Jueves
Santo
La
Última Cena del Señor
Jesús
realiza la institución de la Eucaristía, anticipa de
forma sacramental –“mi Cuerpo entregado, mi Sangre
derramada”- el sacrificio que va a consumar al día
siguiente en el Calvario. Jesús se nos da en la
Eucaristía para fortalecer nuestra debilidad, acompañar
nuestra soledad y como un anticipo del Cielo. Jesús,
aquella noche dió a sus Apóstoles y sus sucesores,
los obispos y sacerdotes, la potestad de renovar el
prodigio hasta el final de los tiempos:Haced esto en
memoria mía (Lucas 22,19;1 Corintios 2,24)
I. Jesús celebra la Pascua rodeado
de los suyos. Todos los momentos de esta Última Cena
reflejan la Majestad de Jesús, que sabe que morirá al
día siguiente, y su gran amor y ternura por los
hombres. Jesús encomendó la disposición de lo
necesario a sus discípulos predilectos: Pedro y Juan.
Los dos Apóstoles se esmeran en los preparativos.
Pusieron un especial empeño en que todo estuviera
perfectamente dispuesto. Jesús se vuelca en amor y
ternura hacia sus discípulos. Es una cena testamentaria;
es una cena afectuosa e inmensamente triste, al tiempo
que misteriosamente reveladora de promesas divinas, de
visiones supremas. Lo que Cristo hizo por los suyos
puede resumirse en estas breves palabras de San Juan:
los amó hasta el fin (Juan 13, 1). Hoy meditamos en ese
amor de Jesús por cada uno de nosotros, y en cómo
estamos correspondiendo: en el trato con Él, en los
actos de desagravio, en la caridad con los demás, en
nuestro amor a la Eucaristía...
II. Jesús realiza la institución
de la Eucaristía, anticipa de forma sacramental
–“mi Cuerpo entregado, mi Sangre derramada”- el
sacrificio que va a consumar al día siguiente en el
Calvario. Jesús se nos da en la Eucaristía para
fortalecer nuestra debilidad, acompañar nuestra soledad
y como un anticipo del Cielo. Jesús, aquella noche
memorable, dió a sus Apóstoles y sus sucesores, los
obispos y sacerdotes, la potestad de renovar el prodigio
hasta el final de los tiempos: Haced esto en memoria mía
(Lucas 22, 19; 1 Corintios 2, 24). Junto con la
Sagrada Eucaristía instituye el sacerdocio ministerial.
Jesús se queda con nosotros. Jesús es el mismo en el
Cenáculo y en el Sagrario. Esta tarde, cuando vayamos a
adorarle en el Monumento, nos encontraremos con Él: nos
ve y nos reconoce. Le contaremos lo que nos ilusiona y
lo que nos preocupa y le agradeceremos su entrega
amorosa. Jesús siempre nos espera en el Sagrario.
III. Jesús habla a sus Apóstoles de su inminente
partida, y es entonces cuando enuncia el Mandamiento
Nuevo, proclamado, por otra parte, en cada página del
Evangelio: Este es mi mandamiento: que os améis los
unos a los otros como yo os he amado (Juan 15, 12). Hoy,
Jueves Santo, podemos preguntarnos si nos conocen como
discípulos de Cristo porque vivimos con finura la
caridad con los que nos rodean, mientras recordamos,
cuando está tan próxima la Pasión del Señor, la
entrega de María al cumplimiento de la Voluntad de Dios
y al servicio de los demás. “La inmensa caridad de
María hace que se cumpla, también en Ella, la afirmación
de Cristo: nadie tiene amor más grande que el que da su
vida por sus amigos (Juan 15, 13)” (SAN
JOSEMARIA ESCRIVÁ, Amigos de Dios).
Fuente:
Colección "Hablar con Dios" por Francisco
Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre