le dio su unigénito
Hijo" (En 3,16) para la salvación
del mundo; para la salvación del
hombre, para que él "no
perezca, sino que tengo la vida
eterna" (ib.).
El Corazón de Jesús está por
tanto lleno de amor al hombre. Está
lleno de amor a la criatura. Lleno
de amor al mundo.
¡Está totalmente lleno!
Esa plenitud no se agota nunca.
Cuando la humanidad gasta los
recursos materiales de la tierra,
del agua, del aire, estos recursos
disminuyen, y poco a poco se acaban.
Se habla mucho de este tema relativo
a la explotación acelerada de
dichos recursos que se lleva a cabo
en nuestros días. De aquí derivan
advertencias tales como: "No
explotar sobre medida".
Muy distinto sucede con el amor.
Todo lo contrario sucede con la
plenitud del Corazón de Jesús.
No se agota nunca, ni se agotará
jamás.
De esta plenitud todos recibimos
gracia sobre gracia. Sólo es
necesario que se dilate la medida de
nuestro corazón, nuestra
disponibilidad para sacar de esa
sobreabundancia de amor.
Precisamente para esto nos unimos al
Corazón de María.
18
- CORAZÓN DE
JESÚS, DESEO DE LOS ETERNOS COLLADOS
20 de
julio, 1986
1.A lo largo de estos domingos, cuando
nos congregarnos para la plegaria
del mediodía, rezamos las letanías
del Sagrado Corazón en unión
particular con la Madre de Jesús.
El Ángelus dominical es, en efecto,
nuestra cita de oración con María.
Junto con Ella recordamos la
Anunciación, que fue ciertamente un
acontecimiento decisivo en su vida.
Y he aquí que, en el centro de este
acontecimiento, descubrimos el Corazón.
Se trata del amor del Hijo de Dios,
que desde el momento de la Encarnación
comienza a desarrollarse bajo el
Corazón de la Madre junto con el
Corazón humano de su Hijo.
2. ¿Es este Corazón "deseo"
del mundo?
Mirando el mundo tal como
visiblemente nos rodea, debemos
constatar con San Juan que está
sometido a la concupiscencia de la
carne, a la concupiscencia de los
ojos y a la soberbia de la vida (Jn
2,16).
Y este "mundo" parece
estar lejos del deseo del Corazón
de Jesús. No comparte sus deseos.
Permanece extraño y, a veces,
incluso hostil respecto a EL.
Este es el "mundo" del que
el Concilio dice que está "esclavizado
bajo la servidumbre del pecado (Gaudium
et Spes) . Y lo dice de acuerdo con toda
la Revelación, con la Sagrada
Escritura y con la Tradición (e
incluso, digamos también, con
nuestra experiencia humana).
3. Sin embargo,
contemporáneamente, el mismo "mundo"
ha sido llamado a la existencia por
amor del Creador, y este amor le
mantiene constantemente en la
existencia.
Se trata del mundo como el conjunto
de las criaturas visibles e
invisibles, y en particular "la
entera familia humana con el
conjunto universal de las realidades
entre las que ésta
vive"(Gaudium et Spes, 2).
Es el mundo que, precisamente a
causa de la "servidumbre del
pecado" ha sido sometido a la
caducidad - como enseña San Pablo
-y, por ello, gime y siente dolores
de porto, esperando con impaciencia
la manifestación de los hijos de
Dios, porque sólo por este camino
se puede liberar realmente de la
esclavitud- de la corrupción, para
participar de la libertad y de la
gloria de los hijos de Dios (Rm.
8,19-22).
4.Este mundo - a
pesar del pecado y la triple
concupiscencia - está -orientado al
amor, que llena el Corazón humano
del Hijo de María.
Y por ello, uniéndonos a Ella,
pedimos: Corazón de Jesús, deseo
de los eternos collados, lleva a los
corazones humanos, acerca a nuestro
tiempo esa liberación que está en
el Evangelio, en tu cruz y
resurrección: ¡Que está en tu
Corazón!
CORAZÓN DE JESÚS, PACIENTE Y
DE MUCHA MISERICORDIA
27 de
julio, 1986
1-Hoy, con ocasión de la oración del
Ángelus, deseamos releer una vez más,
junto con María, el Evangelio; en
cierto sentido lo releemos todo
entero, e inmediatamente. En él
subyace el Corazón de Jesús, paciente
e inmensamente misericordioso.
¿No es tal vez así el Corazón de
Aquel que "pasé haciendo bien"
a todos (Hch 10,38)? ¿De Aquel que
hizo que los ciegos adquiriesen la
vista, los cojos caminasen, los
muertos resucitasen? ¿Que a los
pobres se les anunciara la Buena
Nueva (Lc 7,22)?
¿No es tal vez así el Corazón de
Jesús, que no tenia El mismo dónde
reclinar la cabeza mientras que los
lobos tienen sus guaridas y los pájaros
sus nidos (Mt 8,20)?
¿No es tal vez así el Corazón de
Jesús, que defendió a la mujer adúltera
de la lapidación y luego le dijo:
"Vete, y de ahora en adelante
no peques más (Jn 8,3-10).?
¿No es tal vez así el Corazón de
Aquel que fue llamado "amigo de
publicanos y pecadores" (Mt
11,19)?
2-
¡Miremos, junto con María,
el interior de este Corazón! ¡Releámoslo
a lo largo del Evangelio!
Más aún, sobre todo releamos este
corazón en el momento de la
crucifixión. Cuando ha sido
traspasado por la lanza. Cuando se
ha desvelado hasta el fondo el
misterio en El escrito.
El Corazón paciente porque está
abierto a todos los Sufrimientos del
hombre. ¡El Corazón paciente,
porque está dispuesto El mismo a
aceptar un sufrimiento
inconmensurable con metro humano!
¡El Corazón paciente, porque es
inmensamente misericordioso!
En efecto, ¿qué es la misericordia,
sino esa medida particular del
amor, que se expresa en el
sufrimiento?
¿Qué es, en efecto, la
misericordia sino esa medida
definitiva del amor, que desciende
al centro mismo del mal para
vencerlo con el bien?
¿Qué es sino el amor que vence el
pecado del mundo mediante el
sufrimiento y la muerte?
3.
¡Corazón de Jesús, paciente
y de mucha misericordia!
¡Madre, que has mirado en este
Corazón, cuando estabas presente al
pie de la cruz!
Madre que, por voluntad de este
Corazón, te has hecho Madre de
todos nosotros.
¿Quién conoce como Tú el misterio
del Corazón de Jesús en Belén, en
Nazaret, en el Calvario?
¿Quién como Tú sabe que es
paciente e inmensamente
misericordioso?
¿Quién como Tú da testimonio
incesantemente de ello?
CORAZÓN DE JESÚS, GENEROSO PARA
TODOS LOS QUE TE INVOCAN
3 de
agosto, 1986
1.
