PRIMERA
ESTACIÓN: CONDENAN A MUERTE A JESÚS
Jesús
ora en el huerto: Pater mi (Mt XXVI,39),
Abba, Pater! (Mc XIV,36). Dios es mi Padre,
aunque me envíe sufrimiento. Me ama con
ternura, aun hiriéndome. Jesús sufre, por
cumplir la Voluntad del Padre... Y yo, que
quiero también cumplir la Santísima
Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del
Maestro, ¿podré quejarme, si encuentro por
compañero de camino al sufrimiento?
Constituirá una señal cierta de mi filiación,
porque me trata como a su Divino Hijo. Y,
entonces, como El, podré gemir y llorar a
solas en mi Getsemaní, pero, postrado en
tierra, reconociendo mi nada, subirá hasta
el Señor un grito salido de lo íntimo de
mi alma: Pater mi, Abba, Pater,...fiat!
El Prendimiento: ... venit hora: ecce Filius
hominis tradetur in manus peccatorum (Mc
XIV,41)... Luego, ¿el hombre pecador tiene
su hora? Sí, y Dios su eternidad!...
Cadenas de Jesús! Cadenas, que
voluntariamente se dejó El poner, atadme,
hacedme sufrir con mi Señor, para que este
cuerpo de muerte se humille... Porque -no
hay término medio- o le aniquilo o me
envilece. Más vale ser esclavo de mi Dios
que esclavo de mi carne.
Durante el simulacro de proceso, el Señor
calla. Iesus autem tacebat (Mt XXVI,63).
Luego, responde a las preguntas de Caifás y
de Pilatos... Con Herodes, veleidoso e
impuro, ni una palabra (cfr. Lc XXIII,9):
tanto deprava el pecado de lujuria que ni
aun la voz del Salvador escucha.
Si se resisten a la verdad en tantos
ambientes, calla y reza, mortifícate... y
espera. También en las almas que parecen más
perdidas queda, hasta el final, la capacidad
de volver a amar a Dios.
Está para pronunciarse la sentencia.
Pilatos se burla: ecce rex vester! (Ioh
XIX,l4). Los pontífices responden
enfurecidos: no tenemos rey, sino a César (Ioh
XIX,l5).
Señor!, ¿dónde están tus amigos?, ¿dónde,
tus súbditos? Te han dejado. Es una
desbandada que dura veinte siglos... Huimos
todos de la Cruz, de tu Santa Cruz.
Sangre, congoja, soledad y una insaciable
hambre de almas... son el cortejo de tu
realeza.
Ecce homo! (Ioh XIX,5). El corazón se
estremece al contemplar la Santísima
Humanidad del Señor hecha una llaga.
Y entonces le preguntarán: ¿qué heridas
son esas que llevas en tus manos? Y él
responderá: son las que recibí en la casa
de los que me aman (Zach XIII,6).
Mira a Jesús. Cada desgarrón es un
reproche; cada azote, un motivo de dolor por
tus ofensas y las mías.
SEGUNDA
ESTACIÓN: JESÚS CARGA CON LA CRUZ
La
comitiva se prepara... Jesús, escarnecido, es
blanco de las burlas de cuantos le rodean. El!,
que pasó por el mundo haciendo el bien y
sanando a todos de sus dolencias (cfr. Act
X,38).
A El, al Maestro bueno, a Jesús, que vino al
encuentro de los que estábamos lejos, lo van a
llevar al patíbulo.
Como para una fiesta, han preparado un cortejo,
una larga procesión. Los jueces quieren
saborear su victoria con un suplicio lento y
despiadado.
Jesús no encontrará la muerte en un abrir y
cerrar de ojos... Le es dado un tiempo para que
el dolor y el amor se sigan identificando con la
Voluntad amabilísima del Padre. Ut facerem
voluntatem tuam, Deus meus, volui, et legem tuam
in medio cordis mei (Ps XXXIX,9): en cumplir tu
Voluntad, Dios mío, tengo mi complacencia, y
dentro de mi corazón está tu ley.
Cuanto más seas de Cristo, mayor gracia tendrás
para tu eficacia en la tierra y para la
felicidad eterna.
