Medios para vencer en las tentaciones
Evangelio: Mc 1, 12-15
Enseguida el Espíritu lo impulsó hacia el
desierto. Y estuvo en el desierto cuarenta días
mientras era tentado por Satanás; estaba con los
animales, y los ángeles le servían.
Después de haber sido apresado Juan,
llegó Jesús a Galilea predicando el Evangelio de
Dios, y diciendo: El tiempo se ha cumplido y
está cerca el Reino de Dios; haced penitencia y
creed en el Evangelio.
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Primer Domingo de Cuaresma
Las
tentaciones de Jesús
El
Señor está siempre a nuestro lado, en cada tentación, y
nos dice:
Confiad: Yo he
vencido al mundo (Juan 16, 33)
I. El Evangelio de la Misa recoge las
tentaciones de Cristo. Es la primera vez
que el diablo interviene en la vida de Jesús y lo hace
abiertamente. El Señor se lo permitió para darnos
ejemplo de humildad y para enseñarnos a vencer las
tentaciones que vamos a sufrir a lo largo de nuestra
vida. Si no contáramos con las tentaciones que hemos de
padecer abriríamos la puerta a un gran enemigo: el
desaliento y la tristeza. Quería Jesús enseñarnos con su
ejemplo que nadie debe creerse exento de padecer
cualquier prueba, y además quiere que saquemos provecho
de las pruebas por las que vamos a pasar. Bienaventurado
el varón que soporta la tentación –dice el Apóstol
Santiago- porque, probado, recibirá la corona de la vida
que el Señor prometió a los que le aman (1, 12).
II. El demonio tienta aprovechando
las necesidades y debilidades de la naturaleza humana.
Nos enseña el Evangelio a estar atentos, con nosotros
mismos y con aquellos a quienes tenemos una mayor
obligación de ayudar, en esos momentos de debilidad, de
cansancio, cuando se está pasando una mala temporada,
porque el demonio quizá intensifique entonces la
tentación para que nuestra vida tome otros derroteros
ajenos a la voluntad de Dios. También hemos de estar
atentos para rechazar el deseo de quedar bien, que puede
surgir hasta en lo más santo y estar alerta ante falsas
argumentaciones que pretendan basarse en la Sagrada
Escritura, y no pedir pruebas o señales extraordinarias
para creer, pues el Señor nos da las gracias y
testimonios suficientes que nos indican el camino de la
fe en medio de nuestra vida ordinaria. El demonio
promete siempre más de lo que puede dar. La felicidad
está muy lejos de sus manos, pero tendremos que vigilar
para no postrarnos ante las cosas materiales y
mantenernos en lucha constante, porque permanece en
nosotros la tendencia a desear la gloria humana.
III. El Señor está siempre a nuestro lado, en cada
tentación, y nos dice: Confiad: Yo he vencido al mundo
(Juan 16, 33). Podemos prevenir la tentación con la
mortificación constante en el trabajo, al vivir la
caridad, en la guarda de los sentidos externos e
internos. Y junto la mortificación, la oración;
sinceridad en la dirección espiritual; La Confesión
frecuente y la Sagrada Eucaristía; huir de las ocasiones
y evitar el ocio, humildad de corazón, y una tierna
devoción a nuestra Madre, Refugio de los pecadores.
Fuente:
Colección "Hablar con Dios" por Francisco
Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
Tenemos
que aprender como lección básica de la vida
a iluminar todas nuestras dificultades con la
Palabra de Dios, sobre todo aquellas que no
podemos resolver, porque a veces podríamos
olvidar que Dios Nuestro Señor va a permitir
muchas dificultades, muchas piedras en la vida
precisamente para que recordemos que la
Palabra de Dios es la fuente de nuestra vida
espiritual
Autor: P. Cipriano Sánchez
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La primera tentación
de Cristo, tal cómo nos la narra el Evangelio
es la tentación de los panes. Cristo ha ido a
hacer ayuno, un ayuno que realmente le prepare
para su misión. Cristo ha ido a ejercitarse,
por así decir, al desierto, y el demonio le
llega con la tentación de los panes, que no era
otra cosa sino decirle: déjate de cosas raras,
se más realista, baja un poquito a la vida
cotidiana. Es decir, materialízate, no seas tan
espiritual. Es una tentación, que nosotros
podemos tener en nuestra vida cuando llegamos a
perder toda dimensión sobrenatural de nuestro
ser cristianos. Es la tentación del querer
hacer las cosas sin preocuparme si le interesan
o no a Dios. Tengo un problema, y me digo: lo
arreglo porque lo arreglo, y a veces olvidamos
de la dimensión sobrenatural que tienen las
dificultades.