Nos recogemos hoy durante la oración
del Ángelus para recordarte, oh
Madre de Cristo, el acontecimiento
que tuvo lugar en Caná de Galilea.
Esto ocurrió al comienzo de la
actividad mesiánica. Jesús había
sido invitado, contigo y sus
primeros discípulos, a las bodas. Y
cuando faltó el vino, Tú, María,
dijiste a Jesús: Hijo, "no
tienen vino" (Jn 2,3).
Tú conocías su corazón. Sabías
que es generoso para aquellos que lo
invocan.
Con tu oración en Caná de Galilea
hiciste que el Corazón de Jesús se
revelase en su generosidad.
2.Este es el
Corazón generoso, puesto que en El
habita efectivamente la plenitud. la
plenitud de la divinidad habita en
Cristo verdadero hombre: y Dios es
amor.
Es generoso porque ama, y amar
quiere decir prodigar, quiere decir
dar. Amar quiere decir ser don. -Quiere
decir ser para los demás ser para
todos, ser para cada uno.
Para cada uno que llama. Llama a
veces, incluso sin palabras. Llama
por el hecho de poner al descubierto
todo su verdad, y, en esta verdad,
llama al amor.
La verdad tiene la fuerza de llamar
al amor. Mediante la verdad todos
aquellos que son "pobres de espíritu",
que "tienen hambre y sed de
justicia" que, ellos mismos,
"son misericordiosos"
tienen la fuerza de llamar al amor.
Todos ellos - y tantos otros más -
tienen un maravilloso "poder"
sobre el amor. Todos ellos hacen que
el amor se comunique, se dé y se
manifieste así la generosidad del
corazón.
Entre todos ellos, Tú, María, eres
la primera.
3. ¡Corazón de
Jesús, generoso para todos lo que
te invocan! Mediante esta
generosidad el amor no se agota,
sino que crece. Crece
constantemente. Esta es la
naturaleza misteriosa del amor. Y éste
es también el misterio del Corazón
de Jesús, que es generoso para con
todos.
Se abre a todos y cada uno. Se abre
completamente por sí mismo. Y en
esta generosidad no se agota. La
generosidad del Corazón da
testimonio de que el amor no está
sometido a las leyes de la muerte,
sino a las leyes de la resurrección
y la vida. Da testimonio de que el
amor crece con el amor. Esta es su
naturaleza.
4.De esta verdad
sobre el amor dio testimonio en
nuestros tiempos Pablo VI. Su corazón
humano cesó de latir aquí, en Castelgandolfo, hace ocho años, en
la fiesta de la Transfiguración del
Señor.
Su humilde sucesor hace suya la
misma verdad sobre el amor, que el
difunto Pontífice proclamó con la
palabra y con la vida hasta el
final, invocando al Corazón divino.
Y por ello, pensando en el Papa
Pablo VI, hoy, durante la oración
del Ángelus, nos unimos de modo
particular a Maria, y decimos: Corazón
de Jesús, generoso para todos los
que te invocan, acoge a tu siervo en
tu eterna luz.
CORAZÓN DE JESÚS, FUENTE DE
VIDA Y DE SANTIDAD
10 de
agosto, 1986
1.Recordemos cuando Jesús se acercó
a la pequeña ciudad de Samaria,
llamada Sicar, donde se encontraba
una fuente que se remontaba a los
tiempos del Patriarca Jacob.
En aquel lugar encontró a una
samaritana, que se acercaba para
sacar agua de la fuente. El le dice:
"Dame de beber". La mujer
responde: "¿Cómo tú, siendo
judío, me pides de beber a mi,
mujer samaritana?".
Entonces Jesús replicó: "Si
conocieras el don de Dios y quién
es el que te dice: Dame de beber, tú
le pedirías a El, y El te daría a
ti agua viva".
Y continuó: "El agua que yo te
dé se hará en ti fuente que salte
hasta la vida eterna" (cf. Jn
4,5-14). ¡Fuente! ¡Fuente de vida y de
santidad!
2.En otra ocasión,
en el último día de la fiesta de
los Tabernáculos en Jerusalén, Jesús
-como escribe también el
Evangelista Juan - "gritó,
diciendo: Si alguno tiene sed, venga
a mi y beba. El que cree en mí, según
dice la Escritura, ríos de agua
viva correrán de su seno".
El Evangelista añade: Esto dijo del
Espíritu que habían de recibir los
que creyeran en EL" (Jn
7,37-39).
3.Todos deseamos
acercamos a esta fuente de agua
viva. Todos deseamos beber del Corazón
divino, que es fuente de vida y de
santidad.
En El nos ha sido dado el Espíritu
Santo, que se da constantemente a
todos aquellos que con adoración y
amor se acercan a Cristo, a su Corazón.
Acercarse a la fuente quiere decir
alcanzar el principia No hay en el
mundo creado otro lugar del cual
pueda brotar la santidad para la
vida humaní4 fuera de este Corazón,
que ha amado tanto. "Ríos de
agua viva" han manado de tantos
corazones... y ¡manan todavía! De
ello dan testimonio los Santos de
todos los tiempos.
4.Te pedimos,
Madre de Cristo, que seas nuestra Guía
al Corazón de tu Hijo. Te pedimos
que nos acerques a El y nos enseñes
a vivir en intimidad con este Corazón,
que es fuente de vida y de santidad.
CORAZÓN DE JESÚS, PROPICIACIÓN
POR NUESTROS PECADOS.
17 de agosto, 1986
1.El Corazón de Jesús es fuente de
vida, porque por medio de El actúa
la victoria sobre la muerte. Es
fuente de santidad, porque en El ha
sido vencido el pecado que es
adversario de la santidad en el
corazón del hombre.
Jesús, que el domingo de resurrección
entra por la puerta cerrado, en el
Cenáculo, dice a los Apóstoles:
"Recibid el Espíritu Santo: a
quien perdonareis los pecados les
serán perdonados" (Jn 20,23).
Y diciendo esto, les muestra las
manos y el costado, en el que están
visibles los signos de la crucifixión.
Muestra el costado, lugar del Corazón
traspasado por la lanza del centurión.
2- Así, pues,
los Apóstoles han sido llamados a
volver al Corazón, que es
propiciación por los pecados del
mundo. Y con ellos también nosotros
somos llamados.
La potencia de la remisión de los
pecados, la potencia de la victoria
sobre el mal que alberga en el corazón
del hombre, se encierra en la pasión
y en la muerte de Cristo Redentor. Un
signo Particular de esta potencia
redentora es precisamente el Corazón.
La Pasión de Cristo Y Su muerte se
han apoderado de todo su cuerpo. Se
han cumplido mediante todas las
heridas, que El ha recibido durante
la pasión. Y se han cumplido sobre
todo en el Corazón, porque el Corazón
agonizaba mientras se apagaba todo
el cuerpo. El Corazón se consumía
al ritmo del sufrimiento que producían
todas las heridas.