Pero has de decidirte a seguir el camino de la
entrega: la Cruz a cuestas, con una sonrisa en
tus labios, con una luz en tu alma.
Oyes dentro de ti: " cómo pesa ese yugo
que tomaste libremente!"... Es la voz del
diablo; el fardo... de tu soberbia.
Pide al Señor humildad, y entenderás tú también
aquellas palabras de Jesús: iugum enim meum
suave est et onus meum leve (Mt XI,3O), que a mí
me gusta traducir libremente así: mi yugo es la
libertad, mi yugo es el amor, mi yugo es la
unidad, mi yugo es la vida, mi yugo es la
eficacia.
Hay en el ambiente una especie de miedo a la
Cruz, a la Cruz del Señor. Y es que han
empezado a llamar cruces a todas las cosas
desagradables que suceden en la vida, y no saben
llevarlas con sentido de hijos de Dios, con visión
sobrenatural. Hasta quitan las cruces que
plantaron nuestros abuelos en los caminos...!
En la Pasión, la Cruz dejó de ser símbolo de
castigo para convertirse en señal de victoria.
La Cruz es el emblema del Redentor: in quo est
salus, vita et resurrectio nostra: allí está
nuestra salud, nuestra vida y nuestra resurrección.

TERCERA
ESTACIÓN: JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
¿Triste?...
¿Porque has caído en esa pequeña batalla?.
No! Alegre! Porque en la próxima, con la gracia
de Dios y con tu humillación de ahora, vencerás!
Mientras hay lucha, lucha ascética, hay vida
interior. Eso es lo que nos pide el Señor: la
voluntad de querer amarle con obras, en las
cosas pequeñas de cada día.
Si has vencido en lo pequeño, vencerás en lo
grande.
"Este hombre se muere. Ya no hay nada que
hacer..."
Fue hace años, en un hospital de Madrid.
Después de confesarse, cuando el sacerdote le
daba a besar su crucifijo, aquel gitano decía a
gritos, sin que lograsen hacerle callar:
- Con esta boca mía podrida no puedo besar al
Señor!
-Pero, si le vas a dar un abrazo y un beso muy
fuerte en seguida, en el Cielo!
...¿Has visto una manera más hermosamente
tremenda de manifestar la contrición?
Hablas
y no te escuchan. Y si te escuchan, no te
entienden. Eres un incomprendido!... De acuerdo.
En cualquier caso, para que tu cruz tenga todo
el relieve de la Cruz de Cristo, es preciso que
trabajes ahora así, sin que te tengan en cuenta.
Otros te entenderán.
Cuántos, con la soberbia y la imaginación, se
meten en unos calvarios que no son de Cristo!
La Cruz que debes llevar es divina. No quieras
llevar ninguna humana. Si alguna vez cayeras en
este lazo, rectifica enseguida: te bastará
pensar que El ha sufrido infinitamente más por
amor nuestro.
CUARTA ESTACIÓN:
JESÚS ENCUENTRA A SU SANTÍSIMA MADRE
¿Qué
hombre no lloraría, si viera a la Madre de
Cristo en tan atroz suplicio?
Si su Hijo herido... Y nosotros lejos,
cobardes, resistiéndonos a la Voluntad
divina.
Madre y Señora mía, enséñame a
pronunciar un sí que, como el tuyo, se
identifique con el clamor de Jesús ante su
Padre: non mea voluntas... (Lc XXII,42): no
se haga mi voluntad, sino la de Dios.
Cuánta miseria! Cuántas ofensas! Las mías,
las tuyas, las de la humanidad entera...
Et in peccatis concepit me mater mea! (Ps
L,7). Nací, como todos los hombres,
manchado con la culpa de nuestros primeros
padres. Después..., mis pecados personales:
rebeldías pensadas, deseadas, cometidas...
Para purificarnos de esa podredumbre, Jesús
quiso humillarse y tomar la forma de siervo
(cfr. Phil II,7), encarnándose en las entrañas
sin mancilla de Nuestra Señora, su Madre, y
Madre tuya y mía. Pasó treinta años de
oscuridad, trabajando como uno de tantos,
junto a José. Predicó. Hizo milagros... Y
nosotros le pagamos con una Cruz.
¿Necesitas más motivos para la contrición?
Ha esperado Jesús este encuentro con su
Madre. Cuántos recuerdos de infancia!: Belén,
el lejano Egipto, la aldea de Nazaret. Ahora,
también la quiere junto a sí, en el
Calvario.
La necesitamos!... En la oscuridad de la
noche, cuando un niño pequeño tiene miedo,
grita: mamá!
Así tengo yo que clamar muchas veces con el
corazón: Madre!, mamá!, no me dejes.
Hasta llegar al abandono hay un poquito de
camino que recorrer. Si aún no lo has
conseguido, no te preocupes: sigue esforzándote.
Llegará el día en que no verás otro
camino más que El -Jesús-, su Madre Santísima,
y los medios sobrenaturales que nos ha
dejado el Maestro.
Si somos almas de fe, a los sucesos de esta
tierra les daremos una importancia muy
relativa, como se la dieron los santos... El
Señor y su Madre no nos dejan y, siempre
que sea necesario, se harán presentes para
llenar de paz y de seguridad el corazón de
los suyos
QUINTA ESTACIÓN:
SIMÓN DE CIRENE AYUDA A LLEVAR LA CRUZ DE JESÚS
¿Quieres
saber cómo agradecer al Señor lo que ha hecho por
nosotros?... Con amor! No hay otro camino.
Amor con amor se paga. Pero la certeza del cariño
la da el sacrificio. De modo que ánimo!: niégate y
toma su Cruz. Entonces estarás seguro de devolverle
amor por amor.
No es tarde, ni todo está perdido... Aunque te lo
parezca. Aunque lo repitan mil voces agoreras.
Aunque te asedien miradas burlonas e incrédulas...
Has llegado en un buen momento para cargar con la
Cruz: la Redención se está haciendo - ahora!-, y
Jesús necesita muchos cirineos.
Por ver feliz a la persona que ama, un corazón
noble no vacila ante el sacrificio. Por aliviar un
rostro doliente, un alma grande vence la repugnancia
y se da sin remilgos... Y Dios ¿merece menos que un
trozo de carne, que un puñado de barro?
Aprende a mortificar tus caprichos. Acepta la
contrariedad sin exagerarla, sin aspavientos, sin...
histerismos. Y harás más ligera la Cruz de Jesús.
Ciertamente que el día de hoy ha sido de salvación
para esta casa, pues que también éste es hijo de
Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a
buscar y a salvar lo que había perecido (Lc
XIX,9-10).
Zaqueo, Simón de Cirene, Dimas, el centurión...
Ahora ya sabes por qué te ha buscado el Señor.
Agradéceselo!... Pero opere et veritate, con obras
y de verdad.
¿Cómo amar de veras la Cruz Santa de Jesús?...
Deséala!... Pide fuerzas al Señor para implantarla
en todos los corazones, y a lo largo y a lo ancho de
este mundo! Y luego... desagráviale con alegría;
trata de amarle también con el latir de todos los
corazones que aún no le aman.
SEXTA
ESTACIÓN: UNA PIADOSA MUJER ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
Nuestros
pecados fueron la causa de la Pasión: de aquella
tortura que deformaba el semblante amabilísimo de Jesús,
perfectus Deus, perfectus homo. Y son también nuestras
miserias las que ahora nos impiden contemplar al Señor,
y nos presentan opaca y contrahecha su figura.
Cuando tenemos turbia la vista, cuando los ojos se
nublan, necesitamos ir a la luz. Y Cristo ha dicho: ego
sum lux mundi! (Ioh VIII,12), yo soy la luz del mundo. Y
añade: el que me sigue no camina a oscuras, sino que
tendrá la luz de la vida.
Trata a la Humanidad Santísima de Jesús... Y El pondrá
en tu alma un hambre insaciable, un deseo "disparatado"
de contemplar su Faz.
En esa ansia -que no es posible aplacar en la tierra-,
hallará muchas veces tu consuelo.