Cristo ayuna y siente hambre como nos dice el
Evangelio, y Cristo tiene que transformar el
hambre en una palanca espiritual, en un momento
de crecimiento interior. Ahí Cristo es tentado
para decirle: No busques eso, no hace falta ese
tipo de cosas, mejor dedícate a comer, mejor
dedícate a trabajar. Es la tentación de querer
arreglar yo todos los problemas.
Hay situaciones en las que no queda otro remedio
sino ofrecer al Señor la propia impotencia por
el sacrificio personal; hay situaciones en las
que no hay otra salida más que la de decir: aquí
está la impotencia, podríamos decir la
impotencia santificadora. Cuando en nuestro
trabajo personal sentimos una lucha tremenda en
el alma, un desgarrón interior por tratar de
vivir con autenticidad la vida cristiana, en
esos momentos en los que a veces el alma no
puede hacer otra cosa sino simplemente sufrir y
yo me quiero sacudir eso, y no acepto esa
impotencia y no la quiero ver, y no quiero tener
ese“sintió hambre” en la propia vida, es
donde aparece la necesidad de acordarse de que
Cristo dijo: No sólo de pan, no sólo de los éxitos,
no sólo de los triunfos, no sólo de consuelos,
no sólo de ayudas vive el hombre, sobre todo
vive de la Palabra que sale de la boca de Dios.
Tenemos que aprender como lección básica de la
vida a iluminar todas nuestras dificultades con
la Palabra de Dios, sobre todo aquellas que no
podemos resolver, porque a veces podríamos
olvidar que Dios Nuestro Señor va a permitir
muchas dificultades, muchas piedras en la vida
precisamente para que recordemos que la Palabra
de Dios es la fuente de nuestra vida espiritual.
No los consuelos humanos, no los éxitos de los
hombres. A veces Dios nos habla en la oscuridad,
a veces en la luz, pero lo importante es la vida
del Espíritu Santo en mi alma. En ocasiones
puede venir la tentación de querer suplir con
mi actividad la eficacia de la fe en Dios, y
podríamos pensar que lo que hacemos es lo que
Dios quiere, cuando en realidad lo que Dios
quiere es que en esos momentos esta situación
no vaya por donde tu estás pensando que debe de
ir, Yo me pregunto: una dificultad, un problema
¿lo transformamos a base de fe en un reto que
verdaderamente se convierta en eficacia para el
reino de Cristo? No pretendamos arreglar los
problemas por nosotros mismos, preguntemos a
Dios. ¿Sé yo vencer con la Palabra de Dios? ¿O
caigo en la tentación?
Después, dice el Evangelio, lo llevó a un
monte alto donde se veía todos los reinos de la
tierra. Cristo es tentado por segunda vez para
que su misión se vea reconocida por los hombres
para que obtenga un éxito humano y todos vean
su poder. Sin embargo el poder que les es
ofrecido no es el que tiene Dios sobre la Creación,
sino es el poder que viene de haber vendido la
propia conciencia y la propia vida al enemigo de
Dios. “Todo esto lo tendrás si postrándote
me adoras”, no es el poder que nace de haber
conquistado el reino de Cristo, es el poder que
nace de haberse vendido. A veces este poder se
puede meter sutilmente en el alma cuando pierdes
tu conciencia en aras de un supuesto éxito. Es
el poder que viene de haber puesto la propia
vida en adoración a los que desvían de Dios el
final total de las cosas, el uso de las
criaturas para la propia gloria y no para la
gloria de Dios. La tentación de querer usar las
cosas para nuestra propia gloria y no para la
gloria de Dios es sumamente peligrosa, porque
además de que nuestro comportamiento puede ser
incoherente son lo que Dios quiere para nosotros,
lo primero que te desaparece es el sentido crítico
ante las situaciones. ¿Por qué? Porque estas
vendido a los criterios de la sensualidad, y
quien está vendido no critica.