3.En este
despojamiento el Corazón ardía de
amor. Una llama viva de amor ha
consumido el Corazón de Jesús en
la cruz.
Este amor del Corazón fue la
potencia propiciadora por nuestros
pecados. Ello ha superado - y supera
para siempre - todo el mal contenido
en el pecado, todo el alejamiento de
Dios, toda la rebelión de la libre
voluntad humana, que se opone a Dios
y a su santidad.
El amor que ha consumado el Corazón
de Jesús el amor que ha causado la
muerte de su Corazón - era y es una
potencia invencible. Mediante el
amor del Corazón divino, la muerte
ha logrado la victoria sobre el
pecado. Se ha convertido en fuente
de vida y de santidad.
4.Cristo mismo
conoce hasta el fondo este misterio
redentor de su Corazón. Es
testimonio inmediato del mismo.
Cuando dice a los Apóstoles:
Recibid el Espíritu Santo para la
remisión de los pecados, da
testimonio de aquel Corazón que es
propiciación por los pecados del
mundo.
María, que eres refugio de los
pecadores, ¡acércanos al Corazón
de tu Hijo!
CORAZÓN DE JESÚS, SACIADO DE
OPROBIOS
24 de agosto, 1986
1.Las Palabras de las letanías del
Sagrado Corazón de Cristo nos
ayudan a releer el Evangelio de la
pasión de Cristo.
Repasemos con los ojos del alma
aquellos momentos y acontecimientos
desde la captura en Getsemaní al
juicio de Anás y de Caifés, la
encarcelación nocturna, la
sentencia matutina del Sanedrín, el
tribunal del Gobernador romano, el
tribunal de Herodes el galileo, la
flagelación, la coronación de
espinas, la sentencia de crucifixión,
el vía crucis hasta el lugar del Gólgota,
y, a través de la agonía sobre el
árbol de la ignominia, hasta el último
"Todo está cumplido".
Corazón de Jesús, saciado de
oprobios.
2.Corazón de Jesús - el corazón
humano del Hijo de Dios -, tan
conocedor de la dignidad de todo
hombre, tan conocedor de la dignidad
de Dios-Hombre.
Corazón del Hijo, que es Primogénito
de toda criatura: - tan conocedor de
la peculiar dignidad del alma y del
cuerpo del hombre; - tan sensible
por todo lo que ofende esta
dignidad: "saciado de
oprobios!.
3.Recordemos
las palabras de Isaías
profeta: "He aquí a mi Siervo,
a quien sostengo yo; mi elegido, en
quien se complace mi alma... El dará
el derecho a las naciones. No gritará,
no hablará recio... No romperá la
caña cascada ni apagará la mecha
que se extingue" (Is 42,1-3).
"Como de, El se pasmaron
muchos, tan desfigurado estaba, su
aspecto, que no parecía ser de
hombre" (Is 52,14). ... Varón
de dolores y familiarizado con el
sufrimiento, y como uno ante el cual
se oculta el rostro, menospreciado
sin que le tengamos en cuenta"
(Is 53,3).
4.
Corazón de
Jesús saciado de oprobios! Signo de
contradicción ... "Y una
espada atravesará tu alma ...
" (Lc 2,34-35).
CORAZÓN DE
JESÚS, DESPEDAZADO POR NUESTROS
PECADOS
31 de agosto,
1986.
Jesús de
Nazaret, el que durante la última
Cena dijo: Esto es mi Cuerpo, que
será entregado por vosotros... Este
es el cáliz de mi Sangre derramada
por vosotros".
Jesús: sacerdote fiel, que mediante
su propia sangre entra en el tabernáculo
eterno.
Jesús: sacerdote, que según el
orden de Melquisedec nos deja Su
sacrificio: haced esto. ¡Jesús
- Corazón de Jesús!
2.Corazón de Jesús
en Getsemaní, que "se
entristece hasta la muerte" que
siente el "peso" terrible.
Cuando dice: "Todo te es
posible: aleja de mi este cáliz"
(Mc.14,36). El sabe, al mismo
tiempo, cuál es la voluntad del
Padre, y no desea otra cosa que
cumplirla: derramar el cáliz hasta
el fondo.
Corazón de Jesús, despedazado con
la eterna sentencia: efectivamente,
Dios ha amado tanto al mundo hasta
dar su Hijo unigénito...
3.Tantos siglos antes lo había
dicho Isaías:
Pero fue El ciertamente quien soportó
nuestros sufrimientos y cargó con
nuestros dolores, mientras que
nosotros le tuvimos por castigado,
herido por Dios y abatido", (Is
53,4), El se ha inmolado por
nuestros delitos: y, sin embargo, ¿no
decían en el Gólgota: "Si
eres hijo de Dios, baja de esa
cruz"
(Mt 27,40) .
4.Así decían:
Y, sin embargo, el Profeta sabía.
Y, sin embargo, Isaías decía...,
tantos siglos antes: Fue traspasado
por nuestras iniquidades y molido
por nuestros pecados... Todos
nosotros andábamos errantes como
ovejas, siguiendo cada uno su
camino: Y Yavé cargó sobre El la
iniquidad de todos nosotros... Fue
arrancado de la tierra de los
vivientes y herido de muerte por el
crimen de su pueblo" (Is
53,5-8).
5. Corazón de
Jesús, despedazado por nuestros
pecados...
Los sufrimientos de la agonía
abrazan gradualmente todo el cuerpo
del Crucificado. Lentamente la
muerte llega al corazón.
Jesús dice: "Todo está
cumplido". " Padre, en tus
manos entrego mi espíritu" (Lc
23,46).
¿Cómo iban a cumplirse las
escrituras diversamente?
¿Cómo iban a cumplirse
diversamente las palabras del
Profeta que dice: "El Justo, mi
Siervo, justificará a muchos... Se
cumplirá por su medio la voluntad
del Señor" (Is 53,11).
¡La voluntad del Padre! ¡No la mía,
sino tu voluntad!
6.Nos hemos unido
en la oración contigo, Madre de
Cristo: contigo, que has participado
en sus sufrimientos .. Tú nos
conduces al Corazón de tu Hijo
agonizante en la cruz: cuando en su
despojamiento se revela hasta el
fondo como Amor.
Oh Tú, que has participado en sus
sufrimientos, permítenos perseverar
siempre abrazando este misterio.
¡Madre del Redentor! ¡Acércanos
al Corazón de tu Hijo!
CORAZÓN DE JESÚS, HECHO
OBEDIENTE HASTA LA MUERTE
23 de julio, 1989.