Escribe San Pedro: por Jesucristo, Dios nos ha dado las
grandes y preciosas gracias que había prometido, para
haceros partícipes de la naturaleza divina (2 Pet I,4).
Esa divinización nuestra no significa que dejemos de
ser humanos... Hombres, sí, pero con horror al pecado
grave. Hombres que abominan de las faltas veniales, y
que, si experimentan cada día su flaqueza, saben también
de la fortaleza de Dios.
Así nada podrá detenernos: ni los respetos humanos, ni
las pasiones, ni esta carne que se rebela porque somos
unos bellacos, ni la soberbia, ni... la soledad.
Un cristiano nunca está solo. Si te sientes abandonado,
es porque no quieres mirar a ese Cristo que pasa tan
cerca... quizá con la Cruz.
Ut in gratiarum semper actione maneamus! Dios mío,
gracias, gracias por todo: por lo que me contraría, por
lo que no entiendo, por lo que me hace sufrir.
Los golpes son necesarios para arrancar lo que sobra del
gran bloque de mármol. Así esculpe Dios en las almas
la imagen de su Hijo. Agradece al Señor esas
delicadezas!
Cuando los cristianos lo pasamos mal, es porque no damos
a esta vida todo su sentido divino. Donde la mano siente
el pinchazo de las espinas, los ojos descubren un ramo
de rosas espléndidas, llenas de aroma.

SÉPTIMA
ESTACIÓN: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
Cae
Jesús por el peso del madero... Nosotros, por la
atracción de las cosas de la tierra. * Prefiere venirse
abajo antes que soltar la Cruz. Así sana Cristo el
desamor que a nosotros nos derriba.
Ese desaliento, ¿por qué? ¿Por tus miserias? ¿Por
tus derrotas, a veces continuas? ¿Por un bache grande,
grande, que no esperabas?
Sé sencillo. Abre el corazón. Mira que todavía nada
se ha perdido. Aún puedes seguir adelante, y con más
amor, con más cariño, con más fortaleza.
Refúgiate en la filiación divina: Dios es tu Padre
amantísimo. Esta es tu seguridad, el fondeadero donde
echar el ancla, pase lo que pase en la superficie de
este mar de la vida. Y encontrarás alegría,
reciedumbre, optimismo, victoria!
Me has dicho: Padre, lo estoy pasando muy mal.
Y te he respondido al oído: toma sobre tus hombros una
partecica de esa cruz, sólo una parte pequeña. Y si ni
siquiera así puedes con ella,... déjala toda entera
sobre los hombros fuertes de Cristo. Y ya desde ahora,
repite conmigo: Señor, Dios mío: en tus manos abandono
lo pasado y lo presente y lo futuro, lo pequeño y lo
grande, lo poco y lo mucho, lo temporal y lo eterno.
Y quédate tranquilo.
En alguna ocasión me he preguntado qué martirio es
mayor: el del que recibe la muerte por la fe, de manos
de los enemigos de Dios; o el del que gasta sus años
trabajando sin otra mira que servir a la Iglesia y a las
almas, y envejece sonriendo, y pasa inadvertido...
Para mí, el martirio sin espectáculo es más heroico...
Ese es el camino tuyo.
Para seguir al Señor, para tratarle, hemos de patearnos
por la humildad como se pisa la uva en el lagar.
Si pisoteamos la miseria nuestra -que eso somos-,
entonces El se aposenta a sus anchas en el alma. Como en
Betania, nos habla y le hablamos, en conversación
confiada de amigo

OCTAVA ESTACIÓN:
JESÚS CONSUELA A LAS HIJAS DE JERUSALÉN
Los
santos -me dices- estallaban en lágrimas de dolor al pensar
en la Pasión de Nuestro Señor. Yo, en cambio...
Quizá es que tú y yo presenciamos las escenas, pero no las
"vivimos".
Vino a su propia casa y los suyos no le recibieron (Ioh
I,11). Más aún, lo arrastran fuera de la ciudad para
crucificarle.
Jesús responde con una invitación al arrepentimiento,
ahora, cuando el alma está en camino y todavía es tiempo.
