ÁNGELUS Dijo María al Angel: ¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón?". El ángel le contestó y dijo: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el Hijo engendrado será llamado Hijo de Dios". Lc 1, 34-35.
Cómo
enamora la escena de la Anunciación. —María —¡cuántas
veces lo hemos meditado!— está recogida en oración..., pone
sus cinco sentidos y todas sus potencias al hablar con Dios.
En la oración conoce la Voluntad divina; y con la oración la
hace vida de su vida: ¡no olvides el ejemplo de la Virgen!
San Josemaría,
Surco, 481 El primer ciclo, el de los «misterios gozosos», se caracteriza efectivamente por el gozo que produce el acontecimiento de la encarnación. Esto es evidente desde la Anunciación, cuando el saludo de Gabriel a la Virgen de Nazaret se une a la invitación a la alegría mesiánica: «Alégrate, María». A este anuncio apunta toda la historia de la salvación, es más, en cierto modo, la historia misma del mundo. En efecto, si el designio del Padre es de recapitular en Cristo todas las cosas (cf. Ef 1, 10), el don divino con el que el Padre se acerca a María para hacerla Madre de su Hijo alcanza a todo el universo. A su vez, toda la humanidad está como implicada en el fiat con el que Ella responde prontamente a la voluntad de Dios. (Juan Pablo II, nro. 20 de la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae) "... La presencia materna de María en medio de los Apóstoles era para ellos memoria de Cristo: sus ojos llevaban grabado el rostro del Salvador; su Corazón Inmaculado conservaba sus misterios, desde la Anunciación hasta la Resurrección y la Ascensión al cielo, pasando por la vida pública, la pasión y la muerte. En este sentido, se puede decir que en el Cenáculo nació la oración del Rosario, porque allí los primeros cristianos comenzaron a contemplar con María el Rostro de Cristo, recordando los diversos momentos de su vida terrena..." (Juan Pablo II, de su Alocución antes del rezo del Regina Caeli el Domingo 25 de mayo de 2003, Sexto del Tiempo Pascual) Origen de la devoción
El padre Thurston opina que la triple salutación angélica de la tarde se deriva de un ejercicio de piedad llamado "Las tres oraciones" (compuesto de salmos y responsorios, y algunas plegarias, en las que probablemente estaba el Ave María), que se practicaba en muchas comunidades religiosas en los Maitines, primero, y después de Completas, previo aviso de una campanada. Es fácil que el pueblo cristiano iniciase su jornada con un saludo a la Virgen. En cuanto al Ángelus del mediodía, el padre Thurston cree encontrar los orígenes en aquella plegaria (tres Padrenuestro y tres Ave María) que el Papa Calixto III, en 1456, mandó recitar a la cristiandad todos los días al son de la campana, entre Nona y Vísperas, para obtener la paz de la Iglesia contra el peligro de invasión de los turcos. De todos modos, es cierto que fue adoptado muy tarde, no antes del siglo XVI. Se comenzó en Francia en 1472, por orden de Luis XI, y de allí, lentamente, se extendió al resto de Europa. Los tres versículos aparecen primero en el "Exercitum quotidianum", pequeño manual de piedad, editado en Roma bajo Pío V (en 1572), y la triple doxología final, en el "Manuale catholicorum" de san Pedro Canisio (1588). Texto de la Oración
V - El ángel del Señor anunció a María
V - He aquí
la esclava del Señor V - El Hijo
de Dios se hizo Hombre V - Ruega por nosotros Santa
Madre de Dios Oración
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