1.Queridos hermanos y hermanas: esta
invocación de las Letanías del
Sagrado Corazón nos invita hoy a
contemplar el Corazón de Cristo
obediente. Toda la vida de Jesús
está bajo el signo de una perfecta
obediencia a la voluntad del Padre,
suprema y coeterna fuente de su ser
( Jn 1,1-2): uno solo es su poder y
su gloria, una sola su sabiduría;
es reciproco su infinito -amor. Por
esta comunión de vida y de amor, el
Hijo se adhiere plenamente al
proyecto del Padre, que quiere la
salvación del hombre mediante el
hombre: en la "plenitud de los
tiempos" nace de la Virgen
Madre (Gal 4,4) con un corazón
obediente, para reparar el daño
causado al género humano por el
corazón desobediente de los
primeros padres.
Por esto, al entrar en el mundo
Cristo dice: "He aquí que
vengo... a hacer, oh Dios, tu
voluntad" (Hb 10,7). "¡Obediencia"
es el nuevo nombre del
"amor"
2. Los Evangelios
nos muestran a Jesús, en el
transcurso de su vida, siempre
dedicado a hacer la voluntad del
Padre. A María y José, que durante
tres días, afligidos, lo hablan
buscado, Jesús, que tenia doce años,
les responde: "¿Por qué me
buscabais? ¿No sabíais que yo
debla estar en la casa de mi Padre?
(Lc 2,49). Toda su existencia está
dominada por este "yo
debo" que determina sus
opciones y guía su actividad. A los
discípulos dirá un día: "Mi
alimento es hacer la voluntad del
que me ha enviado y llevar a cabo su
obra" (Jn 4,34); y les enseñara
a orar así: "Padre Nuestro...
hágase tu voluntad en la tierra
como en el cielo" (Mt 6, 10).
3.Jesús obedece
hasta la muerte (Flp 2,8), aunque
nada le resulte tan radicalmente
opuesto como la muerte, ya que El es
la fuente misma de la vida (Jn
11,25-26).
En aquellas horas trágicas le
sobrevienen, inquietantes, el
desconsuelo y la angustia ( Mt
26,37), el miedo y la turbación (
Mc 14,33), el sudor de sangre y las
lágrimas (Lc 22,44). Luego, en la
cruz, el dolor desgarra su cuerpo
traspasado. La amargura - del
rechazo, de la traición, de la
ingratitud -, llena su Corazón.
Pero sobre todo domina la paz de la
obediencia. "No se haga mi
voluntad, sino la tuya" (Lc
22,42). Jesús recoge las fuerzas
extremas y, casi sintetizando su
vida, pronuncia la última palabra:
"Todo está cumplido" (En
19,30).
4.Al alba, al
mediodía y al atardecer de la vida
de Jesús,, late en su corazón un
solo deseo: hacer la voluntad del
Padre. Contemplando esta vida,
unificada por la obediencia filial
al Padre, comprendemos la palabra
del Apóstol: Por la obediencia de
uno solo todos serán constituidos
justos" (Rm 5,19), y la otra,
misteriosa y profunda, de la Carta a
los Hebreos: "Aun siendo Hijo,
con lo que padeció experimentó la
obediencia: y llegado a la perfección,
se convirtió en causa de salvación
eterna para todos los que le
obedecen" (5,8-9).
Que María Santísima, la Virgen del
"hágase" tembloroso y
generoso, nos ayude también a
nosotros a "Aprender" esta
lección fundamental.
CORAZÓN DE
JESÚS, PERFORADO POR UNA LANZA
30 de Julio, 1989
1. Pocas páginas
del Evangelio a lo largo de los
siglos han atraído la atención de
los místicos, de los escritores
espirituales y de los teólogos
tanto como el pasaje del Evangelio
de San Juan que nos narra la muerte
gloriosa de Cristo y la escena en
que le atraviesan el costado (En
19,23-37). En esa página se inspira
la invocación de las Letanías, que
he recordado hace un momento.
En el Corazón atravesado
contemplamos la obediencia filial de
Jesús al Padre, cuya misión El
realizó con valentía ( Jn 19,30) y
su amor fraterno hacia los hombres a
quienes El "amó hasta el
extremo" (Jn 13,1), es decir,
hasta el extremo sacrificio de Si
mismo. El Corazón atravesado de Jesús
es el signo de la totalidad de este
amor en dirección vertical y
horizontal, como los dos brazos de
la cruz.
2.El Corazón
atravesado es también el símbolo
de la vida nueva, dada a los hombres
mediante el Espíritu y los
sacramentos. En cuanto el soldado le
dio el golpe de gracia, del costado
herido de Cristo "al instante
salió sangre y agua" (Jn
19,34). La lanzada atestigua la
realidad de la muerte de Cristo. El
murió verdaderamente, como había
nacido verdaderamente y como
resucitará verdaderamente en su
misma carne (Jn 20,24.27). Contra
toda tentación antigua o moderna de
docetismo, de ceder a la
"apariencia" el Evangelista nos
recuerda a todos la cruda certeza de
la realidad. Pero al mismo tiempo
tiende a profundizar el significado
del acontecimiento salvífico y a
expresarlo a través del símbolo.
El, por tanto, en el episodio de la
lanzada, ve un profundo significado:
como de la roca golpeada por Moisés
brotó en el desierto un manantial
de agua ( Nm 20,8-11), así del
costado de Cristo, herido por la
lanza, brotó un torrente de agua
para saciar la sed del nuevo pueblo
de Dios. Este torrente es el don del
Espíritu, (Jn 7,37-39), que
alimenta en nosotros la vida divina.
3.Finalmente, del
Corazón atravesado de Cristo brota
la Iglesia. Como del costado de Adán
que dormía fue extraída Eva, su
esposa, así - según una tradición
patrística que se remonta a los
primeros siglos -, del costado
abierto del Salvador, que dormía
sobre la cruz en el sueño de la
muerte, fue extraída la Iglesia, su
esposa. Esta se forma precisamente
del agua y de la sangre, - Bautismo
y Eucaristía -, que brotan del
Corazón traspasado. Por eso, con
razón afirma la Constitución
conciliar sobre la liturgia:
"Del costado de Cristo dormido
en la cruz nació el sacramento
admirable de la Iglesia entera"
(Sacrosanctum Concilium, 5).
4. "Junto a
la cruz, advierte el Evangelista, se
encontraba "la Madre de Jesús
(Jn 19,25). Ella vio el Corazón
abierto del que fluían sangre y
agua - sangre tomada de su sangre -,
y comprendió que ¿a sangre del
Hijo era derramada por nuestra
salvación. Entonces comprendió
hasta el fondo el significado de las
palabras que el Hijo le había
dirigido poco antes: "Mujer, he
ahí a tu hijo" (Jn 19,26): la
Iglesia que brotaba del Corazón
atravesado era confiada a sus
cuidados de Madre.
Pidamos a María
que nos guié a sacar cada vez más
abundantemente el agua de los
manantiales de gracia que fluyen del
Corazón atravesado de Cristo.