Contrición profunda por nuestros pecados. Dolor por la
malicia inagotable de los hombres que se apresta a dar
muerte al Señor. Reparación por los que todavía se
obstinan en hacer estéril el sacrificio de Cristo en la
Cruz.
Hay que unir, hay que comprender, hay que disculpar.
No levantes jamás una cruz sólo para recordar que unos han
matado a otros. Sería el estandarte del diablo.
La Cruz de Cristo es callar, perdonar y rezar por unos y por
otros, para que todos alcancen la paz.
El
Maestro pasa, una y otra vez, muy cerca de nosotros. Nos
mira... Y si le miras, si le escuchas, si no le rechazas, El
te enseñará cómo dar sentido sobrenatural a todas tus
acciones... Y entonces tú también sembrarás, donde te
encuentres, consuelo y paz y alegría.
Por mucho que ames, nunca querrás bastante.
El corazón humano tiene un coeficiente de dilatación
enorme. Cuando ama, se ensancha en un crescendo de cariño
que supera todas las barreras.
Si amas al Señor, no habrá criatura que no encuentre sitio
en tu corazón.

NOVENA ESTACIÓN:
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
Ya
no puede el Señor levantarse: tan gravoso es el peso de nuestra
miseria. Como un saco lo llevan hasta el patíbulo. El deja hacer,
en silencio.
Humildad de Jesús. Anonadamiento de Dios que nos levanta y
ensalza. ¿Entiendes ahora por qué te aconsejé que pusieras tu
corazón en el suelo para que los demás pisen blando?
Cuánto cuesta llegar hasta el Calvario!
Tú también has de vencerte para no abandonar el camino... Esa
pelea es una maravilla, una auténtica muestra del amor de Dios,
que nos quiere fuertes, porque virtus in infirmitate perficitur (2
Cor XII,9), la virtud se fortalece en la debilidad.
El Señor sabe que, cuando nos sentimos flojos, nos acercamos a
El, rezamos mejor, nos mortificamos más, intensificamos el amor
al prójimo. Así nos hacemos santos.
Da muchas gracias a Dios porque permite que haya tentaciones,... y
porque luchas.
¿Quieres acompañar de cerca, muy de cerca, a Jesús?... Abre el
Santo Evangelio y lee la Pasión del Señor. Pero leer sólo, no:
vivir. La diferencia es grande. Leer es recordar una cosa que pasó;
vivir es hallarse presente en un acontecimiento que está
sucediendo ahora mismo, ser uno más en aquellas escenas.
Entonces, deja que tu corazón se expansione, que se ponga junto
al Señor. Y cuando notes que se escapa -que eres cobarde, como
los otros-, pide perdón por tus cobardías y las mías.
Parece que el mundo se te viene encima. A tu alrededor no se
vislumbra una salida. Imposible, esta vez, superar las
dificultades.
Pero, ¿me has vuelto a olvidar que Dios es tu Padre?: omnipotente,
infinitamente sabio, misericordioso. El no puede enviarte nada
malo. Eso que te preocupa, te conviene, aunque los ojos tuyos de
carne estén ahora ciegos.
Omnia in bonum! Señor, que otra vez y siempre se cumpla tu
sapientísima Voluntad!
Ahora comprendes cuánto has hecho sufrir a Jesús, y te llenas de
dolor: qué sencillo pedirle perdón, y llorar tus traiciones
pasadas! No te caben en el pecho las ansias de reparar!
Bien. Pero no olvides que el espíritu de penitencia está
principalmente en cumplir, cueste lo que cueste, el deber de cada
instante.

DÉCIMA ESTACIÓN:
DESPOJAN A JESÚS DE SUS VESTIDURAS.
Del
pretorio al Calvario han llovido sobre Jesús los insultos de la plebe
enloquecida, el rigor de los soldados, las burlas del sanedrín...
Escarnios y blasfemias... Ni una queja, ni una palabra de protesta.
Tampoco cuando, sin contemplaciones, arrancan de su piel los vestidos.
Aquí veo la insensatez mía de excusarme, y de tantas palabras vanas.