Cuando nuestra conciencia se vende, cuando
nuestra inteligencia y nuestra voluntad se vende
dejan de criticar y todo lo que les den les
parece bueno. ¿A quién me estoy vendiendo?
Cada uno recibe su vida, sus amistades, sus
personas, su corazón, su conciencia. ¿Dónde
me encuentro sin el suficiente sentido crítico,
para salir de una situación cuando contradices
mi identidad cristiana?, porque ahí me estoy
vendiendo, ahí estoy postrándome a Satanás
aunque sean cosas pequeñas. ¿Dónde me he
encadenado? ¿Hay en mi vida alguna tentación
que no sólo me despoja del necesario sentido crítico
ante las situaciones para juzgarlas sólo y nada
más según Dios, sino que acaban sometiendo mis
criterios a los criterios del mundo y por lo
tanto, acaba cuestionando los rasgos de mi
identidad cristiana?
Cuántas veces cuando vienen las crisis a la fe
son por esta tentación; cuando nos vienen los
problemas de que si estaré bien donde estoy o
estaría mejor en otra parte, es por venderse a
una situación más cómoda, aun lugar que no te
exija tanto, un lugar donde puedas adorarte a ti
mismo. Es triste cuando uno lo descubre en su
propia alma y es triste cuando uno lo descubre
en el alma de los demás.
Muchas veces es imposible penetrar en el alma
porque ha perdido toda brújula, ha perdido todo
el sentido crítico, ha perdido la capacidad de
romper con el dinamismo del egoísmo, de la
soberbia, de la sensualidad. Cuántos cambios
podríamos tener de los que pensamos que ya no
tenemos vuelta.
Por último, el demonio lleva a Cristo. La
tentación del templo es en la que Cristo
desenmascara con la autenticidad de su vida, con
la rectitud de intención, con la claridad de su
conciencia la argucia del tentador. Esta tentación
tiene un particular peligro. Los comentaristas
que han siempre enfrentado esta tentación
piensan: qué gracia tendría el de tirarse del
pináculo del templo y que los ángeles te
agarrasen. La idea central de esto es una
exhibición milagrosa. Un señor se sube a la
punta del templo y lo están viendo abajo, se
tira y de pronto unos ángeles le cogen y lo
depositaren el suelo. Todo mundo daría gloria a
Dios, todos se convertirían inmediatamente. Es
la tentación que tiene un particular delito
porque ofrece la conciliación entre las
pasiones humanas de mi yo con el servicio a Dios,
con la gloria que se debe al Creador.
Esta tentación que podríamos llamar de orgullo
militantes es quizá la más sutil de todas. Es
también la tentación que Cristo desenmascara
en los fariseos cuando les dice: “les gusta
ser vistos y admirados de la gente y que la
gente les llame maestros... cuando oren no lo
hagan como los hipócritas que oran en medio de
las plazas para ser vistos por la gente, cuando
oren enciérrate que tu Padre que ve en lo
secreto te recompensará”. Con qué
perspicacia Nuestro Señor conocía el corazón
humano que se puede enredar perfectamente,
incluso en medio de la vida de oración, con el
propio orgullo y egoísmo. Revisemos bien
nuestra conciencia para ver si esta tentación
no se ha metido en nuestras vidas.
Recordemos que nuestra
vida sólo tendrá un auténtico sentido
cristiano en la medida en que aceptemos a Cristo
vencedor de la tentación del pan, de los reinos
y del templo.
Para comunicarse con el autor:
P.
Cipriano Sánchez
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