CORAZÓN DE JESÚS, FUENTE DE TODO
CONSUELO
13 de agosto, 1989
1- Dios, Creador
del cielo y de la tierra, es también
"el Dios de toda consolación"
(2 Co 1,3; Rm 15,5). Numerosas páginas
del Antiguo Testamento nos muestran
a Dios que, en su gran ternura y
compasión, consuela a su pueblo en
la hora de la aflicción. Para
confortar a Jerusalén, destruida y
desolada, el Señor envía a sus
profetas a llevar un mensaje de
consuelo: "Consolad, consolad a
mi pueblo... Hablad al corazón de
Jerusalén y decidle bien alto que
ya ha cumplido su milicia" (Is
40.1-2); y, dirigiéndose a Israel
oprimido por el temor de sus
enemigos, declara: "Yo, yo soy
tu consolador" (Is 51,12); e
incluso, comparándose con una madre
llena de ternura hacia sus hijos,
manifiesta su voluntad de llevar
paz, gozo y consuelo a Jerusalén:
"Alegraos, Jerusalén, y
regocijaos por ella todos los que la
amáis... de modo que os hartéis de
sus consuelos... Como uno a quien su
madre le consuela, así yo os
consolaré, y por Jerusalén seréis
consolados" (Is 66,10.11.13).
2.En Jesús,
verdadero Dios y verdadero hombre,
nuestro hermano, el
"Dios-que-consuela" se
hizo presente entre nosotros. Así
lo indicó primeramente el justo
Simeón, que tuvo la dicha de acoger
entre sus brazos al niño Jesús y
de ver en El realizada 9a consolación
de Israel"(Lc 2,25). Y, en toda
la vida de Cristo, la predicación
del Reino fue un ministerio de
consolación: anuncio de un alegre
mensaje a los pobres, proclamación
de libertad a los oprimidos, de
curación a los enfermos, de gracia
y de salvación a todos (Lc
4,16-211: Is 61,1-2).
Del Corazón de Cristo brotó esta
tranquilizadora bienaventuranza:
"Bienaventurados los que
lloran, porque ellos serán
consolados" (Mt 5,5), así como
la tranquilizadora invitación:
"Venid a mi todos los que estáis
fatigados y sobrecargados, y yo os
daré descanso" (Mt 11,28).
La consolación que provenía del
Corazón de Cristo era participación
en el sufrimiento humano, voluntad
de mitigar el ansia y aliviar la
tristeza, y signo concreto de
amistad. En sus palabras y en sus
gestos de consolación se unían
admirablemente la riqueza del
sentimiento y la eficacia de la acción.
Cuando, cerca de la puerta de la
ciudad de Naím, vio a una viuda que
acompañaba al sepulcro a su hijo único.
Jesús compartió su dolor:
"Tuvo compasión de ella"
(Lc 7,13), tocó el féretro, ordenó
al joven que se levantara y lo
restituyó a su madre (Lc. 7,14-15).
3.El Corazón del
Salvador es también, más aún,
principalmente "fuente de
consuelo" porque Cristo,
juntamente con el Padre, dona el Espíritu
Consolador: "Yo pediré al
Padre y os dará otro Consolador
para que esté con vosotros para
siempre" (Jn 14,16: 14,25;
16,12): Espíritu de verdad y de
paz, de concordia y de suavidad de
alivio y de consuelo: Espíritu que
brota de la Pascua de Cristo (Jn
19,28-34) y del evento de Pentecostés
(Hch 2,1-13).
4.Toda la vida de
Cristo fue por ello un continuo
ministerio de misericordia y de
consolación. La Iglesia,
contemplando el Corazón de Cristo y
las fuentes de gracia y de consolación
que de El manan, ha expresado esta
realidad estupenda con la invocación:
"Corazón de Cristo, fuente de
todo consuelo, ten piedad de
nosotros"
Esta invocación es recuerdo de la
fuente de la que, a lo largo de los
siglos, la Iglesia ha recibido
consolación y esperanza en la hora
de la prueba y de la persecución;
es invitación a buscar en el Corazón
de Cristo la consolación verdadero,
duradera y eficaz; es advertencia
para que, tras haber experimentado
la consolación del Señor, nos
convirtamos también nosotros en
convencidos y conmovidos portadores
de ella, haciendo nuestra la
experiencia espiritual que hizo
decir al Apóstol Pablo: el Señor
"nos consuela en toda tribulación
nuestra para poder consolar a los
que están en toda tribulación,
mediante el consuelo con que
nosotros somos consolados por
Dios" (2 Co 1,4).
Pidamos a María,
Consoladora de los afligidos, que,
en los momentos oscuros de tristeza
y angustia, nos guíe a Jesús, su
Hijo amado, "fuente de todo
consuelo".
CORAZÓN DE
JESÚS, VIDA Y RESURRECCIÓN NUESTRA
27 de agosto, 1989
1.Esta invocación
de las letanías del Sagrado Corazón..
fuerte y convencida como un acto de
fe, encierra en una frase lapidaria
todo el misterio de Cristo Redentor;
nos recuerda las palabras dirigidas
por Jesús a Marta, afligida por la
muerte de su hermano Lázaro:
"Yo soy la resurrección y la
vida. El que cree en mi, aunque
muera, vivirá" (Jn 11,25).
Jesús es la vida que brota
eternamente de la divina fuente del
Padre: "En el principio existía
la Palabra y la Palabra estaba con
Dios, y la Palabra era Dios .. En
ella estaba la vida, y la vida era
la luz de los hombres (Jn1,1.4).
Jesús es vida en Sí mismo:
"Como el Padre tiene vida en sí
mismo, así también le ha dado al
Hijo tener vida en si mismo"
(Jn 5,26). En el Último ser de
Cristo, en su Corazón, la vida
divina y la vida humana se unen armónicamente,
en plena e inseparable unidad.
Pero Jesús es también vida para
nosotros "Dar la vida" es
el objetivo de la misión que El,
Buen Pastor, recibió del Padre:
"Yo he venido para que tengan
vida y la tengan en abundancia"
(Jn 10,10).
2.Jesús es también
la resurrección. Nada es tan
radicalmente contrario a la santidad
de Cristo - el Santo del Señor
(Lc. 1,35; Me 1,24) - como el
pecado; nada es tan opuesto a El,
fuente de vida, como la muerte.
Un vinculo misterioso une pecado y
muerte (Sb 2,24; Rm 5,12; 6,23;
etc): ambas son realidades
esencialmente contrarias al proyecto
de Dios sobre el hombre, que no fue
hecho para la muerte, sino para la
vida. Ante todo expresión de
muerte, el Corazón de Cristo se
conmovió profundamente, y por amor
al Padre y a los hombres, sus
hermanos, hizo de su vida un
"prodigioso duelo" contra
la muerte (Misal Romano, Secuencia
de Pascua): con una palabra restituyó
la vida física a Lázaro, al hijo
de la viuda de Naín, a la hijo de
Jairo; con la fuerza de su amor
misericordioso devolvió la vida
espiritual a Zaqueo, a María
Magdalena, a la adúltera y a
cuantos supieron reconocer su
presencia salvadora.