Propósito firme: trabajar y sufrir por mi Señor, en silencio.
El cuerpo llagado de Jesús es verdaderamente un retablo de dolores...
Por contraste, vienen a la memoria tanta comodidad, tanto capricho,
tanta dejadez, tanta cicatería... Y esa falsa compasión con que trato
mi carne.
Señor!, por tu Pasión y por tu Cruz, dame fuerza para vivir la
mortificación de los sentidos y arrancar todo lo que me aparte de Ti.
A ti que desmoralizas, te repetiré una cosa muy consoladora: al que
hace lo que puede, Dios no le niega su gracia. Nuestro Señor es Padre,
y si un hijo le dice en la quietud de su corazón: Padre mío del Cielo,
aquí estoy yo, ayúdame... Si acude a la Madre de Dios, que es Madre
nuestra, sale adelante. * Pero Dios es exigente. Pide amor de verdad; no
quiere traidores. Hay que ser fieles a esa pelea sobrenatural, que es
ser feliz en la tierra a fuerza de sacrificio.
Los verdaderos obstáculos que te separan de Cristo -la soberbia, la
sensualidad...-, se superan con oración y penitencia. Y rezar y
mortificarse es también ocuparse de los demás y olvidarse de sí mismo.
Si vives así, verás cómo la mayor parte de los contratiempos que
tienes, desaparecen.
Cuando luchamos por ser verdaderamente ipse Christus, el mismo Cristo,
entonces en la propia vida se entrelaza lo humano con lo divino. Todos
nuestros esfuerzos -aun los más insignificantes- adquieren un alcance
eterno, porque van unidos al sacrificio de Jesús en la Cruz.

DÉCIMO-PRIMERA
ESTACIÓN: JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
Ya
han cosido a Jesús al madero. Los verdugos han ejecutado
despiadadamente la sentencia. El Señor ha dejado hacer, con mansedumbre
infinita.
No era necesario tanto tormento. El pudo haber evitado aquellas
amarguras, aquellas humillaciones, aquellos malos tratos, aquel juicio
inicuo, y la verg÷enza del patíbulo, y los clavos, y la lanzada...
Pero quiso sufrir todo eso por ti y por mí. Y nosotros, ¿no vamos a
saber corresponder?
Es muy posible que en alguna ocasión, a solas con un crucifijo, se te
vengan las lágrimas a los ojos. No te domines... Pero procura que ese
llanto acabe en un propósito.
Amo tanto a Cristo en la Cruz, que cada crucifijo es como un reproche
cariñoso de mi Dios: ...Yo sufriendo, y tú... cobarde. Yo amándote, y
tú olvidándome. Yo pidiéndote, y tú... negándome. Yo, aquí, con
gesto de Sacerdote Eterno, padeciendo todo lo que cabe por amor tuyo...
y tú te quejas ante la menor incomprensión, ante la humillación más
pequeña...
Qué hermosas esas cruces en la cumbre de los montes, en lo alto de los
grandes monumentos, en el pináculo de las catedrales!... Pero la Cruz
hay que insertarla también en las entrañas del mundo.
Jesús quiere ser levantado en alto, ahí: en el ruido de las fábricas
y de los talleres, en el silencio de las bibliotecas, en el fragor de
las calles, en la quietud de los campos, en la intimidad de las familias,
en las asambleas, en los estadios... Allí donde un cristiano gaste su
vida honradamente, debe poner con su amor la Cruz de Cristo, que atrae a
Sí todas las cosas.
Después de tantos años, aquel sacerdote hizo un descubrimiento
maravilloso: comprendió que la Santa Misa es verdadero trabajo:
operatio Dei, trabajo de Dios. Y ese día, al celebrarla, experimentó
dolor, alegría y cansancio. Sintió en su carne el agotamiento de una
labor divina.
A Cristo también le costó esfuerzo la primera Misa: la Cruz.
Antes de empezar a trabajar, pon sobre tu mesa o junto a
los útiles de tu labor, un crucifijo. De cuando en cuando, échale una
mirada... Cuando llegue la fatiga, los ojos se te irán hacia Jesús, y
hallarás nueva fuerza para proseguir en tu empeño.
