San José, Padre y Señor nuestro, castísimo, limpísimo,
que has merecido llevar a Jesús Niño en tus brazos, y lavarle y abrazarle:
enséñanos a tratar a nuestro Dios, a ser limpios, dignos de ser otros
Cristos.
Y ayúdanos a hacer y a enseñar, como Cristo, los caminos divinos —ocultos y
luminosos—, diciendo a los hombres que pueden, en la tierra, tener de
continuo una eficacia espiritual extraordinaria.
Forja, 553
Quiere mucho a San José, quiérele con toda tu alma, porque es la persona
que, con Jesús, más ha amado a Santa María y el que más ha tratado a Dios:
el que más le ha amado, después de nuestra Madre.
—Se merece tu cariño, y te conviene tratarle, porque es Maestro de vida
interior, y puede mucho ante el Señor y ante la Madre de Dios.
Forja, 554
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