3.Hermanos y
hermanas: Nadie como María ha
experimentado que el Corazón de Jesús
es "vida y resurrección":
De El, vida, María recibió la vida
de la gracia original y, en la
escucha de su palabra y en la
observación atenta de sus gestos
salvíficos, pudo custodiarla y
nutrirla.
Por El, resurrección, Ella fue
asociada de modo singular a la
victoria sobre la muerte: el
misterio de su Asunción en cuerpo y
alma al cielo es el consolador
documento de que la victoria de
Cristo sobre el pecado y sobre la
muerte se prolonga en los miembros
de su Cuerpo Místico, y, como
primero entre todos, en María,
"miembro excelentísimo"
de la Iglesia (Lumen Gentiurn, 53).
Glorificada en el cielo, la Virgen
está, con su corazón de Madre, al
servició de la redención obrada
por Cristo. "Madre de la
vida"., está cerca de toda
mujer que da a luz un hijo, está al
lado de todo fuente bautismal donde,
por el agua y por el Espíritu (Jn
3,5) nacen los miembros de Cristo;
"Salud de los enfermos",
está donde la vida se consume
afectada por el dolor y la
enfermedad; "Madre de
misericordia" Ella llama a
quien ha caído bajo el peso de la
culpa para que vuelva a las fuentes
de la vida; "Refugio de
pecadores" señala, a quienes
se habían alejado de El, el camino
que conduce a Cristo; "Virgen
dolorosa" junto al Hijo que
muere (Jn 19,25), Ella está donde
la vida se apaga.
Invoquémosla con la Iglesia:
"Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores, ahora
y en la hora de nuestra
muerte".
CORAZÓN DE
JESÚS, PAZ Y RECONCILIACIÓN NUESTRA
3 de Septiembre, 1989
1. Queridos
hermanos y hermanas: Rezando con fe
esta hermosa invocación de las
letanías del Sagrado Corazón, un
sentimiento de confianza y de
seguridad se difunde en nuestro espíritu:
Jesús es de verdad nuestra paz,
nuestra suprema reconciliación.
Jesús es nuestra paz. Es bien
conocido el significado bíblico del
término "paz": indica, en
síntesis, la suma de los bienes que
Jesús, el Mesías, ha traído, a
los hombres. Por esto, el don de la
paz marca el inicio de su misión
sobre la tierra, acompaña su
desarrollo y constituye su
coronamiento. "Paz" cantan
los ángeles junto al pesebre del
recién nacido "Príncipe de la
Paz" (Lc. 2,14; Is 9,5).
"Paz" es el deseo que
brota del Corazón de Cristo,
conmovido ante la miseria del hombre
enfermo en el cuerpo (Lc. 8,48)o en
el espíritu (Lc. 7,50).
"Paz" es el saludo
luminoso del Resucitado a sus discípulos
(Lc. 24,36; Jn 20,19.26), que El, en
el momento de dejar esta tierra,
confía a la acción del Espíritu,
manantial de "amor, alegría,
paz" (Gal 5,22).
2.Jesús es, al
mismo tiempo, nuestra reconciliación.
Como consecuencia del pecado se
produjo una profunda y misteriosa
fractura entre Dios, el Creador, y
el hombre, su criatura. Toda la
historia de la salvación no es más
que la narración admirable de las
intervenciones de Dios en favor del
hombre a fin de que éste, en la
libertad y en el amor, vuelva a El;
a fin de que a la situación de
fractura suceda una situación de
reconciliación y de amistad, de
comunión y de paz.
En el Corazón de Cristo, lleno de
amor hacia el Padre y hacia los
hombres, sus hermanos, tuvo lugar la
perfecta reconciliación entre el
cielo y la tierra: Fuimos
reconciliados con Dios - dice el Apóstol
- por la muerte de su Hijo"
(Rom 5,10).
Quien quiera hacer la experiencia de
la reconciliación y de la paz, debe
acoger la invitación del Señor y
acudir a El (Mt 11,28). En su Corazón
encontrará paz y descanso; allí,
su duda se transformará en
certidumbre; el ansia, en quietud;
la tristeza, en gozo; la turbación,
en serenidad. Allí encontrará
alivio al dolor, valor para superar
el miedo, generosidad para no
rendirse al envilecimiento y para
volver a tomar el camino de la
esperanza.
3.
El Corazón de
la Madre es en todo semejante al
Corazón del Hijo. También la
Bienaventurada Vírgen es para la
Iglesia una presencia de paz y de
reconciliación: ¿ No es Ella
quien, por medio del, ángel
Gabriel, recibió el mayor mensaje
de reconciliación y de paz que Dios
haya jamás enviado al género
humano (Lc. 1,26-38)?
María dio a luz a Aquel que es
nuestra reconciliación; Ella estaba
al pie de la cruz cuando, en la
sangre del Hijo Dios reconcilió
"con El todas las cosas"
(Col 1,20); ahora, glorificada en el
cielo, tiene - como recuerda una
plegaria litúrgica - "un corazón
lleno de misericordia hacia los
pecadores, que, volviendo la mirado
a su caridad materna, en Ella se
refugian e imploran el perdón"
de Dios (Misal Prefacio De Beata María
Virgine).
Que María, Reina
de la Paz, nos obtenga de Cristo el
don mesiánico de la paz y la gracia
de la reconciliación, plena y
perenne, con Dios y con los
hermanos. Por esto la imploramos.
CORAZÓN DE JESÚS, VICTIMA POR
LOS PECADORES
10 de septiembre, 1989
1. Muy queridos hermanos y
hermanas: Esta invocación de las
letanías del Sagrado Corazón nos
recuerda que Jesús, según la
palabra del Apóstol Pablo,
"fue entregado por nuestros
pecados" (Rm 4,25); pues,
aunque El no había cometido pecado,
"Dios le hizo pecado por
nosotros" (2 Co 5,21). Sobre el
Corazón de Cristo gravo, enorme, el
peso del pecado del mundo.
En El se cumplió de modo perfecto
la figura del "cordero
pascual", víctima ofrecida a
Dios para que en el signo de su
sangre fuesen librados de la muerte
los primogénitos de los hebreos (Ex
12,21-27). Por tanto, justamente
Juan Bautista reconoció en El al
verdadero "cordero de
Dios" (Jn 1,29): cordero
inocente, que habla tomado sobre sí
el pecado del mundo para sumergirlo
en las aguas saludables del Jordán
(Mt 3,13-16 y paralelos); cordero
manso, "al degüello era
llevado, y como oveja que ante los
que la trasquilan está muda"
(Is 53,7), para que por su divino
silencio quedase confundida la
palabra soberbia de los hombres
inicuos.