Porque ese crucifijo es más que el retrato de una persona querida -los
padres, los hijos, la mujer, la novia...-; El es todo: tu Padre, tu
Hermano, tu Amigo, tu Dios, y el Amor de tus amores.

DECIMOSEGUNDA
ESTACIÓN: MUERTE DE JESÚS EN LA CRUZ
Et
inclinato capite, tradidit spiritum (Ioh XIX,30).
Ha exhalado el Señor su último aliento. Los discípulos le habían oído
decir muchas veces: meus cibus est..., mi alimento es hacer la voluntad
del que me ha enviado y dar cumplimiento a su obra (Ioh IV,34). Lo ha
hecho hasta el fin, con paciencia, con humildad, sin reservarse nada...
Oboediens usque ad mortem (Phil II,8): obedeció hasta la muerte, y muerte
de Cruz!
Una Cruz. Un cuerpo cosido con clavos al madero. El costado abierto... Con
Jesús quedan sólo su Madre, unas mujeres y un adolescente. Los apóstoles,
¿dónde están? ¿Y los que fueron curados de sus enfermedades: los cojos,
los ciegos, los leprosos?... ¿Y los que le aclamaron?... Nadie responde!
Cristo, rodeado de silencio.
También tú puedes sentir algún día la soledad del Señor en la Cruz.
Busca entonces el apoyo del que ha muerto y resucitado. Procúrate cobijo
en las llagas de sus manos, de sus pies, de su costado. Y se renovará tu
voluntad de recomenzar, y reemprenderás el camino con mayor decisión y
eficacia.
Hay una falsa ascética que presenta al Señor en la Cruz rabioso, rebelde.
Un cuerpo retorcido que parece amenazar a los hombres: me habéis
quebrantado, pero yo arrojaré sobre vosotros mis clavos, mi cruz y mis
espinas.
Esos no conocen el espíritu de Cristo. Sufrió todo lo que pudo - y por
ser Dios, podía tanto!-; pero amaba más de lo que padecía... Y después
de muerto, consintió que una lanza abriera otra llaga, para que tú y yo
encontrásemos refugio junto a su Corazón amabilísimo.
He repetido muchas veces aquel verso del himno eucarístico: peto quod
petivit latro poenitens, y siempre me conmuevo: pedir como el ladrón
arrepentido!
Reconoció que él sí merecía aquel castigo atroz... Y con una palabra
robó el corazón a Cristo y se abrió las puertas del Cielo.
De la Cruz pende el cuerpo -ya sin vida- del Señor. La gente,
considerando lo que había pasado, se vuelve dándose golpes de pecho (Lc
XXIII,48).
Ahora que estás arrepentido, promete a Jesús que -con su ayuda- no vas a
crucificarle más. Dilo con fe. Repite una y otra vez: te amaré, Dios mío,
porque desde que naciste, desde que eras niño, te abandonaste en mis
brazos, inerme, fiado de mi lealtad

DÉCIMOTERCERA
ESTACIÓN: DESCLAVAN A JESÚS Y LO ENTREGAN
A SU
MADRE
Vino
a salvar al mundo, y los suyos le han negado ante Pilatos.
Nos enseñó el camino del bien, y lo arrastran por la vía del Calvario.
Ha dado ejemplo en todo, y prefieren a un ladrón homicida.
Nació para perdonar, y -sin motivo- le condenan al suplicio.
Llegó por senderos de paz, y le declaran la guerra.
Era la Luz, y lo entregan en poder de las tinieblas.
Traía Amor, y le pagan con odio.
Vino para ser Rey, le coronan de espinas.
Se hizo siervo para liberarnos del pecado, y le clavan en la Cruz.
Tomó carne para darnos la Vida, y nosotros le recompensamos con la muerte.
No me explico tu concepto de cristiano.
¿Crees que es justo que el Señor haya muerto crucificado y que tú te
conformes con "ir tirando"?
Ese "ir tirando" ¿es el camino áspero y estrecho de que hablaba
Jesús?