Jesús es víctima voluntaria,
porque se ofreció libremente a su
pasión (Misal Romano, Plegaria
eucarística II, como víctima de
expiación por los pecados de los
hombres (Lv 1,4; Hb 10,5-10) que
consumió en el fuego de su amor.
2.Jesús es víctima
eterna. Resucitado de la muerte y
glorificado a la derecha del Padre,
el conserva en su cuerpo inmortal
las señales de las llagas de las
manos y de los pies taladrados, del
costado traspasado (Jn 20,27; L.c.
24,39-40) y los presenta al Padre en
su incesante plegaria de intercesión
a favor nuestro (Hb 7,25; 8,34).
La admirable Secuencia de la Misa de
Pascua, recordando este dato de
nuestra fe, exhorta:
"A la víctima pascual elevemos
hoy el sacrificio de alabanza. El
cordero ha redimido a su grey. El
inocente nos ha reconciliado a
nosotros pecadores con el
Padre" (Secuencia Victimae
Paschali, estrofa l).
Y el prefacio de esa misma
solemnidad proclama: Cristo es
"el verdadero cordero que quitó
el pecado del mundo, muriendo
destruyó nuestra muerte, y
resucitando restauró la vida".
3.Hermanos y
hermanas: En esta hora de la
plegaria mariana hemos contemplado
el Corazón de Jesús víctima de
nuestros pecados; pero antes que
todos y más profundamente que todos
lo contempló su Madre dolorosa, de
la que la liturgia canta: "Por
los pecados de su pueblo Ella vio a
Jesús en los tormentos del duro
suplicio" (Secuencia Stabat
Mater, estrofa 7).
En la proximidad
de la memoria litúrgica de la
Bienaventurada Virgen María
Dolorosa, recordemos esta presencia
intrépida e intercesora de la
Virgen bajo la cruz del Calvario, y
pensemos con inmensa gratitud que,
en aquel momento, Cristo, que estaba
para morir, víctima de los pecados
del mundo, nos la confió como
Madre: "Ahí tienes a tu
madre" (Jn 19,27).
Confiemos a María
nuestra plegaria, mientras decimos a
su Hijo Jesús: Corazón de Jesús,
víctima de nuestros pecados, acoge
nuestra alabanza, la gratitud
perenne, el arrepentimiento sincero.
Ten misericordia de nosotros hoy y
siempre. Amén.
CORAZÓN DE JESÚS, SALVACIÓN DE
LOS QUE EN TI ESPERAN
17 de septiembre, 1989
Amadísimos hermanos y hermanas!
1.A esta hora del Ángelus detengámonos
durante algunos instantes para
reflexionar sobre esa invocación de
las letanías del Sagrado Corazón
que dice: "Corazón de Jesús,
salvación de los que en ti esperan,
ten misericordia de nosotros".
En la Sagrada Escritura aparece
constantemente la afirmación según
la cual el Señor es "un Dios
que salva" (Ex 15,2; Sal 51,16;
79,9; Is 46,13) y la salvación es
un don gratuito de su amor y de su
misericordia. El Apóstol Pablo, en
un texto de alto valor doctrinal,
afirma incisivamente: Dios
"quiere que todos los hombres
se salven y lleguen al conocimiento
pleno de la verdad" (1 Tm
2,4;4,10).
Esta voluntad salvífica, que se ha
manifestado en tantas intervenciones
admirables de Dios en la historia,
ha alcanzado su culmen en Jesús de
Nazaret, Verbo Encarnado, Hijo de
Dios e Hijo de María, pues en El se
ha cumplido con plenitud la palabra
dirigida por el Señor a su
"Siervo". "Te voy a
poner por luz de las gentes, para
que mi salvación alcance hasta los
confines de la tierra" (Is
49,6; Lc. 2,32).
2.Jesús es la
epifanía del amor salvífico del
Padre (Tt 2,11; 3,4). Cuando Simeón
tomó en sus brazos al niño Jesús,
exclamó: "han visto mis ojos
tu salvación" (Mc 2,30).
En efecto, en Jesús todo está en
función de su mis¡ 1 de Salvador:
el nombre que lleva ("Jesús"
significa "Dios salva",
las palabras que pronuncia, las
acciones que realiza y los
sacramentos que instituye.
Jesús es plenamente consciente de
la misión que el Padre le ha
confiado: "el Hijo del hombre
ha venido a buscar y salvar lo que
estaba perdido" (Lc. 19 ,10).
De su corazón, es decir, del núcleo
más intimo de su ser, brota ese
celo por la salvación del hombre
que lo impulsa a subir, como manso
cordero, al monte del Calvario, a
extender sus brazos en la cruz y a
dar su vida como rescate por
muchos" (Mc 10,45).
En el Corazón de Cristo podernos,
por tanto, colocar nuestra
esperanza. Ese Corazón dice la
invocación es salvación "para
los que esperan en El". El Señor
mismo que, la víspera de su pasión,
pidió a los Apóstoles que tuvieran
confianza en El - "No se turbe
vuestro corazón. Creéis en Dios;
creed también en mi"(Jn 14,1)
- hoy nos pide a nosotros que
confiemos plenamente en EL: nos lo
pide porque nos urna; porque, para
nuestra salvación, tiene su Corazón
traspasado y sus pies y manos
perforados. Quien confía en Cristo
y cree en el poder de su amor
renueva en sí la experiencia de María
Magdalena, como nos la presento la
liturgia pascual: "Cristo,
esperanza mía, ha resucitado"
(Domingo de Pascua, Secuencia).
¡Refugiémonos, por consiguiente,
en el Corazón de Cristo! El nos
ofrece una Palabra que no pasa (Mt
24,25), un amor que no desfallece,
una amistad que no se resquebraja..
una presencia que no cesa (Mt
28,20)!
Que la Bienaventurada Virgen,
que
acogió en su Corazón Inmaculado al
Verbo de Dios y mereció concebirlo
en su seno virginal (Prefacio
de la Misa votiva de la
Bienaventurada Virgen Moría Madre
de la Iglesia) nos enseñe a poner
en el corazón de su Hijo nuestra
total esperanza, con la certeza de
que ésta no quedará defraudada.
CORAZÓN DE JESÚS, ESPERANZA DE
LOS QUE EN TI MUEREN
5 de
noviembre, 1989
Amadísimos
hermanos y hermanos:
1.La reciente
conmemoración de todos los fíeles
difuntos nos invita hoy a
contemplar, bojo una luz de fe y de
esperanza, la muerte del cristiano,
para la que las letanías del
Sagrado Corazón -objeto de nuestras
reflexiones en anteriores encuentros
dominicales -nos ponen en los labios
la invocación: "Corazón de
Jesús, esperanza de los que en ti
mueren, ten misericordia de
nosotros".
La muerte forma parte de la condición
humana: es el momento terminal de la
fase histórica de la vida. En la
concepción cristiano, la muerte es
un paso: de la luz creada a la luz
increada, de la vida temporal a la
vida eterna.