No admitas el desaliento en tu apostolado. No fracasaste, como tampoco Cristo
fracasó en la Cruz. Animo!... Continúa contra corriente, protegido por el
Corazón Materno y Purísimo de la Señora: Sancta Maria, refugium nostrum et
virtus!, eres mi refugio y mi fortaleza.
Tranquilo. Sereno... Dios tiene muy pocos amigos en la tierra. No desees salir
de este mundo. No rehúyas el peso de los días, aunque a veces se nos hagan
muy largos.
Si quieres ser fiel, sé muy mariano.
Nuestra Madre -desde la embajada del Angel, hasta su agonía al pie de la
Cruz- no tuvo más corazón ni más vida que la de Jesús.
Acude a María con tierna devoción de hijo, y Ella te alcanzará esa lealtad
y abnegación que deseas.
"No valgo nada, no puedo nada, no tengo nada, no soy nada..."
Pero Tú has subido a la Cruz para que pueda apropiarme de tus méritos
infinitos. Y allí recojo también -son míos, porque soy su hijo- los
merecimientos de la Madre de Dios, y los de San José. Y me adueño de las
virtudes de los santos y de tantas almas entregadas...
Luego, echo una miradica a la vida mía, y digo: ay, Dios mío, esto es una
noche llena de oscuridad! Sólo de vez en cuando brillan unos puntos luminosos,
por tu gran misericordia y por mi poca correspondencia... Todo esto te ofrezco,
Señor; no tengo otra cosa.

DECIMOCUARTA
ESTACIÓN: DAN SEPULTURA AL CUERPO DE JESÚS
Nicodemo y
José de Arimatea -discípulos ocultos de Cristo- interceden por el desde los
altos cargos que ocupan. En la hora de la soledad, del abandono total y del
desprecio..., entonces dan la cara audacter (Mc XV,43)...: valentía heroica!
Yo subiré con ellos al pie de la Cruz, me apretaré al Cuerpo frío, cadáver
de Cristo, con el fuego de mi amor..., lo desclavaré con mis desagravios y
mortificaciones..., lo envolveré con el lienzo nuevo de mi vida limpia, y lo
enterraré en mi pecho de roca viva, de donde nadie me lo podrá arrancar, y
ahí, Señor, descansad! Cuando todo el mundo os abandone y desprecie...,
serviam!, os serviré, Señor.
Sabed que fuisteis rescatados de vuestra vana conducta..., no con plata u oro,
que son cosas perecederas, sino con la sangre preciosa de Cristo (1 Pet
I,18-19).
No nos pertenecemos. Jesucristo nos ha comprado con su Pasión y con su Muerte.
Somos vida suya. Ya sólo hay un único modo de vivir en la tierra: morir con
Cristo para resucitar con El, hasta que podamos decir con el Apóstol: no soy
yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí (Gal II,20).
Manantial inagotable de vida es la Pasión de Jesús.
Unas veces renovamos el gozoso impulso que llevó al Señor a Jerusalén.
Otras, el dolor de la agonía que concluyó en el Calvario... O la gloria de
su triunfo sobre la muerte y el pecado. Pero, siempre!, el amor -gozoso,
doloroso, glorioso- del Corazón de Jesucristo.
Piensa primero en los demás. Así pasarás por la tierra, con errores sí -que
son inevitables-, pero dejando un rastro de bien.
Y cuando llegue la hora de la muerte, que vendrá inexorable, la acogerás con
gozo, como Cristo, porque como El también resucitaremos para recibir el
premio de su Amor.
Cuando me siento capaz de todos los horrores y de todos los errores que han
cometido las personas más ruines, comprendo bien que puedo no ser fiel...
Pero esa incertidumbre es una de las bondades del Amor de Dios, que me lleva a
estar, como un niño, agarrado a los brazos de mi Padre, luchando cada día un
poco para no apartarme de El.
Entonces estoy seguro de que Dios no me dejará de su mano. ¿Puede la mujer
olvidarse del fruto de su vientre, no compadecerse del hijo de sus entrañas?
Pues aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré (Is XLIX, 15).
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