Ahora bien, si el Corazón de Cristo
es la fuente de la que el cristiano
recibe luz y energía para vivir
como hijo de Dios, ¿a qué otra
fuente se dirigid para sacar la
fuerza necesaria para morir de modo
coherente con su fe? Como "vive
en Cristo", así no puede menos
de "morir en Cristo".
La invocación de las letanías
recoge la experiencia cristiana ante
el acontecimiento de la muerte: el
Corazón de Cristo, su amor y su
misericordia, son esperanza y
seguridad para quien muere en EL.
2.Pero conviene
que nos detengamos un momento a
preguntamos: ¿Qué significa
"morir en Cristo"?
Significa ante todo, amadísimos
hermanos y hermanas, leer el evento
desgarrador y misterioso de la
muerte a la luz de la enseñanza del
Hijo de Dios y verlo, por ello, como
el momento de la partida hacia la
casa del Padre, donde Jesús,
pasando también El a través de la
muerte, ha ido a preparamos un lugar
(Jn 14,2); es decir significa creer
que, a pesar de la destrucción de
nuestro cuerpo, la muerte es premisa
de vida y de fruto abundante ( Jn
12,24).
"Morir en Cristo"
significa, además, confiar en
Cristo y abandonarse totalmente a
El, poniendo en sus manos - de
hermano, de amigo, de buen Pastor -
el propio destino, así como El,
muriendo, puso su espíritu en las
manos del Padre (L.c. 23,46).
Significa cerrar los ojos a la luz
de este mundo en la paz, en la
amistad, en la comunión con Jesús,
porque nada, "ni la muerte ni
la vida... podrá separarnos del
amor de Dios manifestado en Cristo
Jesús Señor nuestro" (Rm
8,38-39). En aquella hora suprema,
el cristiano sabe que, aunque el
corazón le reproche algunas culpas,
el Corazón de Cristo es más grande
que el suyo y puede borrar toda su
deuda si él está arrepentido (1 Jn
3,20).
3."Morir en
Cristo" significa también,
queridos hermanos y hermanas,
fortificarse para aquel momento
decisivo con los "signos
santos" del "paso
pascual": el sacramento de la
Penitencia, que nos reconcilia con
el Padre y con todas las criaturas;
el santo Viático, Pan de vida y
medicina de inmortalidad; y la Unción
de los enfermos, que da vigor al
cuerpo y al espíritu para el
combate supremo.
"Morir en Cristo"
significa finalmente, "morir
como Cristo": orando y
perdonando, teniendo junto a si a la
bienaventurada Virgen. Como madre,
Ella estuvo junto a la cruz de su
Hijo (Jn 19,25); como madre está al
lado de sus hijos moribundos, Ella
que, con el sacrificio de su corazón,
cooperó a engendrarlos a la vida de
la gracia (Lumen Gentium, 53); está
al lado de ellos, presencia.
compasivo y materno, para que del
sufrimiento de la muerte nazcan a la
vida de la gloria.
CORAZÓN DE JESÚS, DELICIA DE
TODOS LOS SANTOS
12 de noviembre, 1989
Amadísimos
hermanos y hermanos:
1.La Iglesia se
alegra hoy por la glorificación de
dos de sus hijos: Inés de Bohemia y
Alberto Chmielowski.
Estos dos santos se van a añadir a
aquella "muchedumbre
inmensa" que la liturgia nos ha
invitado a contemplar en la reciente
solemnidad de Todos los Santos. Ante
un espectáculo tan exultante sube
espontáneamente a los labios la
invocación de las letanías:
"Corazón de Jesús, gozo de
todos los santos, ten piedad de
nosotros".
De la esperanza al cumplimiento, del
deseo a la realización, de la
tierra al cielo: este parece ser,
amadísimos hermanos y hermanas, el
ritmo según el cual suceden las
tres últimas invocaciones de las
letanías del Sagrado Corazón. Tras
las invocaciones "salvación de
los que en ti esperan" y
"esperanza de los que en ti
mueren" las letanías concluyen
dirigiéndose al Corazón de Jesús
como "gozo de todos los
santos". Es ya visión del paraíso:
es anotación veloz acerca de la
vida del cielo: es palabra breve que
abre horizontes infinitos de
bienaventuranza eterna.
2. Sobre esta
tierra el discípulo de Jesús vive
en la espera de alcanzar a su
Maestro, en el deseo de contemplar
su rostro, en la aspiración
ardiente de vivir siempre con él.
En el cielo, en cambio, cumplida la
espera, el discípulo Ya ha entrado
en el gozo de su Señor (Mt
25,21.23); contempla el rostro de su
Maestro, ya no transfigurado durante
un solo instante (Mt 17,2; Mc 9,2; Lc
9,28), sino resplandeciente para
siempre con el fulgor de la eterna
luz ( Hb 1,3); vive con Jesús y de
la misma vida de Jesús. La vida del
cielo no es más que la fruición
perfecta, indefectible e intensa,
del amor de Dios - Padre, Hijo y Espíritu
Santo - y no es más que la revelación
total del ser íntimo de Cristo, y
la comunicación plena de la vida y
del amor que brotan de su Corazón.
En el cielo los bienaventurados ven
satisfecho todo deseo, cumplida toda
profecía, aplacada toda sed de
felicidad, y colmada toda aspiración.
3.Por eso el
Corazón de Cristo es la fuente de
la vida de amor de los santos. en
Cristo y por medio de Cristo los
bienaventurados del cielo son amados
por el Padre, que los une a Si con
el vínculo del Espíritu, divino
Amor: en Cristo y por medio de
Cristo, ellos aman al Padre y a los
hombres, sus hermanos, con el amor
del Espíritu.
El Corazón de Cristo es el espacio
vital de los bienaventurados: el
lugar donde ellos permanecen en el
amor (Jn 15,9), sacando de él gozo
perenne y sin límite. La sed
infinita de amor, misteriosa sed que
Dios ha puesto en el Corazón divino
de Cristo.
Allí se manifiesta en plenitud el
amor del Redentor hacia los hombres,
necesitados de salvación; del
Maestro hacia los discípulos,
sedientos de verdad; del Amigo que
anula las distancias y eleva a los
siervos a la condición de amigos,
para siempre, en todo. El intenso
deseo, que Sobre la tierra se
manifestaba en la súplica
"Ven, Señor Jesús" (Ap
22,20), ahora, en el cielo, se
transforma en visión cara a cara,
en posesión tranquila, en fusión
de vida: de Cristo en los
bienaventurados y de los
bienaventurados en Cristo.
Elevando hacia ellos la mirada del
alma y contemplándolos en tomo a
Cristo juntamente con su Reina, la
Virgen Santísima, nosotros
repetirnos hoy, con firme esperanza,
la alegre invocación: "¡Corazón
de Jesús, gozo de todos los santos,
ten misericordia de nosotros!".